Desorden mundial: la triste reivindicación de la violencia

Actualizado
  • 14/01/2022 00:00
Creado
  • 14/01/2022 00:00
El conflicto en Ucrania, la amenaza china de invadir Taiwán, y la violencia generalizada por el crimen organizado en América Latina presuponen un inminente conflicto bélico que obligue a los actores del sistema internacional a tomar bandos.
'El sistema internacional está en total desorden a falta de un liderazgo predominante'.

Tras las reuniones entre diplomáticos de EE.UU. y Rusia en Ginebra, Suiza, este lunes 10 de enero y las reuniones entre los miembros de la OTAN y el régimen de Moscú en Bruselas, Bélgica, el miércoles 12 de enero, el viceministro de Defensa ruso, Sergei Ryabkov, declaró ante los medios que las negociaciones no lograron un acuerdo para resolver la crisis en Ucrania. El Ministerio de Defensa de Rusia públicamente anunció que entregó un portafolio de opciones militares al presidente Vladimir Putin.

La competencia de grandes poderes por la supremacía del nuevo orden mundial llegó a un impasse. Ni EE.UU. ni China ni Rusia han logrado, durante los dos últimos años de crisis mundial, compeler al sistema internacional de naciones a gravitar definitivamente hacia un polo de poder. Ante la falta de una ideología coherente o una narrativa convincente, las grandes potencias mundiales se dirigen, por negligencia, hacia un conflicto inevitable. El realismo predominó sobre el liberalismo, y la violencia pareciera ser que será nuevamente el combustible que obligue al sistema de naciones a girar, generando por inercia la polaridad que tanto desean los triste gobernantes del mundo.

Rusia-Ucrania-Otsc

Tras dos décadas en el poder, el régimen ruso de Vladimir Putin logró crear una ventana de oportunidad para expandir su influencia y poderío en Europa. Luego de la invasión a Georgia en 2008, la anexión de Crimea en 2014, la interferencia en las elecciones de EE.UU. en 2016, y tras la desastrosa retirada de tropas de la OTAN de Afganistán, el régimen de Moscú determinó que las semillas de la discordia y la división que sembraron ya florecieron y que los frutos de un plan concebido en 2001 están listos para la cosecha.

Rusia tiene rodeada a Ucrania en tres frentes. Al este, más de 30 mil soldados rusos y alrededor de 60 tanques de guerra están preparados para tomar en menos de una semana los territorios de Luhansk y Donetsk.

Al norte, a 344 kilómetros de Kiev, 14 batallones de grupos tácticos, dos batallones de infantería motorizada, 30 tanques de guerra, un batallón de artillería, y dos batallones de las fuerzas de cohetes esperan instrucciones para tomar la capital.

Y al sur, en la base naval rusa en Sevastopol, Crimea, cerca de 20 mil soldados adicionales están preparados para dividir los esfuerzos de defensa de las fuerzas armadas de Ucrania.

En total, los expertos de seguridad estiman que para la primera semana de febrero alrededor de 175 mil soldados rusos, en tres frentes, estarán listos para invadir Ucrania, cuyas fuerzas armadas cuentan con tan solo 145 mil soldados. Para la primera semana de febrero las planicies entre Rusia y Ucrania estarán completamente congeladas, lo cual agilizará el paso de tanques de guerra y el transporte de tropas.

A pesar de la evidente ventaja de las fuerzas militares rusas vis-a-vis Ucrania, el mayor logró de Moscú ha sido la división y consecuente inacción de la OTAN. EE.UU. y sus aliados europeos descartaron del todo la disuasión por negación. Es decir, ni EE.UU. ni sus aliados europeos estuvieron dispuestos a desplegar fuerzas militares en Ucrania para disuadir y negar una posible invasión rusa.

Las sanciones económicas tampoco son una opción para el bloque trasatlántico. La Unión Europea depende de Rusia para suplir su mercado de energía. Un 47% del consumo energético europeo proviene del uso de gas natural de Rusia. Y los precios de la energía en Europa aumentaron un 400% en 2021 y un 50% adicional en la primera semana de 2022.

Y la nueva alianza entre China y Rusia compensará cualquier bloqueo tecnológico que pretenda implementar EE.UU. en retaliación a una posible invasión de Ucrania.

Y a pesar de que, según las últimas encuestas, un tercio de la población ucraniana estaría dispuesta a tomar armas en contra de una posible ocupación rusa del país, EE.UU. y sus aliados tendrían que entonces armar alrededor de 325 mil ucranianos (el estimado necesario, según expertos de defensa) y entrenarlos para combatir y repeler a los rusos. Una hazaña casi imposible y que supondría un conflicto prolongado en el centro de Europa sin un final seguro.

Adicionalmente el régimen de Moscú demostró que no actúa solo. Luego de las protestas en Kazajistán durante la primera semana de 2022, la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) liderada por Rusia, demostró la alta coordinación militar entre Tayikistán, Kirguistán, Bielorrusia, Armenia y el régimen de Moscú. En cuestión de horas, cerca de 3 mil soldados de la OTSC se movilizaron y tomaron control de toda la infraestructura crítica de Kazajistán, y tras una semana de operaciones de paz iniciaron este jueves su retirada. Un ejercicio en tiempo real que mostró al mundo que los satélites exsoviéticos se mantienen no solo alineados, sino coordinados por Moscú.

