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- 24/12/2015 13:51
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Se acerca tímida a la mesa y con un hilo de voz pregunta si ahí es donde se escriben cartas: "Quiero desearle Feliz Navidad a mi hijo y decirle que no podré visitarlo en la cárcel".Roberia Lima dos Santos tiene 64 años y trabaja de cocinera.
Como miles de otras personas que han solicitado este servicio gratuito del gobierno estatal de Sao Paulo, quiere ayuda para enviar una carta que ella es incapaz de escribir. "Dígale que le mando un beso, que vaya con Dios y que sus hermanas están todas bien", dicta escuetamente a una de las voluntarias del programa Escribe Cartas destinado a personas analfabetas, en una escena que recuerda la película brasileña "Estación Central".
El hijo de Roberia, Robson, de 38 años, está preso hace tiempo por robar bancos. Este año no podrá visitarlo y decidió enviarle una carta de Navidad.
Aunque asegura a la AFP que sí sabe escribir, dos Santos pide ayuda de este programa que funciona desde 2001 en la popular zona de Itaquera, en el este de Sao Paulo, en un centro de atención de servicios públicos.
"¿Será que llegará antes de Navidad? Póngale que todos le mandan besos", agrega. La voluntaria le pregunta si quiere firmar la carta y Roberia, con una letra redonda y grande, escribe con dificultad su nombre al pie de la hoja.El sobre es sellado y le indican dónde despacharlo. Roberia se levanta, recoge sus cosas y se pierde caminando en el ajetreo de los últimos días del año.
Preguntar y preguntar
Según un estudio de la Unesco de 2014, Brasil tiene 14 millones de adultos analfabetos, un 7% de su población de unos 200 millones de habitantes, y es el octavo país del mundo por la cantidad de personas que no saben leer o escribir.
Millones más -otro 17,8% de la población- son analfabetos funcionales: conocen letras y números pero no comprenden lo que leen o no saben sumar ni restar.
Para los voluntarios del programa Escribe Cartas es una realidad con la que se enfrentan día a día. "No deja de impresionarme la cantidad de personas que no sabe leer ni escribir o que, sabiendo, no es capaz de expresarse correctamente de manera escrita", comenta a la AFP Vera Rocha, que hace dos años colabora en el programa.
De 71 años, es profesora jubilada y describe su labor con entusiasmo. "A veces viene gente que dice 'dígale que los extraño y que los quiero', pero con eso no completamos una carta entera.
Así que tenemos que empezar a preguntar por qué siente nostalgia, a quién echa de menos, por qué dejó de ver a esas personas, si se peleó con alguien", cuenta a la AFP. Sólo ahí, con más elementos, pueden dar forma a una carta. Han escrito mensajes de amor y de despecho; muchos llegan "para que alguien los escuche" y otros buscan a lejanos parientes sin ninguna referencia concreta, cuenta Vera.
Cárcel y televisión
El programa Escribe Cartas del gobierno de Sao Paulo sólo existe en dos lugares de la ciudad. En Itaquera se han enviado más de 42.000 cartas desde 2009.
La mayoría está destinada a programas de televisión, aunque también destacan las misivas enviadas a las cárceles. A los primeros, mucha gente escribe pidiendo ayuda para reformar una casa o para tratar un problema de salud. Como Valeria Correia, de 29 años, que necesita dinero para una cirugía. "Yo no tengo las ideas claras, no sé cómo decir lo que quiero, por eso vine aquí", contó.
Los voluntarios no sólo escriben cartas, sino también ayudan a completar formularios, entender instrucciones para pedir documentos oficiales o escribir reclamos contra empresas de servicios.
En estas fechas también hay un buzón destinado a Santa Claus. "La verdad es que cada vez se escriben menos cartas", dice a la AFP Zulene Chagas, coordinadora del programa. "Con internet y Facebook eso cambió mucho", añadió. La mayoría de los usuarios son personas mayores de 50 años.
En "Estación Central", la película de 1998 del brasileño Walter Salles, el personaje interpretado por la actriz Fernanda Montenegro se sienta a escribir cartas en una mesa instalada en medio de los pasillos de la estación de trenes de Rio de Janeiro.
"¡Pero nosotras sí enviamos las cartas, no como ella!", dice riendo la voluntaria Vera Rocha porque, en la película, esas cartas quedan para siempre guardadas en un cajón.