El nuevo presidente de la Asociación de Armadores Panameños reflexiona sobre las oportunidades y retos del sector marítimo

- 09/09/2025 12:02
Nepal vive una de sus crisis políticas más graves de los últimos años. Las protestas iniciadas en septiembre de 2025, lideradas principalmente por jóvenes de la Generación Z, estallaron después de que el gobierno prohibiera el acceso a redes sociales como Facebook, Instagram y X. La medida, justificada como un intento de controlar la desinformación, fue interpretada por la población como un ataque directo a la libertad de expresión y a la voz de los más jóvenes.

Lo que comenzó como marchas pacíficas en Katmandú se transformó en un estallido social. La represión de la policía, con uso de gases lacrimógenos, balas de goma y munición letal, dejó al menos 19 muertos y centenares de heridos. El aeropuerto de la capital fue cerrado temporalmente, se impusieron toques de queda y el ejército advirtió sobre la posibilidad de intervenir si el orden no se restablecía.
En medio de la presión social y tras el asalto de manifestantes a edificios gubernamentales, el primer ministro KP Sharma Oli presentó su renuncia. Oli, un veterano político que asumió el cargo en 2024 tras una frágil coalición, fue considerado por años un “superviviente político”, pero no pudo resistir la indignación popular provocada por la censura digital y el saldo de muertes durante las manifestaciones.

Su dimisión abrió un nuevo vacío de poder en un país acostumbrado a la inestabilidad política. Nepal ha tenido más de una decena de primeros ministros en los últimos 15 años, lo que refleja la fragilidad de su sistema de partidos y la dificultad de alcanzar consensos duraderos.
La actual crisis en Nepal no puede entenderse sin su complejo pasado reciente. El país, enclavado entre India y China, abolió la monarquía en 2008 tras una guerra civil de una década que dejó miles de muertos y desplazados. Desde entonces, se convirtió en república, pero su joven democracia se ha visto marcada por la volatilidad política, la corrupción y los constantes cambios de gobierno.

Además de la inestabilidad institucional, Nepal ha enfrentado graves tragedias. El terremoto de 2015, que dejó cerca de 9.000 muertos, destruyó infraestructura y retrasó el desarrollo. A esto se suma la creciente vulnerabilidad climática: lluvias extremas, inundaciones y deslizamientos de tierra han golpeado duramente a la población en los últimos años, profundizando la percepción de un Estado incapaz de responder a las emergencias.
Los manifestantes, en su mayoría jóvenes, no solo protestaron contra el bloqueo de las redes sociales, sino que también exigieron el fin de la corrupción, mayor transparencia gubernamental y un cambio en la forma de gobernar. La Generación Z, nacida en democracia y marcada por el acceso a la tecnología, ha emergido como un nuevo actor político en Nepal.

Uno de los reclamos más visibles es la falta de oportunidades laborales y educativas, sumado al descontento por un sistema político dominado por élites tradicionales que han concentrado poder y beneficios sin atender las demandas de la mayoría.
Tras la renuncia de Oli, Nepal se enfrenta a una transición incierta. La designación de un nuevo líder dependerá de los acuerdos entre partidos políticos, aunque la presión social y el protagonismo juvenil podrían marcar el rumbo. Analistas advierten que el país corre el riesgo de caer nuevamente en un ciclo de gobiernos débiles e inestables si no se atienden las causas de fondo: la falta de confianza en las instituciones, la corrupción y la exclusión de los jóvenes en la toma de decisiones.

Mientras tanto, la ciudadanía permanece en las calles, demandando que se respeten sus libertades y que se garantice una verdadera reforma democrática. Nepal, conocido en el mundo por su cultura milenaria y su geografía dominada por el Himalaya, atraviesa ahora una prueba decisiva para el futuro de su democracia.