La Gran Depresión que no ocurrió

Actualizado
  • 25/12/2016 01:00
Creado
  • 25/12/2016 01:00
Una vez en la Casa Blanca, Donald Trump quizás se deshaga de algunas de las políticas favoritas de Obama

WASHINGTON—El mayor logro presidencial de Barack Obama no es ningún misterio: Detuvo la Gran Recesión e impidió que se convirtiera en una segunda Gran Depresión. Es cierto, contó con mucha ayuda, incluida la de su predecesor, George W. Bush, y de altos funcionarios del Tesoro y de la Reserva Federal. Pero si Obama hubiera dado un paso en falso, lo que fue una aplastante recesión económica podría haberse convertido en algo mucho peor.

SI OBAMA HUBIERA DADO UN PASO EN FALSO, LO QUE FUE UNA APLASTANTE RECESIÓN ECONÓMICA PODRÍA HABERSE CONVERTIDO EN ALGO MUCHO PEOR.

En las siguientes semanas, nos inundarán con análisis del legado de Obama. Una vez en la Casa Blanca, Donald Trump quizás se deshaga de algunas de las políticas favoritas de Obama: la Ley para una Asistencia Médica Asequible, el programa contra el cambio climático, la ley Dodd-Frank sobre regulaciones financieras. Todo eso podría alimentar la noción, equivocadamente, de que Obama no logró nada. Atribúyalo a partidismo, memoria selectiva o ambas cosas. Para mala suerte de Obama la obra culminante de su presidencia ocurrió en los primeros meses, cuando el mundo coqueteaba con una calamidad financiera. La perspectiva de otra Gran Depresión—un largo período de declive económico cada vez en mayor descenso—no era descabellada.

En su informe anual que acaba de darse a conocer, el Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca (CEA, por sus siglas en inglés) explica el motivo. Recuerde las terribles cifras.

En el primer trimestre de 2009, cuando Obama se estaba mudando a la Casa Blanca, las pérdidas mensuales de puestos de trabajo promediaban 772.000. El declive final de puestos fue de 8,7 millones, o un 6.3. Los precios de la vivienda y los valores de la Bolsa se derrumbaron. De su cifra máxima en febrero de 2007 a su punto más bajo, los precios de la vivienda cayeron un 26%. Millones de propietarios de viviendas se encontraron ‘sumergidos' —sus viviendas valían menos que las hipotecas que habían sacado por ellas. Los precios de las acciones cayeron aproximadamente la mitad entre agosto de 2007 y marzo de 2009.

EL MÁS DRÁSTICO FUE LA CAÍDA EN EL VALOR NETO DE LAS FAMILIAS... CAYÓ EN $13 BILLONES... DESDE SU PUNTO MÁS ALTO EN 2007 HASTA EL MÁS BAJO EN 2009.

No había garantías de que el espiral descendente de la economía se detuviera, mientras aterrados consumidores y empresas reducían gastos y, en el proceso, aumentaban el desempleo. La CEA presenta una serie de cuadros que comparan la recesión 2008-09 con la Gran Depresión. En cada rubro, la crisis 2008-9 fue tan fuerte—o peor—que el primer año de la Gran Depresión: pérdida de empleos, caída en el comercio global y cambios en el valor neto de las familias.

El más drástico fue la caída en el valor neto de las familias (sus bienes, tales como viviendas y acciones, menos sus deudas, como hipotecas y saldos de las tarjetas de crédito). Cayó en $13 billones, alrededor de un quinto, desde su punto más alto en 2007 hasta el más bajo en 2009. Ese declive, señala la CEA ‘fue mucho mayor que la reducción [ajustada por la inflación] ... en el comienzo de la Gran Depresión'.

Lo que separa a aquel momento de la actualidad es que, después de unos 18 meses, los gastos se elevaron en 2009, mientras que en la década de 1930 continuaron descendiendo. Esa diferencia fue un reflejo, al menos en parte, de políticas agresivas adoptadas para atenuar la caída. La Fed redujo las tasas de interés a corto plazo a cero y proporcionó otros medios de crédito barato; el Programa de Ayuda para Activos Problemáticos (TARP, por sus siglas en inglés) promulgado en los meses finales del gobierno de Bush, echó dinero en los bancos principales para tranquilizar al público sobre su solvencia.

Aún así, el papel de Obama fue esencial. Contra una fuerte oposición, decidió rescatar a General Motors y Chrysler. Echarlas a merced del mercado habría sido un fuerte golpe para el Medio Oeste industrial y para la psicología nacional. También defendió un considerable ‘estímulo' presupuestario. Anunciado originalmente en $787,000 millones, fue en realidad de $2,6 billonesen el curso de cuatro años, cuando el programa inicial se combinó con propuestas posteriores y se incluyeron los llamados ‘estabilizadores automáticos', dice la CEA.

Más generalmente, Obama proyectó sensatez y calma cuando gran parte de la nación estaba temerosa y nerviosa. Por supuesto, no restauró la confianza él solo; pero su contribución fue grande. También lo hicieron la flexibilidad y resistencia subyacentes de la economía norteamericana.

En su informe, la CEA sostiene que la recuperación de la Gran Recesión está casi completa. Parece plausible. Desde su punto más bajo, el empleo subió en 15,6 millones de puestos. Los precios en ascenso de las viviendas y las acciones fortalecieron el valor neto de las familias ajustado a la inflación en un 16 por ciento. El producto bruto interno—la economía—está casi un 12 por ciento más alto que antes de la crisis financiera.

Muchos norteamericanos aun parecen decepcionados. Se sienten inseguros y defraudados. La crisis financiera y la Gran Recesión dejaron cicatrices profundas, que no se han curado plenamente con una recuperación que a menudo parece vacilante y no fiable.

Además no le atribuyen a Obama su mérito porque no están de acuerdo con él en otros asuntos o desaprueban el aspecto polémico de su presidencia. Toda apariencia de acuerdo entre los partidos se disolvió.

Como resultado, se subestima su impacto. Supongamos que hubiéramos tenido otra Gran Depresión con, por ejemplo, un desempleo pico del 15%. Casi todos nuestros problemas—desde la pobreza a la polarización política—habrían empeorado.

La influencia de Obama debe considerarse en su contexto. Cuando los historiadores lo hagan, probablemente queden más impresionados.

WASHINGTON POST WRITERS GROUP

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