Cinta crea polémica

Actualizado
  • 25/10/2009 03:00
Creado
  • 25/10/2009 03:00
PANAMÁ. Este martes el ministro de Obras Públicas, Federico Suárez, dio la señal que oficializaba la construcción de la segunda fase de ...

PANAMÁ. Este martes el ministro de Obras Públicas, Federico Suárez, dio la señal que oficializaba la construcción de la segunda fase de este proyecto. Se explicaron detalles, como la inversión de 52 millones, transformación del área, eliminación de muelles descascarillados y la longitud de la obra: 600 metros.

Sin embargo, cuando se preguntó a Suárez sobre el impacto que tiene la obra en el ambiente, el ministro respondió que no requiere de un nuevo Estudio de Impacto Ambiental, porque ya existe uno vigente categoría III, que abarca toda la zona de impacto, el cual ha sido validado tanto por la Autoridad Nacional del Ambiente (ANAM) y la Autoridad Marítima de Panamá.

Lo que sí se requiere, dijo el también empresario, es un Estudio de Impacto Ambiental para construir el Muelle Multipropósito, para el cual ya se están realizando las gestiones correspondientes.

La respuesta de Suárez choca con los planteamientos del ex director de la Oficina de Patrimonio Histórico Carlos Fitzgerald, que piensa que aunque sea una adenda al contrato anterior, sí se requiere de un nuevo Estudio de Impacto Ambiental, más cuando el estudio de la primera etapa terminaba en el Mercado del Marisco, donde precisamente arranca la segunda fase.

Fitzgerald sustenta su planteamiento en el hecho de que él trabajó en la realización del estudio de la primera etapa, y también en que todo proyecto de esta naturaleza requiere de una evaluación de los daños que provocará en el lecho marino que será rellenado.

Sobre este punto, la arquitecta y ambientalista, Raisa Banfield, del Centro de Incidencia Ambiental, recordó que desde la primera fase del proyecto se manejó torcido y sin información del tema ecológico para la comunidad. “Mal se puede corregir en esta segunda fase”.

Banfield dice que ella solamente ha visto los planos para la primera etapa, la de la Avenida Balboa, no los nuevos, pero le dará un voto de confianza a las palabras del ministro Suárez, hasta que la próxima semana se acerque a solicitar toda la información relacionada con el Estudio de Impacto Ambiental.

También recuerda Banfield que estos proyectos se realizan sin que se les abra un período de consulta pública y así conocer las sugerencias. “Nosotros le exigíamos una consulta ciudadana pero nunca se nos llamó”, dice la arquitecta, que también lamenta que ese proyecto no tenga un parque real.

VIOLACIÓN AL PATRIMONIO

Suárez, quien durante la visita también se percató del avance de la obra, maquinaria descargando rocas sobre el lecho marino putrefacto que rodea al muelle fiscal que también será demolido para ser reubicado, aseguró que contaba con el apoyo del Instituto Nacional de Cultura (INAC), la Oficina del Casco Antiguo (OCA) y la Dirección Nacional de Patrimonio Histórico, que sostendrán reuniones periódicas con el MOP para darle seguimiento al avance de los trabajos.

Este punto es mucho más preocupante para Fitzgerald que advierte que se viola la ley que rige el Conjunto Monumental del Casco Antiguo. Esta normativa prohíbe los rellenos: “ni agregar ni quitar espacio al territorio que está dentro de los linderos del Patrimonio de la Humanidad y la placita 2 de enero está dentro”.

Jaime Zárate, director de la Dirección de Patrimonio Histórico, reconoce que se han dado las consultas con el MOP, para “ventilar el concepto, ver los detalles” del lindero del Patromonio y también la Comisión de Monumentos se reúne cada 15 días.

Zárate manifiesta que esta comisión le ha solicitado una serie de documentos al MOP, pero que ya ésta tiene el visto bueno del proyecto, lo que falta es refrendar los documentos. Sobre los negocios que operan en el área, el arquitecto dice que la zona subirá de precio y los negocios de licor y prostitución pronto se quedarán sin clientes, se tendrán que ir.

TRES HORAS EN EL TERRAPLÉN

Viernes por la tarde. Sobre el pavimento sucio, acolchonado por basura y seres humanos que cohabitan sin oponer ninguna resistencia, la zona vive sus últimos días: venta de enseres, de placeres, de cervezas, de mascotas, de comida que se enfría al paso del tiempo, en fin, una calle que se transformó en un mercado infinito.

Ya los transeúntes hablan del cambio, del nuevo proyecto que se construye y del que llega el ruido hasta el Mercado del Marisco: rocas tintineando en los camiones volquetes que se deslizan hasta la orilla de la playa.

Los olores de la tarde están por todos lados, pero ¿a qué huele una calle hinchada de escombros y de enseres que se tuestan en la calle antes de que un comprador los lleve a casa? Esta misma calle es un lugar de recreación para otros, que aprovechando la brisa marina, juegan una partida de dominó hasta que la oscuridad lo cambie todo, todo esto en una orilla de la calle.

Los empresarios andantes también abandonan el lugar. En una orilla de la vereda viene un señor cincuentón con un carrito de supermercado, repleto de termos de café. Va o viene, le pregunto. Ya vengo, responde, voy a guardar. ¿No le queda un medio vaso?, pregunto, para que no piense que solamente lo quiero entretener.

Pero lo más perdurable de este recorrido es el idear cómo será este mismo lugar cuando finalice la construcción.

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