Brindando en la copa rota

Actualizado
  • 22/02/2009 01:00
Creado
  • 22/02/2009 01:00
PANAMÁ. El licor es el catalizador de la libertad sin límites en estos días en que Dios duerme boca abajo. Emborracharse no solo es pa...

PANAMÁ. El licor es el catalizador de la libertad sin límites en estos días en que Dios duerme boca abajo. Emborracharse no solo es parte, también es un fin en sí mismo y parte de la mística carnavalesca nacional.

De paso por el supermercado se obtiene la dimensión exacta de la “ponchera”. Las latas de cerveza vuelan; tienen levadura y quizá por eso desaparecen como pan caliente. El ritmo de salida es vertiginoso, pero también el de entrada: las estanterías y neveras nunca llegan a estar vacías.

Recorriendo la Vía Transístmica —sede del Carnaval capitalino— rostros desfigurados y cuerpos sin voluntad son las evidencias de un consumo desmedido.

La verdad se desploma. Y ahí, en el suelo, en el primero día de Carnaval, yace Pablo Rojas inconsciente. Desconectado de la realidad ignora que está siendo asistido por su esposa avergonzada y un grupo de paramédicos, en una triste acera anónima y caliente.

El suyo es tan solo un caso más. En el Hospital Santo Tomás y el Servicio Nacional de Protección Civil dicen que en el 2008 se atendieron 188 casos de intoxicación producto del exceso de alcohol en los cuatro días en que reinan el lujo, el esplendor y la lentejuela. También la borrachera.

Los policías y paramédicos del área no se dan abasto contrarrestando la agresividad que desata el alcohol. Mientras tanto, junto a ellos, todo un pueblo sigue “chupando”.

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