Guerra de Pulgares

Actualizado
  • 10/04/2011 02:00
Creado
  • 10/04/2011 02:00
¡Pa na ma!, ¡Pa na ma!, ¡Pa na ma!, La barra enardecida que apoyaba a la dupleta istmeña estremecía la paredes del auditorio Gotham Hal...

¡Pa na ma!, ¡Pa na ma!, ¡Pa na ma!, La barra enardecida que apoyaba a la dupleta istmeña estremecía la paredes del auditorio Gotham Hall en el centro de Manhattan. Como en un coliseo romano, la adrenalina fluía a toda velocidad. Los contrincantes estaban en una lucha, literalmente ‘mano a mano’: los doce dedos pulgares más rápidos del mundo se disputaban en Nueva York la gran final del campeonato mundial de chateo -organizado por LG Electronics- y un botín de 100 mil dólares.

Defendiendo el tricolor panameño, las hermanas Cristina y Jennifer Sales, de 20 y 15 años respectivamente, estaban a las puertas de la gloria: habían superado las habilidades de varios de sus adversarios, pero todavía no alcanzaban la cima.

Esta es la increíble historia de la aventura de dos hermanas que comenzó como un juego y las terminaría llevando a vivir la experiencia más fascinante de sus vidas.

PLANETA EXTREMO

Una tarde cualquiera de noviembre del año pasado, al llegar retrasada a la sala de cine de X-Treme Planet, Cristina Sales se tumbó en un sofá del lobby a chatear con sus amigas mientras esperaba la siguiente tanda. Distraída no se percató que una azafata de LG y Claro la observaba con detenimiento. Le sorprendía su rapidez con los pulgares. Así que la invitó a participar de una promoción: escribir mensajitos. Los más rápidos competirían por ser los representantes nacionales en el mundial de chateo en enero de 2011. Al principio Cristina dudó, pues no estaba familiarizada con el modelo de celular, pero la azafata terminó convenciéndola. Tras no pocos intentos llegó a pasar los 200 caracteres por minuto, una marca alta.

- ¿ Tú sabes que tienes una oportunidad de ir a Nueva York y ganarte 100 mil dólares?- le dijo la azafata.

- ¿Ahhh? Yo pensé que esto era un juego nada más! Cristina de inmediato decidió sumar a alguien cercano y de confianza para que la acompañara en la aventura de convertirse en representante de Panamá. Primero pensó en su hermano mayor, Nelson. Este le dijo que no, aduciendo su falta de agilidad manual. ‘¿Por qué no le dices a Jennifer -la hermana menor-?’, le recomendó. Cristina no estaba convencida. Para disipar dudas la llevó al Multi Plaza, a otro puesto de LG. Tras una hora de batallar, Jenny también superó la marca de los 200 caracteres por minuto. Estaban a las puertas de la final nacional.

De origen Barranquillero, los Sales llegaron a Panamá hace poco más de una década y han hecho de este país su hogar. Viven en Paitilla, en un apartamento bellísimo. Aunque podrían colmar a sus vástagos con excesos, los Sales impusieron límites qué, curiosamente, terminaron potenciando este extraño talento del chat. Como por ejemplo, enseñarles a controlar sus gastos restringiendo sus planes de celular.

‘Cuando yo cumplí 15 años, me acuerdo, mi papá me dio 30 minutos y 300 mensajitos. Hasta entonces yo sólo podía chatear, no tenía minutos. Mi papá decía que las llamadas eran solo de emergencia’, recuerda no precisamente con agrado Cristina, quien reconoce ser más hábil con los celulares de teclado numérico que con los tipo QWERTY.

Para Jennifer, a quien de cariño su familia llama Chiqui, chatear en teclado QWERTY es algo natural. Recibió su primer blackberry a los 11 años. Incluso en el colegio, donde está prohibido su uso, se lo han decomisado al menos tres veces. No es de extrañar que pueda escribir mensajes sin ni siquiera ver el celular.

La tarde del domingo 21 de noviembre del 2010, en la discoteca Velvet Club en Marbella, los 32 pulgares más rápidos del país se disputaban el LG Mobile World Cup Panamá Championship 2010. Igualito que el mundial, pero del patio.

- ¿La competencia no era como mandar chats normalmente? - No, porque cuando mandas un chat estas expresando tus ideas. Aquí te tiraban palabras al azar sin sentido y al copiarlas bien avanzabas en la carrera. Incluso habían palabras para enredarte, en vez de sonreír te ponen sonrerir, entonces tu escribes sonreír y no se te entra- relata Jennifer.

Mientras Cristina parecía una experta de larga trayectoria en la competencia, Jenny, la menor, estaba muy nerviosa. ‘Yo no lo podía creer, porque Jenny estaba perdiendo, Jenny no iba’ recuerda Cristina en una entrevista vía Skype desde Estados Unidos donde va a la Universidad. ‘Ay, voy a tener que ir con el man de al lado’, pensaba con resignación.

Hasta que al final de la última etapa, Cristina, sabiéndose vencedora, no atinaba a comprender la posición conseguida por su hermana. Estaba confundida. Miró a Jenny que paercía triste: ‘Hay nooo, perdió’ se dijo. Entonces se acercó para consolarla. En medio del apretón una Jenny eufórica le decía: ¡Nos vamos a New York! LA GLORIA

Aunque competitivo, el ambiente de la gran final del campeonato mundial de chateo era alegre y divertido. Ya habían quedado atrás los meses de entrenamiento en los que las Sales se valieron de tarjetas elaboradas por ellas misamas para mejorar sus tiempos. Sentían sus pulgares verdaderamente listos. Como Jennifer es menor de edad, se le concedía asistir con un adulto responsable y el mentor ideal no podía ser otro que su hermano Nelson, que fue el encargado de meter la bandera de Panamá en la valija.

