Bibi cayó bajo, pero supo a tiempo cómo alcanzar la cima

Actualizado
  • 22/03/2015 01:00
Creado
  • 22/03/2015 01:00
Benjamín Netanyahu sabe cómo lograr sus objetivos. Aunque Israel tiene abundantes problemas internos

La semana pasada, Benjamín Netanyahu recordó al mundo que hasta un buen líder puede a veces hacer algo malo. Y cuando uno es Primer Ministro de Israel, una de las peores cosas que se puede hacer es ‘jugar la carta árabe’.

Nunca es fácil observar el divisionismo promovido por funcionarios electos. Pero, en este caso, el proceso fue desgarrador para los que pensamos que Netanyahu es la persona correcta para conducir Israel.

Sin duda, sabe cómo lograr sus objetivos. Aunque Israel tiene abundantes problemas internos —desigualdad económica, divisiones étnicas, tensión política— la mayoría de sus electores parece haber colocado la seguridad en primer lugar al reelegir a Netanyahu y su partido, Likud. A pesar de sus defectos, Netanyahu parece pasar todo su tiempo pensando en las amenazas de Israel y cómo frustrarlas. Algunas de esas amenazas de Irán, que según Netanyahu no es fiable y no descansará hasta obtener armas nucleares.

En la política, el compromiso pesa mucho. Y Netanyahu está tan comprometido con la seguridad de Israel que está dispuesto a enfrentarse con el principal aliado de su país: Estados Unidos.

Aun así, la forma en que un político se desempeña también pesa mucho. Y las circunstancias que rodearon la victoria de Netanyahu dan un nuevo significado a la frase ‘ganar a lo sucio’.

¿Cuán sucio fue? Bueno, el primer ministro israelí estaba en el Medio Oriente, pero sin duda sonaba como un republicano anti-inmigración que se presentara a su reelección en el sudoeste de los Estados Unidos.

Quizás recuerden que en Arizona y Nuevo México, el Partido Republicano generalmente asusta a la gente, que ya está aterrada por los cambios demográficos, diciéndole que debe también inquietarse porque los inmigrantes ilegales podrían intentar apoderarse del poder político cometiendo fraude electoral. Como la mayoría de las formulaciones de la derecha nativista, la idea es ridícula.

No hay prueba alguna de que los inmigrantes ilegales hayan cometido fraude electoral generalizado. ¿Cree alguien seriamente que, tras gastar miles de dólares en un coyote y tras poner sus vidas en peligro para entrar en Estados Unidos, lo primero que harán los indocumentados es arriesgar su detención yendo a las urnas?

Pero la lógica no importó. La acusación de que los inmigrantes ilegales están votando en masa por los demócratas fue eficaz. Así pues, el Partido Republicano la repite. Al hacerlo, a los republicanos no parece importarles alienar y enojar a los electores latinos.

Así como los árabes israelíes están enojados y es probable que estén más alienados por la advertencia, el día de la elección, de que las organizaciones izquierdistas estaban llevando gente en ómnibus a las urnas y de que los ‘Electores árabes venían en manada’.

La campaña de Netanyahu quizás comenzara centrada en la seguridad, pero terminó con una nota de racismo, demagogia y temor. En Estados Unidos, algunos conservadores comparan desde hace tiempo al líder israelí con Winston Churchill. En el caso de Irán, la comparación es válida. Pero cuando creó divisionismo étnico para obtener apoyo político, Netanyahu recordó más al shérif Joe Arpaio, del Condado de Maricopa, en Arizona. Qué caída.

Pero esto no se acabó. Finalmente, en un hecho sin precedentes, una coalición electoral en la que figuraban partidos políticos que representan a la minoría árabe en Israel, ganó 13 escaños en el Knesset, el parlamento israelí, para convertirse —después del Likud y el partido izquierdista Unión Sionista— en la tercera fuerza política en Israel. Quizás no tengan el voto para efectuar grandes cambios, pero es probable que hagan oír su voz y claramente.

Israel tiene suficientes problemas, internos y externos, sin abrir viejas heridas y dividir más a su población. Por tanto, si quiere gobernar eficazmente, Netanyahu debe mostrar cierto arrepentimiento y arreglar las cosas con la comunidad árabe de su país.

Quizás eso ya haya ocurrido. La noche de la elección, Netanyahu prometió ayudar a organizar ‘un gobierno fuerte y estable que pueda ocuparse de la seguridad y el bienestar de todos y cada uno de los ciudadanos de Israel’.

¿Se dieron cuenta del final? ‘Todos y cada uno’. Netanyahu sabe perfectamente bien lo que hizo. Ahora tiene que hacer todo lo posible por deshacerlo.

THE WASHINGTON POST

La forma en que un político se desempeña también pesa mucho. Y las circunstancias que rodearon la victoria de Benjamín Netanyahu dan un nuevo significado a la frase ‘ganar a lo sucio’.

Hoy Israel tiene suficientes problemas y no debe dividir a su población.

Nunca es fácil observar el divisionismo promovido por funcionarios electos. Pero, en este caso, el proceso fue desgarrador para los que pensamos que Netanyahu es la persona correcta para conducir Israel.

Su campaña empezó con seguridad y terminó con racismo.

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