América Latina, una región sin liderazgo

Actualizado
  • 16/07/2021 00:00
Creado
  • 16/07/2021 00:00
'Es incontrovertible que la región requerirá de recursos extranjeros para recuperarse de la crisis pandémica. No es cuestión de soberanía, simplemente América Latina es la región más desigual del mundo'
Latinoamérica es una de las regiones más afectadas por la pandemia.

Es común referirse a la política exterior de países centrales como EE.UU. y China o la Unión Europea como marco de referencia de acción para los demás actores estatales. Por más que queramos impulsar un concepto igualitario del voto, como lo fingen algunas naciones cada vez que emiten el suyo en la Asamblea General de las Naciones Unidas, la influencia del poder político y económico, y sus promesas, siempre vicia las relaciones entre las naciones.

La estrategia de política exterior del nuevo gobierno de EE.UU. aún se está gestando. Sin embargo, la administración Biden sí ha sido clara en dos prioridades. La primera es resolver la crisis migratoria en la frontera sur del país. Cerca de un millón de personas han sido detenidas intentando cruzar la frontera sur desde enero de 2021. La migración ilegal no solo genera un problema económico y de estado de derecho, sino también representa una enorme brecha de seguridad a ser explotada por grupos terroristas y por el tráfico de lo ilícito. La segunda prioridad declarada por la administración Biden es poder generar una respuesta a la creciente influencia de regímenes tecno-autoritarios como los de Rusia y China en la región.

Durante la Cumbre Mundial de Tecnologías Emergentes el pasado 13 de julio, el secretario de Estado de EE.UU., Anthony Blinken, fue claro en enfatizar que “no es suficiente resaltar los horrores del autoritarismo y señalar a China y Rusia y decir que sus acciones están mal y son peligrosas”. El jefe de la diplomacia estadounidense afirmó que su gobierno buscará promover su propio modelo de relaciones internacionales. Un modelo que proteja sus intereses y que tenga a su centro los principios de la democracia y los derechos universales del hombre.

La fórmula escogida por el gobierno de Joe Biden para solucionar el problema migratorio en el triángulo norte fue la clásica: $4 mil millones de asistencia económica atada a una serie de reformas y el desarrollo de programas que ayuden a combatir la corrupción, el narcotráfico y promuevan economías más saludables. La fórmula “neoliberal” falló desde su concepción. Entre 2020 y 2021 El Salvador, Honduras y Guatemala abandonaron sus compromisos con la OEA en la lucha anticorrupción. Y la respuesta del Gobierno estadounidense el 1 de julio de este año fue publicar una lista de 353 políticos y empresarios del triángulo norte que el Departamento de Estado de EE.UU. catalogó como corruptos y antidemocráticos.

La solución del demócrata de la Casa Blanca a la exitosa diplomacia de vacunas de China y Rusia fue una serie de donaciones propias a la región. Desde inicios de junio, EE.UU. realizó envíos iniciales de 2,5 millones de dosis de vacunas a Colombia, 2 millones de dosis a Perú, 3 millones de dosis a Brasil, 1 millón de dosis a Paraguay, 1,5 millón de dosis a Honduras, 1,5 millón a El Salvador, 1,3 millón de dosis a México, y 500 mil dosis a Costa Rica y Haití. Más de un tercio de las primeras 80 millones de dosis que donó el gobierno de Biden fueron enviadas a países de América Latina. A pesar de las cuantiosas donaciones, la diplomacia de vacunas de EE.UU. no pareciera tener el impacto mediático y político que tuvieron los envíos desde Pekín y Moscú.

Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), vacunas fabricadas en China representaron 82% de todas las dosis administradas en Chile (un supuesto caso de éxito en la región), el 86% en El Salvador y el 32% en Perú. Países con marcadas tendencias hacia el autoritarismo (Chile, pudiendo aún sorprendernos en las elecciones de noviembre). Cada envío fue recibido por altos funcionarios de gobierno en empaques repletos de banderas chinas que figuraron en todos los periódicos nacionales. Los envíos de Pekín lograron, además, que Brasil y República Dominicana aceptaran a Huawei como operador y desarrollador de plataformas 5G; Honduras accedió a abrir una oficina comercial con China, y Paraguay estuvo al borde de cortar relaciones con Taiwán. La realidad es que de las 422 millones de dosis que China ha exportado al mundo, solo 25 millones fueron donaciones, el resto tuvo un precio económico y político. A pesar del costo y las condiciones, el alcance del Partido Comunista chino es mucho más notable a primera vista en América Latina.

La falta de asertividad por parte de Biden en su política exterior hacia Latinoamérica es preocupante. El mismo director para Asuntos Hemisféricos de la Casa Blanca admitió que gobiernos de la región consultaron con su administración antes de aceptar envíos de China y Rusia. La respuesta del vocero del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca, Juan González, fue: “Deben vacunar a sus poblaciones y deben tomar estas decisiones en función de sus intereses. No les vamos a decir qué hacer”. Por supuesto que es una realidad que, con solo 5% de la población del mundo, América Latina ha registrado el 25% del total de muertes covid-19 en el mundo, y que los gobiernos de la región no están en posición para rechazar vacunas inclusive a un alto precio. Pero también es cierto que desde el mes de enero, EE.UU. tenía más de 30 millones de dosis de AstraZeneca en almacenes sin utilizar. Por lo que la aparente pasividad de EE.UU. pareciera ser política de estado.

El resultado de la persistente inacción de EE.UU. en la región es notable. El régimen de Ortega-Murillo en Nicaragua arrestó a más de tres decenas de sus opositores en allanamientos aterrorizantes. Siete candidatos presidenciales permanecen tras las rejas. La dictadura venezolana probó las aguas y arrestó al congresista Freddy Guevara e intentó llevarse a punta de armas largas y encapuchados al presidente encargado Juan Guaidó.

En Cuba ya son más de 100 los desaparecidos, tras las manifestaciones del pasado domingo, y medios internacionales reportan hasta 10 víctimas fatales de la represión. El silencio en Washington es incoherente con esa supuesta prioridad de promover un modelo que tenga a su centro la democracia y los derechos universales del hombre. El ejemplo más claro de la insensibilidad del gobierno de Biden fueron sus primeras declaraciones tras el asesinato del presidente de Haití: “Necesitamos mucha más información, pero es muy preocupante el estado de Haití”. En el jardín de la Casa Blanca, el mandatario esquivó las preguntas de los periodistas, sonrió y simplemente abordó el Marine-1.

Es incontrovertible que la región requerirá de recursos extranjeros para recuperarse de la crisis pandémica. No es cuestión de soberanía, simplemente América Latina es la región más desigual del mundo y sufrió un mayor impacto sanitario y económico producto de la pandemia que cualquier otra región. Las decisiones de los actores regionales estarán basadas en las necesidades inmediatas de las sociedades y de las estructuras de poder existentes. Ante la falta de un plan coherente y consistente por parte de EE.UU. la opción continuará siendo un actor que no tiene la democracia ni los derechos universales del hombre como parte de sus principios operantes. Y de la misma manera que la influencia económica y política de EE.UU. impulsó los procesos de democratización en la región en el siglo XX, la influencia china está promoviendo de manera asertiva los “méritos” del sistema autoritario del Partido Comunista chino y de asociarse con el régimen de Pekín.

El gobierno de Joe Biden o no tiene un interés real en proteger sus intereses regionales, o peor aún, no cuenta con una estrategia de política exterior de estado tras siete meses de tomar las riendas del poder en medio de la peor crisis internacional desde la Segunda Guerra Mundial.

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