Llegó el momento de las primeras prácticas entre todos los contrincantes y terminaron de penúltimas. Ahí pudieron percatarse de lo buenos y rápidos que eran sus contendientes.

Los reclamos y las discusiones no se hicieron esperar. Cristina y Jennifer estaban decepcionadas por su mal desempeño. Se reprochaban mutuamente. Con lágrimas de rabia y tristeza hablaron con sus padres y desilusionadas, confesaron su fracaso anticipado. Su familia una vez más les animó. No tanto para ganar, sino para disfrutar la experiencia.

Poco a poco los 32 participantes, de 16 países y cuatro continentes, fueron adentrándose en la competición. Los coreanos, un par de adolescentes de 15 y 16 años, siempre fueron a la cabeza de la contienda. Los otros equipos de peso eran Australia y Estados Unidos, los brasileños también prometían dar batalla.

El 26 de enero llegó el día de la gran final. Las obligaron a madrugar pues tenían que acudir a una entrevista en televisión. De allí, directo a la final. Llegaron al auditorio cinco minutos antes de iniciar la competencia. En ese momento, todavía la adrenalina estaba a raya. Luego de las primeras peleas entre ellas decidieron renunciar al sentido competitivo de su viaje. Dejaron de practicar y se fueron de tour la ciudad. Ahora la única consigna era disfrutar y divertirse.

Cuando inició el torneo final, unas 150 personas entre familiares, invitados y hasta público contratado por LG, llenaban el recinto tipo arena romana. En el escenario, los 16 podios para los 32 gladiadores del pulgar se identificaban con la bandera de cada país. La primera ronda era individual y cada cual tenía que bregar por lo suyo. ‘Yo no estoy estresada y no me importa la plata. No llevamos chance. No pienses en la plata, piensa que estamos en la casa. Reza, reza, reza’ repetía Cristina para sí y para su hermana, como un mantra, con su rosario colgando del cuello. Primero le tocó a Jennifer y después a Cristina. Solamente pasaban los cuatro primeros. Y las hermanas Sales pasaron. Raspandito.No podían creer que habían sobrevivido. Continuaba una siguiente ronda en la que caerían todavía más palabras y más rápido y ambas debían chatear simultáneamente utilizando un celular con teclado numérico y otro tipo QWERTY. ‘Chiqui, tú copia las de arriba y yo las de abajo’, acordaron. En ese momento la diversión fue absoluta. Como un clic. Se escurrían de la risa en un relajo de chiquillas. Pasaron de primeras. ‘Jenny, ¿será que Dios nos iluminó?. Ayyyy te imaginas, 100 mil dólares?’ En la cuarta etapa llegaron segundas. Los cinco equipos con los mejores puntajes clasificaban a la gran final. ‘Ya, basta, ya no puedo más, me duelen los dedos ¿Para qué pasamos?’, cuestionaba saltando una descontrolada Jennifer. ‘Chiqui, estás temblando, tus manos están empapadas, sécate, sécate, cálmate!’, repetía Cristina tratando de tranquilizar a su hermanita.

La menor de las Sales, Jenny, se había convertido en la revelación del torneo. Á medida que avanzaba la competencia sus puntajes y posiciones iban mejorando. Luego de la cuarta ronda estaba entre los cuatro participantes más rápidos. Como si fuera poco, había clasificado a otra ronda, simple e individual... ¡competiría por el Récord Mundial Guinness! Ganó el australiano Cheong Kit Au, copiando 264 caracteres en tan sólo 77 segundos. Jennifer Sales, de Panamá y con 15 años, llegó en segundo lugar: se había convertido en la segunda chateadora más rápida del mundo.

Con tal distinción, los nervios dieron paso a la confianza. Una vez más salía a la luz ese monstruo arrollador en que ’Chiqui’ llega a convertirse bajo presiones extremas. Llegaba el momento decisivo: Corea, Australia, Brasil, Estados Unidos, Indonesia y Panamá estaban en la gran final del Campeonanto Mundial de Chateo. En las gradas se escuchaba cada vez más fuerte la barra, aclamaban al equipo canalero. Y no por casualidad, pues desde antes del inicio de la contienda, Nelson había confabulado con otros asistentes para apoyar a sus hermanas. Aunque sea de terceras Jenny, vamos por los 10 mil’ arengó Cristina a su hermana. La dupla coreana que había liderado toda la contienda continuaba a la cabeza con el equipo de Panamá en franca persecusión. Tan solo faltando cinco segundos del desenlace, los monitores en el Gotham Hall proyectaron como el carrito panameño -empujado por el chateo- despegó impulsado por un motor alado, pasando a los coreanos, que llegaron un segundo después. Sin esperara a que las llamaran al podio de vencedores, el hermano ya les había arrojado la bandera y se fueron trepando al escalón más alto del pedestal donde recibieron un cheque inmenso de 100 mil dólares. Entre las dos, lo sostuvieron con sus pulgares. Los más rápidos del mundo.

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