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- 15/06/2013 02:00
- 15/06/2013 02:00
WASHINGTON. Instintivamente asignamos identidades nacionales a las grandes corporaciones globales. Toyota es japonesa; IBM es norteamericana; Siemens es alemana; Samsung es coreana.
Suponemos que estas grandes empresas reflejan sus orígenes nacionales y actúan como instrumentos informales de la política gubernamental. Hasta cierto punto, probablemente eso sea cierto.
Las personalidades de las empresas encarnan, efectivamente, la cultura y los valores de su lugar de nacimiento. No hay duda de que muchos ejecutivos se sienten patrióticos hacia su país. Pero a medida que estas empresas multinacionales expanden sus actividades de ventas, producción y mercadeo, sus lealtades e intereses parecen más confusos, conflictivos y carentes de afiliación nacional.
Eso podría explicar, en mi opinión, la reacción ambigua a la comparecencia del director ejecutivo de Apple, Timothy Cook ante el Subcomité Permanente de Investigaciones del Senado. Quizás recuerden que se centró en el hecho de que Apple tiene la capacidad de proteger una enorme porción de sus ganancias globales de los impuestos.
Un estudio realizado por el personal del subcomité halló que entre 2009 y 2012, Apple casi no pagó impuestos sobre unos $74,000 millones en ganancias obtenidas fuera de Estados Unidos. Esas ganancias globales fueron desviadas a Irlanda, que casi no las gravó. La mecánica legal de cómo ocurrió esto fue menos impactante que la magnitud de la evasión.
Sin embargo, Cook no pi dió disculpas. ‘Pagamos todos los impuestos que debemos,’ dijo.
En cuanto a las ganancias obtenidas en Estados Unidos, Apple ‘es el mayor contribuyente corporativo en el impuesto a los ingresos’, y envió casi $6,000 millones al Tesoro en 2012. Cook sostuvo que Apple ha generado 600,000 puestos de trabajo en Estados Unidos: 50,000 en Apple y 550,000 en otras empresas que apoyan los productos de Apple en ingeniería, fabricaciones, logística y software. Agregó que Apple lleva a cabo prácticamente todas sus investigaciones y desarrollo dentro de Estados Unidos.
Considero que hubo un empate en esta contienda. Nadie dijo que Apple actuara ilegalmente y la empresa no tiene ninguna obligación, hacia sus accionistas, de minimizar los impuestos. Aún así, como el gobierno de Estados Unidos —y la mayoría de los gobiernos— enfrenta enormes déficits presupuestarios, el espectáculo de una firma tan exitosa evadiendo tantos impuestos parece moralmente sospechoso.
¿QUÉ PASÓ CON LA RESPONSABILIDAD COLECTIVA?
Por otro lado, sospecho que muchos norteamericanos (incluso los que, como yo, no utilizan los productos de Apple) se sienten orgullosos por el éxito de la empresa como una confirmación de nuestro ‘genio’ económico nacional. Le perdonamos a Apple porque es un buen reflejo de nosotros y porque los puestos de trabajo quizás importen más que los impuestos. He aquí la tensión básica. Aún consideramos estas empresas como expre siones de poder y prestigio nacionales, aún cuando dependan crecientemente de ingresos no-norteamericanos. En su declaración, Cook señaló que los mercados no-norteamericanos dieron cuenta del 61% de las ventas de Apple en 2012; en el último trimestre, de dos tercios de ellas. Para Procter & Gamble (pasta de dientes Crest, Pampers), el mercado norteamericano representa sólo el 35% de sus ventas. En IBM, alrededor del 85% del crecimiento de ventas entre 2010 y 2012 ocurrió en mercados extranjeros.
Incluso si algunas fábricas en el extranjero vuelven a los EEUU (como parece estar ocurriendo), muchas multinacionales norteamericanas se expandirán más en el exterior que en el país. Esos mercados extranjeros simplemente crecen más rápidamente.
Para vender en ellos, las multinacionales necesitan equipos de ventas, centros de distribución y centros de servicios locales. Sin duda, la expansión extranjera no implica una contracción interna. Las crecientes operaciones internacionales a menudo requieren servicios de apoyo, e investigaciones y desarrollo adicionales en Estados Unidos (más del 80% tiene lugar dentro del país), señala el economista de Dartmouth, Matthew Slaughter.
Consideremos Caterpillar, el fabricante de equipos para movimiento de tierra. Entre 2002 y 2012, las ventas extranjeras pasaron de un 55% a un 69% del total. Aunque los puestos de trabajo en el exterior saltaron un 54%, los de Estados Unidos también se elevaron un 12%.
El lugar donde se ubican las fábricas refleja muchos factores: el panorama económico de un país; el coste y el grado de especialización de la mano de obra; las tasas de cambio; el clima empresarial; la estabilidad política y las políticas oficiales. Los gobiernos compiten por inversiones multinacionales, tecnología y know-how administrativo. Los paraísos fiscales son una consecuencia de la competencia. Si Estados Unidos trata a las multinacionales norteamericanas con demasiada severidad, las empresas llevarán sus operaciones, e incluso sus cuarteles generales e identidades legales, a otra parte.
LOS IMPUESTOS CRISTALIZAN EL PROBLEMA
Según algunos, las políticas norteamericanas son, en realidad, demasiado indulgentes hacia las multinacionales: los impuestos de Estados Unidos sobre la mayoría de las ganancias extranjeras se postergan hasta que se repatrían las ganancias a Estados Unidos. Naturalmente, como con Apple, a menudo las ganancias quedan en el exterior; según un cálculo, ahora suman alrededor de $1.9 billones. Eleven las tasas sobre las ganancias extranjeras, sugieren algunos críticos. Traigan parte de ellas a casa.
La contestación de las empresas es que la tasa fiscal tope del 35% para las corporaciones, en Estados Unidos —que es la más alta entre las naciones avanzadas— disuade las inversiones en Estados Unidos.
Bajen las tasas en Estados Unidos, dicen las empresas. Se repatriarían más ganancias y las inversiones en Estados Unidos se elevarían.
Quizás habría que hacer ambas cosas: subir los impuestos sobre las ganancias extranjeras y utilizar las recaudaciones resultantes para reducir la tasa corporativa del 35% Y ver qué pasa. Pero incluso si hay una respuesta en las inversiones dentro del país, la gran división perdurará.
Las multinacionales se están volviendo cada vez más cosmopolitas, aunque aún las consideramos como entidades nacionales