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- 10/11/2019 11:17
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El expresidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva se prepara para encabezar la oposición al Gobierno de Jair Bolsonaro, pero la derecha ya intenta articular una enmienda constitucional que le podría llevar otra vez a la cárcel.
Lula recuperó la libertad el pasado viernes y su vuelta al ruedo a la política ya ha sido un revulsivo para una oposición aletargada desde la llegada al poder del ultraderechista Jair Bolsonaro, quien asumió el pasado enero con una aplastante mayoría parlamentaria.
El exmandatario pasó 580 días preso por corrupción y fue liberado por un cambio en la jurisprudencia judicial, que pudiera llegar a ser alterado nuevamente en el Congreso, mediante una enmienda a la Constitución de 1988.
Aún así, con sólo dos días en la calle, Lula ha reunido a todas las fuerzas del arco progresista, que estuvieron representadas en un gran acto de "bienvenida" organizado este sábado por el Partido de los Trabajadores (PT), que bajo la figura de su líder histórico se plantea ahora la conformación de un gran frente opositor.
EL NORESTE: LA PRIMERA ESCALA HACIA LAS MUNICIPALES
Fuentes del PT consultadas por Efe dijeron que el primer objetivo que se ha trazado Lula para comenzar a reconquistar poder para las fuerzas de la izquierda son las elecciones municipales de octubre próximo.
Esos comicios serán una prueba también para el propio Bolsonaro, cuya popularidad ha caído en picada desde que asumió el poder y se sitúa hoy en torno al 30 %, según diversas encuestas.
Sin embargo, en lo político hay quien calcula que el gobernante puede retomar apoyo con la liberación de Lula, pues éste encarna un "enemigo común" para las diversas tendencias de derechas que rodean a Bolsonaro.
Lula decidió pasar este primer domingo en libertad en familia, pero dedicará la próxima semana a preparar una serie de viajes por el país que, según explicaron a Efe portavoces del PT, comenzará en la región noreste, conformada por nueve estados con gobernadores del espectro de centroizquierda.
El primer gran acto en esa región será el próximo día 17, en la ciudad de Recife, capital del estado de Pernambuco, donde Lula nació hace 74 años y que tiene como gobernador a Paulo Cámara, una figura emergente del Partido Socialista Brasileño (PSB), que se plegaría a un frente opositor.
El expresidente también prepara otro acontecimiento que puede ser de fuerte impacto político y mediático: su casamiento con la socióloga Rosangela da Silva, con quien comenzó una relación poco antes de ir a la cárcel.
LA DERECHA AFILA LAS "ESPADAS DE DAMOCLES"
El hecho de que Lula esté en libertad no quita que aún pesa sobre él una pena a ocho años de prisión, confirmada en tercera instancia y de la que ha cumplido un año y siete meses.
El exmandatario dejó la cárcel por una decisión del Supremo que anuló la jurisprudencia en vigor hasta ahora, según la cual una pena se ejecutaba tras ser ratificada en segunda instancia, y estableció que eso sólo ocurrirá cuando acabe todo el proceso de apelaciones.
Lula aún tiene un recurso en trámite, ante el propio Supremo, que aún no se ha pronunciado pero que si lo llegara a negar, devolvería al expresidente a un encierro que, según la ley brasileña, podría ser hasta domiciliario pues ya ha cumplido un sexto de la pena.
Más allá del ámbito estrictamente judicial, la otra "espada de Damocles" que pende sobre Lula está en un Parlamento en el que la derecha tiene mayoría y ya articula una enmienda que acabaría con las interpretaciones que la Constitución permite sobre la ejecución de una condena penal.
El diputado Eduardo Bolsonaro, hijo del mandatario, ya anunció que trabajará en el Parlamento para llevar adelante una alteración del texto constitucional que establezca de forma clara que una pena se debe ejecutar una vez confirmada en segunda instancia.
De hecho, en las cámaras legislativas ya tramitan tres proyectos en ese sentido, que las fuerzas del llamado "bolsonarismo" pretenden impulsar tras la excarcelación de Lula.
Esa enmienda constitucional ya recibió apoyo de los manifestantes que, este sábado, salieron a las calles de decenas de ciudades para protestar por la excarcelación de Lula y que reavivaron la ola de rechazo al exmandatario y al PT que, en 2018, ayudó a la primera victoria electoral de la ultraderecha en Brasil.