¿Qué condenó a Gallego?

Actualizado
  • 08/06/2014 02:00
Creado
  • 08/06/2014 02:00
Héctor Gallego quería cambiar la realidad de Santa Fe de Veraguas. Sin embargo, sus intenciones chocaban con las de los ricos del lugar

LA BÚSQUEDA

Gallego y los militares se dirigen hacia la camioneta, una Toyota Land Cruiser de 1969, cuadrada, color verde y con una capota blanca. Entonces, Jacinto escucha que el padre Gallego suelta un chillido, como si lo hubiesen golpeado, pero Peña tiene miedo y prefiere no asomarse, pues los agresores son militares.

A los segundos se escucha que arrojan algo en el vagón, ‘como un costal de arroz o de papas’, relata el campesino, quien sospecha que, en realidad, se trataba del sacerdote.

–Los militares en la camioneta salen a toda velocidad– relata–. Inmediatamente, Leonor Ábrego, el chofer de la cooperativa y yo, fuimos a avisar a algunas personas de que se habían llevado al padre.

Y es ahí donde inicia la persecución: ‘Tratamos de alcanzar el carro donde llevaban a Héctor, pero fue imposible porque se nos paró el auto en medio del camino. Allí fue cuando vimos que nos habían cortado una de las mangueras del motor’, narra Jacinto.

EL VASO SE DERRAMÓ

‘Si teníamos café, frijoles o cualquier otro producto para vender, ellos tenían dos pesas: una para comprarnos y otra para vendernos. Ambas pesas estaban amañadas, de manera que, a la hora de comprarnos, pagaran menos y a la hora de vendernos, nos cobraban más. Ellos nunca perdían’, menciona Pedro Caballero.

Al ver que el proyecto de la cooperativa iba en serio, familias dueñas de las principales tiendas de Santa Fe comenzaron a preocuparse, pues sus negocios empezaron a generar pérdidas. ‘La cooperativa tumbó las diez tiendas que habían en ese momento’, cuenta Mendoza.

Pero, además de las malas finanzas de sus negocio, hubo otro gran hecho que generó la ira de los terratenientes: Los campesinos dejaron de venderle su mano de obra.

‘Como ellos no nos pagaban lo justo y encima no querían vendernos los productos de sus tiendas, porque teníamos nuestra cooperativa, entonces, dejamos de trabajarles para producir para nosotros mismos’, cuenta Peña.

Héctor Gallego había afectado los intereses de la clase alta santafereña y, por eso, ya no era bien visto en el pueblo. En cuanto la cooperativa comenzó a funcionar, extrañas situaciones empezaron a darse en torno al religioso antioqueño.

Menciona Pedro Caballero que los ricos no solo tenían el control económico de Santa Fe, sino también un control político: ‘Ellos eran la autoridad y la ley, controlaban el municipio’, explica el también fundador de la Cooperativa Esperanza de los Campesinos.

Quizás por eso, un mes antes del secuestro del padre Gallego, el 4 de mayo de 1971, Omar Torrijos, líder de los militares y primo de los Vernaza, citó al cura para reunirse en el cuartel de Santiago y conversar.

Según los campesinos de Santa Fe, en la reunión del cura y el dictador, entre un tema y el otro, sale a relucir el de la cooperativa y el despertar de la conciencia del pueblo de Santa Fe.

‘Torrijos le plantea a Gallego que mejor se dejaba de molestar y organizar a los campesinos en cooperativas, o tendría que irse a su país’, asegura Hermegildo Mendoza, quien añade: ‘el General le ofreció muchas cosas: casa, carro y salario; pero Héctor lo rechazó porque dijo que no estaba dispuesto a vender su trabajo’. Relata el miembro de la UIC que Gallego, al regresar de ese encuentro, le comentó, que su determinación puso iracundo a Torrijos: ‘El General le dijo que se preparara para asumir la responsabilidad de su decisión’.

No habían pasado quince días de la advertencia que hizo Torrijos a Gallego, cuando la noche del 22 de mayo, mientras el padre dormía, alguien irrumpió en su rancho y le prendió fuego.

‘La idea era matarlo, mientras dormía. Por suerte, Héctor pudo escuchar el chasquido del fuego y se levantó. Solo alcanzó a sacar su biblia’, dice Pedro Caballero.

LA CRUDA VERDAD

No fue hasta la mañana del 9 de junio que Jacinto Peña y Leonor Ábrego logran llegar a Santiago.

Jacinto y el obispo Martín Legarra fueron al cuartel a preguntar por el estatus del padre Héctor Gallego. El capitán Heros Calb les dice: ‘Nosotros no hemos mandado a buscar a Gallego. Él no está aquí y no lo tenemos’.

–En ese momento es que nosotros caemos en cuenta que Héctor había sido secuestrado– concluye Jacinto Peña.

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