Promesas incumplidas, el lastre de Biden ante el desafío migratorio

Actualizado
  • 22/01/2021 00:00
Creado
  • 22/01/2021 00:00
El nuevo mandatario impulsa una ambiciosa reforma migratoria a la sombra de sus anteriores posturas antimigrantes y en favor de un muro con México. Una carga que amenaza con mellar su administración
Otra propuesta importante de Biden es la U.S. Citizenship Act (Ley de ciudadanía estadounidense), que pretende ofrecer una residencia temporal a las personas con estatus de “ilegal” que vivan en Estados Unidos desde antes del 1 de enero de 2020.

El nuevo presidente de Estados Unidos, Joe Biden, asumió el cargo con una larga lista de promesas, siendo el tema migratorio una de sus más importantes banderas durante la campaña electoral. En su primer día de gestión, como ya había anunciado, ordenó frenar la construcción del muro en la frontera con México.

Algunas de las medidas que ya había adelantado incluyen ciertas protecciones y normas provisionales para los 11 millones de migrantes irregulares que viven en el país, y marcan una clara distancia con la administración de Donald Trump, caracterizada por un abierto discurso racista y xenófobo.

Este miércoles firmó también una orden para fortalecer el programa de Acción Diferida para los Llegados en la Infancia (DACA, en inglés) y que busca proteger de la deportación a aquellos jóvenes que llegaron a Estados Unidos siendo niños con un estatus migratorio sin regularizar. Creado durante la presidencia de Barack Obama (2009-2017), Trump intentó desmantelarlo pero fue frenado por un juez federal que lo obligó a restaurarlo.

Otra propuesta importante de Biden es la U.S. Citizenship Act (Ley de ciudadanía estadounidense), un plan que ya envió al Congreso para su discusión y que pretende ofrecer una residencia temporal a las personas con estatus de “ilegal” que vivan en Estados Unidos desde antes del 1 de enero de 2020. Al conseguir esta autorización, popularmente conocida como Green Card, luego de tres años tendrían la posibilidad de naturalizarse como estadounidenses.

De acuerdo con una investigación publicada por la PBS, los migrantes han tenido un “impacto positivo” en la economía de Estados Unidos. Citando estudios de la National Academies of Sciences, Engineering, and Medicine, para 2017 el costo de los migrantes para el Estado era menor comparado con el resto de los ciudadanos regularizados. Tan solo los migrantes irregulares estarían tributando según el Institute on Taxation & Economic Policy, más de $11 mil millones.

También estarían jugando un rol en atenuar el inminente descenso poblacional y la baja natalidad en Estados Unidos. Según un estudio de Pew Research Center, si no fuera por la llegada de nueva población trabajadora al país, la fuerza de trabajo estadounidense se hundiría, lo que se traduciría en pérdida de capacidad productiva.

Viejas promesas

El camino que tendrá que recorrer el U.S. Citizenship Act para su aprobación no será fácil pese a que el Partido Demócrata tienen control en ambas cámaras del Congreso. Primero deberá pasar por la Cámara de Representantes, en donde en principio no deberían tener problemas los demócratas por su mayoría allí; lo complicado vendría en el Senado, donde hay una diferencia de un voto con los republicanos, que corresponde al de la vicepresidenta Kamala Harris, facultada constitucionalmente para votar en caso de un empate.

El gobierno de Biden necesitará al menos 60 de 100 votos del Senado para dar luz verde al proyecto de ley, lo que obliga a sumar al menos 10 republicanos, algo que se presenta difícil en este momento, cuando varios senadores opositores ya han dicho que enfrentarán la propuesta; de allí que no se descarte, como estrategia para aprobar la ley, que Biden haga concesiones y atenúe el proyecto comprometiendo sus promesas de campaña.

Esta no sería la primera vez que Biden incumple una promesa de esta naturaleza. Mientras estuvo a cargo de la vicepresidencia de Obama, acompañó el anunció de reforma migratoria que nunca se realizó pese a contar en su primer mandato con el dominio de ambas cámaras del Congreso.

A final de su primer periodo, Obama sería denominado por sus críticos como 'Deporting in Chief' (Deportador en jefe), al consumarse durante su administración la expulsión de 2,5 millones de personas según reportes de la cadena ABC News citando datos del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés).

Estas cifras se convirtieron en el mayor número de deportaciones de una presidencia en la historia reciente de Estados Unidos, todo bajo la vicepresidencia de Biden.

Y es que la actual firmeza de Biden en dar una solución humana al tema migratorio, contrasta con su carrera política reciente. Cuando entonces corría como precandidato presidencial en las primarias demócratas en 2008, se opuso a dar licencia de conducir a migrantes irregulares; mientras que en 2007 se manifestó a favor del encarcelamiento de los empleadores que contrataran a personas “ilegales”.

Un video de 2006, difundido por CNN, muestra al para ese momento senador por Delaware, justificar la construcción de bardas en la frontera con México ante el avance de “toneladas” de droga desde el país latinoamericano. Una propuesta y discurso similar al abanderado por Trump, aunque sin la verborrea racista de este último.

Incluso ya estando en la Casa Blanca como segundo al mando en 2009, respaldó el desembolso de $800 millones para erigir una barrera fronteriza; en ese momento Obama avaló la llamada Ley de Gastos de Seguridad Interna, unos $44,1 millones, que incluirían los fondos para construir un muro.

Información publicada por La Voz de América, medios oficiales del Gobierno estadounidense reportaron que parte de ese dinero sería usado en tecnología para la frontera y en la expulsión de migrantes.

Actualmente, de los 3,142 kilómetros de frontera que separan a Estados Unidos de México, unos 1,530 kilómetros ya cuentan con algún tipo de valla o muro. De estos, solo 480 kilómetros corresponden al gobierno de Trump, el resto fue erigido anteriormente con amplio respaldo tanto de administraciones demócratas como republicanas.

A diferencia de Trump, quien atizó políticamente la cuestión migratoria demonizando la imagen de los inmigrantes, con lo que alimentó durante años su base electoral más conservadora y en parte ligada al supremacismo blanco, Biden se presenta como un mandatario que gobernará con los latinos y a favor de los inmigrantes, un mote difícil de sostener a la luz de su largo recorrido en los pasillos de Washington. De no obtener resultados tangibles, su apuesta migratoria se convertirá en una nueva promesa incumplida que podría mellar el resto de su administración, haciendo más difícil lo prometido durante su discurso de asunción: mantener unido a Estados Unidos.

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