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- 28/04/2013 02:00
Calor, mucho calor en Chucunaque, un punto escondido entre los serpenteantes caminos que cruzan el Darién, donde inauguran un puente para poder transportar la madera desde los bosques donde la explotan hasta las rutas hacia la capital. Es una buena noticia, pero aquí, en la comarca Emberá-Wounaan, sobre calor hay calentura: hacen esfuerzos sobrehumanos para cuidar el medio ambiente y el gobierno quita y no da. Necesitan infraestructura y nada. Si el puente lo hizo el maderero.
‘El gobierno nos tiene en el olvido’, dice Rojil Rosales, nacido y criado aquí. Y lo dice en voz alta, delante de los representantes de la Autoridad Nacional del Ambiente (Anam), de la Agencia para el Desarrollo Internacional de Estados Unidos (USAID), de la empresa que construyó el puente y del cacique de su comunidad. Hoy van a firman una alianza los tres actores.
Y para decirlo, Rojil interrumpe el acto, distorsiona lo programado, se para y suelta, defendiendo la leyenda de su suéter ‘dile no a la tala ilegal, consume productos de bosques manejados’: ‘Nosotros necesitamos que inviertan, que vengan, que vean que no podemos sacar la madera o trasladarnos’.
Todos escuchan, aunque a algunos no les hace gracia. Saben, igual, que Rojil tiene razón y que el gobierno está muy lejos de este páramo rico en naturaleza y pobre en infraestructura.
A PURO PULMÓN
Los papeles ratifican la queja del indígena: en el Programa Forestal Comunitario en Darién, por el que interviene USAID, el ente privado y la comarca, pero la autoridad del Estado no colabora.
La ambiciosa idea que nació en 2003 hoy es una elogiable realidad gracias al esfuerzo descomunal de la comunidad y gente como Mauro Salazar, el ingeniero especialista en Manejo y Comercio Forestal Responsable que asesoró y trabajó desde el día uno.
‘Aplicamos técnicas muy sofisticadas de diseños de caminos, talas dirigidas y prácticas ambientales que previenen el deterioro del bosque y que más bien incentivan su reforestación natural’, cuenta Salazar. El cacique ratifica: ‘La comarca emberá está haciendo un esfuerzo por el país en el manejo responsable de los recursos. Son cosas pequeñas que dan el ejemplo’.
El ejemplo consiste en esto que explica Salazar: es un diseño que ya se aplicó en otros países y sirve para disminuir la presión sobre los recursos naturales de la región, mediante una mejora de la planificación del manejo forestal y la creación de nuevas oportunidades económicas para las comunidades locales. O sea: se explota la madera pero no con tala indiscriminada, sino con un proceso de selección riguroso de cuáles árboles cortar y cómo hacerlo para que no solo el daño sea mínimo, sino que se promueva el crecimiento de árboles más jóvenes (ver recuadro).
Estamos en un alto entre estos caminos atestados de especies como cocobolos, pino amarillo, naranjillo, espabé, catillo, hay tractores de montaña, máquinas intentando sobreponerse a la naturaleza. Y hay indígenas midiendo, mirando, cuidando. Porque cuidan: ‘Sólo extraemos tres o cuatro árboles por hectárea y son árboles que ya no crecen porque han llegado a su plenitud. Ese espacio deja luz, agua y otros nutrientes para los hijos y nietos. Antes, claro, identificamos los árboles y los cargamos al software, para censarlos. El terreno está dividido y censado’.
EL FUTURO
Con tanto aporte de la cooperación internacional y organizaciones de la sociedad civil, la duda es si este proyecto puede subsistir y ser rentable una vez que salgan. Parece difícil, sobre todo porque el Gobierno, en lugar de ayudar, complica: ‘En otros países los gobiernos se han sumado al proceso, que es lo que da sostenibilidad. En Panamá no, aquí el modelo es castigado por una cantidad de impuestos y una burocracia impresionante. Cobra impuestos la Anam y el municipio’, dice Salazar.
Esto es una desventaja frente a la tala ilegal, que arremete con todo y no se somete a los controles y rigurosidades del Estado.
Advierte Salazar: ‘En este momento el modelo queda en manos de la alianza industria-comunidad. Pero tienen que intervenir las autoridades para que no se den malos usos de los recursos. Está claro, además, que si la industria no tiene rentabilidad, fracasa el modelo’.
‘Es difícil funcionar en Panamá por el sistema institucional’, dice alguien del Comité de Gestión Forestal en Chucunaque, este punto de Darién donde acaban de inaugurar un puente. Y agrega: ‘Siempre nuestra población ha estado fomentando la forestación, la sustentación y el manejo responsable’. Y lo lograron, también, gracias a la asistencia técnica y financiera de WWF.
Rojil camina cabizbajo con el pedido de la leyenda de su suéter, y dice: ‘No me voy contento, dicen que vamos a inaugurar un puente y hay cuatro pueblos incomunicados’.