La farsa de los debates

Actualizado
  • 08/10/2008 02:00
Creado
  • 08/10/2008 02:00
PANAMÁ. El renombrado economista Francis Fukuyama, reflexionando sobre la crisis económica esta semana en la revista Newsweek, escribe ...

PANAMÁ. El renombrado economista Francis Fukuyama, reflexionando sobre la crisis económica esta semana en la revista Newsweek, escribe que dos ideas estadounidenses han dominado el pensamiento global desde inicios de los años 80: la versión americana del capitalismo y la idea de Estados Unidos como el gran promotor de la democracia a nivel mundial. Su análisis, que se enfoca en su totalidad en la “muerte” de la primera idea, asegura que la segunda —la versión americana de la democracia— empezó a morir mucho antes, con la invasión a Irak y los escándalos de Guantánamo y Abu Ghraib.

La versión americana de la democracia sigue muriendo, aunque a veces no sea tan fácil verlo. Ayer en la noche vimos debatir a los candidatos a la presidencia de ese país. Esos debates, que son considerados pilares de la democracia, no son siquiera democráticos desde hace 20 años. La prueba de ello es que las campañas de Obama y McCain negociaron de forma conjunta un exhaustivo contrato secreto que dicta los términos de todos los debates de 2008. Esto incluye a quién se le permite participar, así como también los temas que se tratarán durante los mismos.

El mes pasado, la organización Open Debates y nueve organizaciones más solicitaron a la Comisión de Debates Presidenciales (la corporación privada que se encarga de todo lo relacionado a los debates desde 1988) la publicación del contrato y sus términos, solicitud que ha recibido una rotunda negativa.

LA COMISIÓN DE DEBATES

Los debates presidenciales fueron regulados por la Liga de Mujeres Votantes de 1976 a 1984. Varios desencuentros motivaron que, en 1987, los dos grandes partidos de EEUU decidieran crear la Comisión de Debates Presidenciales, una corporación privada que se ha encargado de los debates desde entonces. Los presidentes de la Comisión son Frank Fahrenkopf y Paul Kirk, quienes eran las cabezas de ambos partidos cuando entraron a la comisión en 1988. La organización es fondeada por grandes corporaciones, entre las que destaca la cervecera Anheuser-Busch (motivo por el cual siempre hay un debate San Luis). La gran ventaja para las corporaciones es que contribuyen a ambos partidos, y se aseguran que estos defiendan sus puntos de vista en la palestra pública. Y lo más importante: al excluir cualquier opinión independiente perpetúan un duopolio que es absolutamente necesario para mantener el orden establecido.

DOS CANDIDATOS Y NADIE MÁS

Posiblemente pocos en Panamá sepan que existen varios candidatos independientes en EEUU. Las voces de Bob Barr (partido Libertario), Ralph Nader (independiente) y Cynthia McKinney (partido Verde) no serán escuchadas en ninguno de los foros públicos en los que se presenten Barack Obama o John McCain. Mediante la Comisión de Debates Presidenciales y los contratos que firman cada cuatro años, ambos partidos (y las corporaciones que los fondean) se aseguran que nadie sea capaz de cuestionar su dominio del sistema político estadounidense.

Sin embargo, se han dado excepciones, como cuando el independiente Ross Perot participó en los debates de 1992. Pero lo hizo solamente por que Bill Clinton y George H. W. Bush aprobaron previamente su presencia. En 1996, y a pesar de presentar cifras similares en las encuestas, Perot fue dejado por fuera del debate.

Históricamente, los terceros partidos han jugado un rol importantísimo en EEUU. Estos partidos han sido claves para lograr cosas tan preciadas para los norteamericanos como la abolición de la esclavitud, el voto femenino, la educación pública, el salario mínimo, y muchas cosas más. Al excluir a estos partidos del proceso electoral, no solo se le niega al pueblo la libertad de elegir en igualdad de condiciones, sino que se atenta directamente contra los principios fundamentales de la democracia, esa que para Francis Fukuyama empezó a morir cuando EEUU invadió Irak en 2003.

Quizás no estaríamos del todo equivocados si corregiéramos a Fukuyama y dijeramos que, más bien, empezó a morir en 1988, cuando los debates presidenciales empezaron a ser exclusivos y negociados previamente en contratos.

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