Los estadios enfermos de Panamá

Actualizado
  • 27/12/2021 00:00
Creado
  • 27/12/2021 00:00
Siete estadios del país están sumergidos en un limbo burocrático. Todos tienen más de cuatro años sin terminarse. ¿Por qué los atletas se están quedando sin espacios para practicar?
El histórico estadio Juan Demóstenes Arosemena es uno de los que se encuentra agonizando frente a la burocracia gubernamental.

El Estadio Justino Salinas era el ícono del béisbol del Oeste. Allí nacieron grandes figuras como Rubén Rivera o su primo, el lanzador que ayudó a los Yankees a ganar cinco series mundiales, Mariano Rivera. Y aunque su importancia histórica es innegable, las autoridades lo dejaron morir. En 2017 se cayó el muro del jardín central, producto de un mal mantenimiento, y lo cerraron. Allí quedó en el abandono durante unos cuatro años, afectando a un centenar de atletas de La Chorrera, que se vieron forzados a practicar en campos más pequeños y en muchos casos a oscuras. En 2021, demolieron el Justino Salinas con la promesa de construir uno nuevo, pero para muchos se derrumbó la esperanza de un espacio digno para el deporte, porque desde su cierre ha sido presa de la burocracia estatal.

Todo empezó en marzo de 2018, cuando la empresa Administración e Inversiones del Istmo S.A, (Adisa) fue seleccionada para demoler y construir el nuevo estadio Justin Salinas. Se había acordado un precio de 5.5 millones de dólares y en ese momento apareció el primer conflicto burocrático. La empresa Alquileres y Construcciones de Panamá presentó una acción de reclamo, solicitando desestimar la opinión de la Comisión Evaluadora. Afirmaban que Adisa incumplió el Pliego de cargos N°8, sobre la idoneidad de sus funcionarios. También dijeron que la empresa no contaba con la experiencia suficiente y tenía un conflicto de interés. Pandeportes desestimó el reclamo sin dar detalles, pero canceló el contrato con Adisa por conflictos vinculados al Aeropuerto de Tocumen.

Así pasaron tres años —entre reclamos, trámites y pandemia— mientras el estadio seguía en ruinas. Ahora el consorcio que lo va a construir se llama Gato Brujo y el presupuesto se incrementó a 6.1 millones de dólares. Mientras tanto, un centenar de atletas que perdieron su estadio insignia esperan recuperarlo en el 2023. Y al igual que ellos, otros atletas de Colón, Veraguas, Chiriquí y Panamá, se encuentran en una situación similar.

Una enfermedad que crece

En Colón hay tres estadios que llevan más de 6 años infectados con la burocracia excesiva: el Roberto Mariano Bula, el Jaime Vélez y el Armando Dely Valdes, que recibían a más de 67 199 personas que habitan en los corregimientos de Barrio Sur y Cristóbal, donde se hallan ubicados los estadios. Una de estas infraestructuras, el Mariano Bula, fue declarado monumento histórico el 14 de agosto de 2002, mediante Gaceta Oficial, pero eso no evitó que el Estado no lo preservara.

En diciembre de 2016, se anunció un proyecto que prometía regresar a estos coliseos deportivos su antigua gloria, lo llamaron Renovación Deportiva de Colón y con un presupuesto de 15.5 millones de dólares fue adjudicado a la compañía Asincro.

Pero el tiempo pasó y los estadios no avanzaban, hasta que el 16 de abril de 2018 Pandeportes presentó un informe que afirmaba que “en la obra no había mano de obra alguna, que todo se encontraba abandonado y que la compañía contratada estaba muy retrasada”, esto quedaría en evidencia en diciembre del próximo año, cuando se dio a conocer que luego de tres años de trabajo, el Mariano Bula tenía un 15.86% de avance, el Jaime Vélez 11.74% y el Armando Dely Valdés 9.60%. La situación siguió hasta que en el 2020 Pandeportes canceló el contrato de Asincro.

Asincro apeló la decisión y explicó todos los problemas que tuvo con Pandeportes. Resulta que el entonces Instituto Nacional de Cultura, no fue consultado sobre la demolición del estadio Mariano Bula, algo obligatorio si se trata de un monumento histórico. El Dely Valdés pasó por lo mismo, porque se encontraba en los terrenos de la Universidad de Panamá. Esto llevó a que más de 6 entidades públicas tuvieran que ser contactadas luego de darse la orden de empezar los estadios, porque Pandeportes no lo hizo.

