Afganistán: el cementerio de falsas ideologías

Actualizado
  • 20/08/2021 00:00
Creado
  • 20/08/2021 00:00
La historia del colapso del Gobierno afgano y el nacimiento del Emirato Islámico de Afganistán bajo un gobierno talibán en 2021 es una historia que se repite.

Los últimos 20 años de guerra en Afganistán dejaron en evidencia los límites del sistema liberal a nivel internacional y el modelo democrático de gobierno a nivel nacional.

El orden mundial posguerra y sus principales promotores fracasaron en materializar la estabilidad y prosperidad económica que supuestamente garantiza el ideal liberal y la democracia. El sistema democrático de gobierno demostró la inconsistencia e hipocresía de sus representantes y su vulnerabilidad latente ante la corrupción y falta de fuentes de legitimidad. La historia del colapso del Gobierno afgano y el nacimiento del Emirato Islámico de Afganistán bajo un gobierno talibán en 2021 es una historia que se repite. El apodado “cementerio de los imperios” acosa el imaginario de los imperios como otro nivel más en el infierno de Dante Alighieri que pone a prueba el compromiso de las potencias mundiales con sus inflados ideales hegemónicos.

El país centroasiático se convirtió en la perdición para “aquellos que han rechazado los valores, cediendo a los apetitos bestiales o la violencia, o pervirtiendo su intelecto humano al fraude o la malicia contra sus semejantes” (La divina comedia de Dante Alighieri).

Operación Libertad Duradera y su efímero éxito
Desde 2001, Estados Unidos ha asignado más de $144,000 millones a la reconstrucción afgana a través de contratistas privados y diferentes.

El 7 de octubre de 2001, menos de un mes después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, bombarderos de EE.UU. y el Reino Unido dieron inicio a la operación Libertad Duradera. Un mes y una semana después, el 12 de noviembre de 2001, poco más de 4 mil soldados de las fuerzas de la coalición liderada por EE.UU. y combatientes de la Alianza del Norte (muyahidines adversarios de los talibanes) tomaron la capital Kabul y derrocaron al régimen talibán establecido en 1996. Y tres meses después de la caída de las torres gemelas, el 5 de diciembre, Naciones Unidas firmó junto a representantes de la Alianza del Norte un acuerdo en la ciudad de Bonn (Alemania) que instaló a Hamid Karzai como líder del gobierno provisional de Afganistán. En 2004, bajo los auspicios de Naciones Unidas, el país aprobó su primera constitución y realizó las primeras elecciones desde 1969. Y en las elecciones legislativas de 2005 la mitad de los votantes y un tercio de los escaños fueron por y reservados para mujeres. El éxito de la operación Libertad Duradera llegó hasta allí.

Naciones Unidas y la OTAN: el fracaso del ideal liberal

En 2006 la OTAN asumió el mando de la fuerzas de defensa internacional y aumentó su presencia militar de 5 mil a 65 mil soldados de 44 países, incluyendo los 28 de la OTAN. Cada provincia de Afganistán quedó bajo control de la misión militar de un país miembro de la coalición. A pesar de los más de $63 mil millones en asistencia que ayudaron a gestionar los equipos de reconstrucción provincial (encima de los $800 mil millones en asistencia para reconstrucción aportada por EE.UU.), la coalición y Naciones Unidas no lograron establecer los mecanismos básicos de gobernabilidad en Afganistán.

Para 2006 y tras una inyección inicial de $10 mil millones en asistencia económica, el PIB per cápita de Afganistán apenas alcanzó el mismo nivel que en 1981. La falta de un estado de derecho es citada como la razón principal de la reinsurgencia de los talibanes (el colapso de la gobernabilidad es una precondición para el éxito y propagación de una insurgencia).

La burocratización de los procesos de toma de decisiones y coordinación entre las distintas misiones militares y los organismos internacionales separó abismalmente los objetivos impuestos de construir una nación democrática bajo principios liberales de la realidad del afgano rural. Para muchos el riesgo personal de quedar entre el fuego cruzado o ser víctima de un bombardeo aéreo de fuerzas de la OTAN era mucho mayor al riesgo de vivir bajo control talibán. Desde 2001 a la fecha cerca de 50 mil combatientes talibanes fueron abatidos, pero 47 mil afganos civiles y 69 mil efectivos de las Fuerzas Afganas de Seguridad también murieron producto de los enfrentamientos.

Los supuestos principios liberales promovidos por los miembros de la coalición en Afganistán se enfrentaron a la cruenta realidad humana. En 2006 el número de ataques suicidas en el país se quintuplicó de 27 a 139, y los famosos IED (artefactos explosivos improvisados, por sus siglas en inglés improvised explosive device) aumentaron más del doble alcanzando 1,677 atentados. Los aliados de EE.UU. y el secretario general de la OTAN iniciaron los llamados a una retirada de tropas y entrega de control al gobierno instaurado. El primero de muchos signos de división y disenso entre los miembros de la coalición.

