Fabiola y ‘Sorolo’: Los cocineros también tienen sus historias de amor

Actualizado
  • 03/11/2013 01:00
Creado
  • 03/11/2013 01:00
Fabiola Candelo de Rodríguez, colonense graduada de asistente dietética, se enamoró de ‘Sorolo’ cuando trabajaba en un hotel de Calidoni...

Fabiola Candelo de Rodríguez, colonense graduada de asistente dietética, se enamoró de ‘Sorolo’ cuando trabajaba en un hotel de Calidonia, en 1978.

Relata que se enamoraron y que se fueron a vivir a Estados Unidos, que el plato que más demandan los comensales es la sopa y que desde que tuvo uso de razón le gustó la cocina. Tanto así, que lloraba cuando su madre, cocinera, no le permitía ayudar.

Fabiola habla dándole una entonación cantarina a las palabras. Cuenta que su padre hizo un banco y que allí se trepaba ella para cortar los guisos para las comidas que preparaba su madre, que su abuela también fue cocinera.

Dice que la diferencia de su pescado es la sazón, que lo prepara siete horas antes de cocinarlo con mucho corí, ajos y jengibre, y que le queda suculento, que ese plato vuelve loco a un salsero del grupo La Kchamba.

Asegura que los artistas puertorriqueños apenas pisan tierras panameñas le piden al taxista que los lleve donde ‘Sorolo’.

Cuenta que a ella poco la conocen, que quien está en la ‘farándula’ es su esposo y que a él lo conocen en muchos países, hasta en Europa.

Cuenta que en su local, el de ‘Sorolo’, Gilberto Santa Rosa pide sopa y luego el bacalao.

Asegura que de la cocina se encarga ella, que no delega esta tarea a nadie porque luego las cosas no salen como espera.

De los clientes, comenta que son de afuera, funcionarios de la Asamblea, que pocos chorrilleros comen en el local.

Explica que está ampliando el establecimiento para poner más mesas porque piensa que en los meses que vienen los comensales serán más, por el desarrollo que está cambiando al barrio.

Del secreto culinario de la sopa que le gusta al ‘Caballero de la Salsa’, cuenta que lleva de todo; si es de poroto, lleva carnes de varios tipos; si es de lentejas, también. El toque distintivo lo aportan las verduras.

Que el barrio ha cambiado para bien, admite, y coincide con su esposo en que la policía pacificadora ha ayudando a este cambio.

Antes de terminar esta pequeña entrevista señala una fotografía suya, sonriente y joven, que cuelga muy cerca de su espacio en el restaurante, la cocina. Cualquiera pensaría que es otra artista de las que habitan en las paredes de ‘El Jaragual’.

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