En Europa, la co-dependencia energética entre la Unión Europea y Rusia, y las desventajas militares de la OTAN vis-a-vis Moscú, tanto por capacidades bélicas en Europa como por las divisiones entre EE.UU. y sus aliados, no permitirán la pacífica expansión de la Unión Europea hacia los países bálticos ni la incorporación de nuevos miembros a la OTAN sin arriesgar un conflicto armado.

China-Sco

La proximidad geográfica entre Rusia y China y sus respectivas ambiciones hegemónicas no han producido la enemistad que tanto desea occidente. Expertos esperaban que la retirada de tropas de EE.UU. y la OTAN de Afganistán generaría un problema de seguridad para China y Rusia, y consecuentemente sembraría discordia y división entre los objetivos de Pekín y Moscú.

Sin embargo, las operaciones de la OTSC en Kazajistán más bien mostraron lo eficiente que puede ser Moscú en contrarrestar elementos desestabilizadores en Asia central. La estabilidad de la región es esencial para Pekín y sus ambiciones económicas y multilaterales en la región. China demostró en sus comunicados oficiales que está dispuesta a permitir la hegemonía rusa sobre Asia central, siempre y cuando el Kremlin elimine elementos desestabilizadores. Moscú, por su parte, podrá blindar su economía ante sanciones de occidente estrechando lazos económicos con la Shanghai Cooperation Organization.

Por su parte, el régimen de Xi Jinping logró, sin mayor obstáculo ni repercusiones internacionales, subyugar a Hong Kong a través de la nueva ley de seguridad nacional de 2019. Y paulatinamente está sentando las bases para una eventual conquista de Taiwán. Pekín está apostando a que el aparato democrático de EE.UU. impida la acción militar unilateral por parte de algún presidente estadounidense en defensa de Taiwán. Y la realidad es que es difícil imaginar que el legislativo de EE.UU. encuentra las agallas o la voluntad para sancionar una guerra en el Pacífico.

En el Indo-Pacífico las alianzas entre Rusia e India, China y Pakistán, y la simbiosis entre Moscú y Pekín contendrán la expansión o dominación de un solo polo de poder en la región.

EE.UU.-Latam-Celac

El polo de poder que definitivamente perdió influencia y gravedad durante los últimos dos años de crisis mundial fue EE.UU. Por supuesto que las intervenciones en el medio oriente y la presidencia de Donald Trump son los ejemplos más visibles del fracaso total del liderazgo de EE.UU. en el sistema internacional. Sin embargo, más alarmante para el nuevo orden mundial es la falta de influencia que tiene Washington sobre América Latina. EE.UU. ya no es el principal socio comercial de la región, es China.

Para finales de 2022 toda Sudamérica, con excepción de Ecuador, estará liderada por gobiernos de izquierda. Las dictaduras de Cuba, Venezuela y Nicaragua no solo sobreviven si no se fortalecen con nuevos aliados como Irán y China, y el apoyo tradicional de Rusia. El gobierno de Nayib Bukele en El Salvador gobierna como metrónomo al paso de los autoritarios. Y el crimen organizado penetró todas las esferas de la sociedad regional.

A pesar de haber anunciado el programa de asistencia económica Build Back Better World, el presidente Joe Biden no ha logrado que ni un solo país de la región exprese su apoyo a Washington y rechazo a Pekín. Vale la pena repetirlo: ni un solo país en América Latina, a pesar de las dádivas, de las donaciones de vacunas, de las promesas de inversión, de la afinidad cultural, de los lazos históricos, ni un solo país en la región ha demostrado una alineación ideológica con EE.UU.

Mientras que China ya confirmó al menos 14 foros de cooperación multilateral, y propuso otras 8 conferencias con países miembros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) para 2022-2024. China avanza proyectos de defensa y seguridad nacional, minería, inversión y comercio, finanzas, ciberseguridad, 5G, salud y seguridad alimenticia, educación e intercambios culturales, medios de comunicación y hasta cooperación espacial.

En las Américas, EE.UU. perdió el liderazgo y sobre todo la habilidad de influenciar a los gobiernos de la región. Las amenazas de seguridad producto del crimen organizado en la región y las crecientes olas migratorias hacia Norteamérica mantendrán a EE.UU. a la defensiva fácilmente por la próxima década. La división entre la Unión Europea y Washington también redujo la influencia de EE.UU. sobre las democracias del mundo y por lo tanto la habilidad de la Casa Blanca de generar la gravedad para ser el polo de poder predominante a nivel mundial.

Conclusión

El sistema internacional está en total desorden a falta de un liderazgo predominante. Y el conflicto en Ucrania, la amenaza china de invadir Taiwán, y la violencia generalizada por el crimen organizado en América Latina presuponen un inminente conflicto bélico que obligue a los actores del sistema internacional a tomar bandos. Es más, el fracaso de las negociaciones entre las partes y la ausente defensa de ideales democráticos o inclusive la falta de apego al derecho internacional parece indicar una preferencia por el conflicto. El árbitro que decidirá el rumbo del nuevo orden mundial parece ser la violencia y no la virtud.

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