También dijeron que Pandeportes les entregó las llaves de los estadios un año después de iniciar la obra y se atrasaron en los pagos. Y acusaron a la entidad de alterar la fecha de entrega del cronograma de la obra que dieron, para hacer parecer que lo entregaron tarde, algo que categorizaron como una “falta a la correcta administración contractual”. Esto hizo que el 30 de junio de 2020, la Corte fallara a favor de Asincro.

Lo último que se sabe es que se dividirá la construcción de los estadios en varias compañías. Por lo que, parte de la tarea fue dada a Riga Services, empresa encargada de la polémica grama del estadio Romel Fernández.

Otro estadio que agoniza es el Juan Demóstenes Arosemena, ubicado en la ciudad capital. Aunque es parte de nuestra historia deportiva desde su construcción en 1938 para los Juegos Centroamericanos y del Caribe, no sobrevivió a la burocracia gubernamental.

Al igual que el caso colonense este estadio comenzó su construcción en diciembre de 2016, contando con un presupuesto de B/. 13,187.548.27 y siendo responsabilidad de la Constructora Cali S.A., que para agosto de 2018 ya contaba con el 48% de la obra concluida, pero que no pudo seguir avanzando debido a que Pandeportes se atrasó en los pagos, obligando a la empresa a reducir su capacidad laboral de 200 a 50 empleados, dejando a muchos obreros de Curundú, donde la situación económica es complicada, sin trabajo.

El 22 febrero de 2021, Carlos Duncan, de la constructora encargada, explicaría en una entrevista que estuvieron casi dos años sin cobrar, por lo que detuvieron la obra, situación que se resolvió en marzo, con un desembolso de 7 millones de dólares a la constructora, por parte del gobierno. Se espera que esté terminado en diciembre de 2022.

En el interior de país la situación no es mejor. En Veraguas el estadio Temístocles “Toco” Castillo, lleva desde marzo de 2017 esperando a ser reconstruido, ya que, según un informe del Sistema Nacional de Protección Civil la cerca perimetral del estadio estaba destrozada, era peligroso usar las gradas, de la iluminación, sólo funcionaban 26 de las 60 lámparas y al igual que en La Chorrera, un muro, el lateral izquierdo, amenazaba con caerse en cualquier instante. Por lo que, fue clausurado, dejando a la población sin su estadio más icónico.

Seis meses después, Pandeportes anunció la construcción de uno nuevo, por el Consorcio Toco Castillo, con un costo de B/.4.4 millones. Así que el 7 de enero de 2018 comenzaron a remover la tierra pero sin mucho avance.

En diciembre del siguiente año el director regional de Pandeportes notificó que se habían atrasado por la falta de pagos. Esto hizo que un estadio que debió estar listo el 24 de diciembre de 2018, puede que esté completo el 15 de diciembre de este año.

El último caso que veremos es el chiricano, donde el estadio de fútbol, también ha pasado por 6 años de un limbo burocrático, transitando por dos procesos de licitación que no llevaron a nada, hasta que el 6 de agosto de 2018, el Consorcio Estadio Volcán inició el proyecto con un presupuesto de B/. 3,471,049.04. Labor que no avanzó mucho, porque el 5 de julio de este año, el consorcio solicitaría más tiempo para entregar el estadio, afirmando que Pandeportes solicitó un “cambio radical” en el diseño del estadio, cosa que requería la aprobación de otras entidades. El 5 de julio de este año se presentaría una adenda, aclarando los motivos de la tardanza. Según el consorcio encargado, Pandeportes solicitó un “cambio radical” en el diseño del estadio, solicitud que tardó en ser refrendada por “temas administrativos”, extendiendo el contrato de 26 a 40 meses y atrasando todo el proyecto.

Nuestros atletas se están quedando sin espacios para practicar por la falta de planificación e improvisación del Estado en temas deportivos. Por la incapacidad quienes han administrado el Estado de cumplir con los pagos y normas establecidas en los contratos de construcción, y por la falta de coordinación que existe entre una administración de Pandeportes y la otra.

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