Insuficiencia democrática en un conflicto prolongado

El sistema democrático de EE.UU. también falló en producir políticas consensuadas coherentes. En 2009 Barack Obama asumió la Presidencia de EE.UU. e inmediatamente anunció el inicio de retirada de tropas de Irak y duplicó el número de soldados en Afganistán a más de 35 mil. En un mismo año, el primero del presidente Obama, EE.UU. lanzó una nueva estrategia nacional para su misión en Afganistán y cambió dos veces al comandante de las tropas en un periodo de 11 meses. Para finales del primer año de la presidencia de Obama, la presencia militar americana alcanzó los 100 mil soldados. Seis meses después, Obama volvió a cambiar a su comandante militar en Afganistán. El general McChrystal fue relevado del cargo poco después de haber sido citado en un artículo en la revista Rolling Stone criticando al presidente demócrata. Lo sucede el general Petraeus, quien gozaba de alta popularidad entre los americanos tras su éxito al mando de la operación Libertad Iraquí (un conflicto con características completamente distintas al afgano). En 2011 y de cara a las elecciones presidenciales en 2012 en EE.UU., el presidente Obama anunció su plan de retirada de tropas de Afganistán y el inicio de un diálogo político con los talibanes para llegar a un acuerdo de paz.

Por supuesto que no es coincidencia que durante el verano de 2011 las encuestadoras registraron un récord de impopularidad de la guerra en Afganistán entre estadounidenses. La presión de los congresistas demócratas y las propias ambiciones de reelección de Obama en 2011 marcaron el inicio de la reconquista de Afganistán por parte de los talibanes.

A lo interno de Afganistán el fracaso del sistema liberal democrático fue total. Según el Gobierno de EE.UU., un tercio de la asistencia económica enviada al país centroasiático se perdió en corrupción. Durante sus 13 años en el poder, el expresidente Hamid Karzai, quien hoy lidera las negociaciones con los talibanes para la rendición del Gobierno afgano, logró desilusionar a la población de tal manera que la participación en las elecciones cayó de 83% en 2004 a menos de 20% del padrón electoral en 2019. Y la desaparición total del ejército afgano durante la reconquista talibán de Afganistán (de más de 300 mil soldados bien equipados) es reflejo del compromiso de su liderazgo. Durante el fin de semana pasado cerca de 600 oficiales escaparon a Uzbekistán a bordo de 22 aviones y 24 helicópteros de guerra. Esas aeronaves justamente eran el apoyo aéreo que estaba destinado a resistir los avances de los talibanes por al menos dos años más. El propio presidente Ashraf Ghani huyó, supuestamente con más de $167 millones en valijas, a los Emiratos Árabes Unidos.

Nuevo orden mundial sin derechos humanos

Tras la caída del muro de Berlín, el orden internacional actual bajo el liderazgo de EE.UU. coronó la dolorosa implosión del ideal liberal con la ya infame y calamitosa retirada de tropas de Afganistán. Sin embargo, las trágicas imágenes del aeropuerto de Kabul son solo las últimas en una larga lista de un precedente de fracaso. La retirada de tropas de Irak, por ejemplo, produjo resultados similares –el Estado islámico tomó control del armamento americano y brutalmente gobernó parte de Irak y Siria desde 2014 a 2019. Los bombardeos de la OTAN contra fuerzas de Gadafi en Libia en 2011 dejaron el país en una guerra civil que aún persiste, e imposible olvidar el fracaso del Gobierno de EE.UU. en prevenir la muerte de su embajador y personal diplomático en Benghazi. Lo mismo sucedió en Siria, la estrategia de EE.UU. de armar a las fuerzas democráticas de defensa siria culminó en el total abandono de los combatientes kurdos, que terminaron por pactar un acuerdo con el régimen de Assad. El caso regional de Venezuela no es tan diferente, ya que la fórmula se repite: un apoyo endeble y sin principios a grupos opositores de los “enemigos de los intereses de occidente”.

El tácito reconocimiento del sistema internacional al Emirato Islámico de Afganistán bajo un gobierno talibán, similar a la tácita aceptación de la invasión rusa de Crimea o la coexistencia regional de EE.UU. y la dictadura venezolana y nicaragüense, deja al desnudo que ningún país ni grupo de países en el mundo tiene el poder y la voluntad política o económica para determinar la agenda global. El ideal comunista de la Unión Soviética se derrumbó ante la determinación de los muyahidines. El ideal liberal fracasó en la construcción de una nación democrática en Afganistán, y huyó de los talibanes dejando atrás cualquier legitimidad del discurso liberal y cualquier pretensión de promover la protección de los derechos humanos.

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