Un marinero en mar de cartones

Actualizado
  • 21/06/2009 02:00
Creado
  • 21/06/2009 02:00
PANAMÁ. Buena parte de sus 50 años Emérito Pérez los ha pasado en los predios de la Iglesia Cristo Rey, sentado en cartones y en las ta...

PANAMÁ. Buena parte de sus 50 años Emérito Pérez los ha pasado en los predios de la Iglesia Cristo Rey, sentado en cartones y en las tardes camina hasta las bancas del Hospital Santo Tomás que está a unos pasos.

Allí, Emérito Pérez pide limosna junto a otro indigente, un viejo barbudo que dice servirle de guardaespaldas. Cuenta que en su juventud fue marinero. Trabajaba en barcos camaroneros con tanta pasión que nunca tuvo mareos como otros. Muestra las palmas de sus manos como evidencia de aquel tiempo. Están duras y rasgadas con cicatrices.

Su mujer murió hace siete años en esa misma esquina del Santo Tomás donde lo hallamos. Tuvo un ataque cardiaco y era indigente.

Lo mismo puede ocurrirle a él, pero prefiere no ser llevado a una casa de caridad ni a REMAR ni a Puertas Abiertas de la Alcaldía. Las conoce de cabo a rabo y en tono resuelto dice que no le gusta el trato. “Prefiero la cárcel”, insistió. Estuvo 30 años preso en Costa Rica, no quiso decir el motivo de la condena. En Costa Rica también dejó dos hijos, a los que nunca ha vuelto a ver. Aún así se nombra como un buen padre.

Su fuerza corporal se nota agotada, la usa para hablar hasta por los codos. Y cuando Emérito necesita estirar las piernas camina hasta el Terraplén, donde se reúne con otros hombres y pescadores.

“¿Viste el avión que se perdió en París con 200 pasajeros?”. La pregunta sale entre gotitas de saliva de sus labios, después de ojear las páginas sueltas de un periódico.

Lo único que dice lamentar es no haberse quedado en California cuando fue marinero. “pude hacerlo, escapando de la nave”, agregó.

Caminando por el Santo Tomás se esmeró en presentarme a cuanto indigente se encontrara. Emérito es tan popular, que ellos hasta lo tratan como un líder. El recorrido acabó cerca de la iglesia, en un kiosco de cuyo techo alcanzó dos bolsas plásticas con sus pertenencias. Ya iba a descansar y se despidió sintonizando música en su radio.

Lo Nuevo
comments powered by Disqus