‘Ruta Transfer-Vía España’, el camino de la decadencia

Actualizado
  • 06/07/2014 02:00
Creado
  • 06/07/2014 02:00
Cuando cae la noche, la ciudad de Panamá se transforma en otra muy distinta a la que se le vende a los turistas

9:30 p.m., viernes. La terminal de transporte de Albrook todavía está en movimiento. Pasaron las horas de mayor ebullición, pero aún hay personas que buscan un autobús para llegar a casa. Las rutas más buscadas a esa hora son las que van hacia Panamá Este, ya sea por Corredor Sur o por las vías tradicionales. Sin embargo, pareciera que la mayoría de los metrobuses van para el norte de la ciudad (San Miguelito, Los Andes, etc.). Quizás por eso, a pesar de los 1,236 vehículos con los que cuenta la empresa Mi Bus, y los 9 mil viajes que realizan sus transportes al día, la terminal también se ha visto invadida por los ‘piratas’ que, de manera irregular, brindan el servicio de transporte a casi todas las áreas de la ciudad.

El punto de abordaje de las rutas de vía España está lleno. Y no es que no haya buses, al contrario, hay bastantes carros aparcados o llegando de sus recorridos. Pero la mayoría está ‘En tránsito’.

Luego de 25 minutos esperando se acerca un bus que anuncia ‘Ruta Transfer- Vía España’ en su letrero luminoso. En el andén hay unas 35 personas que, en un completo desorden, se empujan y aplastan para subir y conseguir un puesto. El vehículo sale de la estación. No lleno, pero ya sin asientos disponibles. Hasta las dos sillas azules, para embarazadas, discapacitados y ancianos, están ocupadas.

Adentro, el metrobús es una oda al desorden: Hay un par de latas y envases de jugo rodando por el suelo, que está pegajoso; una de las salidas de aire acondicionado gotea creando una pequeña cascada.

La mala rotación de los metrobuses y algunos otros problemas han hecho que la Autoridad del Tránsito y Transporte Terrestre (ATTT) les haya colocado tres multas que suman 379 mil 988 dólares. Hace unos días, Mi Bus, la empresa que presta el servicio, llevó la sanción a arbitraje.

Antes de arrancar el transporte, se trepan dos jóvenes. Uno lleva una guitarra en la mano; el otro, una suerte de pequeñas maracas. Por su aspecto (barba tupida, cabello largo, zapatillas gastadas y pantalones desgarrados) parece que son extranjeros. Su acento confirma que son venezolanos.

Luego de un saludo al ‘honorable’ (el grupo de pasajeros que ocupaba el camión), los artistas interpretan una canción de Joey Montana, ‘Único’, en un intento de agradar más a los pasajeros y así recibir un poco más de monedas. La canción se vio interrumpida por el mensaje de ‘Próxima estación’, que anuncia la primera parada de la ruta, frente a la nueva sede del Tribunal Electoral.

En los últimos años, los artistas callejeros han aflorado en las vías de la ciudad de Panamá. Música, malabarismo, clown y hasta baile. Las monerías que hacen son de lo más variadas. En su mayoría, se trata de mochileros extranjeros (suramericanos, principalmente, aunque siempre hay excepciones) que, en su recorrido por América, se detienen un tiempo en Panamá y aprovechan para juntar algo más de dinero para su travesía.

Estación de ‘El Marañón’. La primera de las 21 zonas pagas que licitó el gobierno de Ricardo Martinelli está llena. Al ver el metrobús que circula por la vía España, la gente comienza a correr a través del andén hasta llegar a las puertas para abordarlo. Los que están en el vehículo y quieren salir, se las ven difícil con la marea de gente que intenta entrar. El autobús se llena en su totalidad, hasta los pasillos están copados. El metrobús abandona la estación ‘David Ramírez’ (en homenaje a los quemados en la tragedia del autobús ocurrida el 23 de octubre 2006 en La Cresta).

Viene la parada de ‘Calle M’, el metrobús pasa frente a Cristal Moon, un prostíbulo. Enfrente, hay una guardería municipal. Luego de la mancebía, está la parte de atrás del Mercadito de Calidonia, un espacio bastante similar a ‘la bajada de Salsipuedes’, en donde se venden vegetales, frutas, flores, artículos esotéricos y todo tipo de hierbas. Viene la parada, llama la atención que en esa acera no hay un letrero refractante que le advierte al chofer que debe detener el bus, hay como cuatro. En ‘Calle M’ hay de todo: decenas de puestos de buhonería (que venden de todo, desde artículos para celulares hasta pollo asado), cantinas y fondas 24 horas que venden frituras variadas (hojaldres, tortillas, buñuelos, carne frita, salami, costilla de puerco, chicharrón y un largo etcétera), por mencionar algo.

Según una propuesta de ley presentada por Sergio Gálvez a la Asamblea Nacional en 2010 para controlar la obesidad en Panamá, el 31.1% de los menores de cinco años y el 33% de los adultos tienen sobrepeso. Además, 4.8% de la población registraba obesidad mórbida.

A trompicones, entra otro grupo de gente. Unos por la puerta delantera, unos más, aunque no es zona paga, lo hacen por la puerta de atrás para no pagar la tarifa de 25 centavos. Entre estos últimos, va un par de borrachos.

Los alcohólicos vienen conversando, pero por su estado ‘inconveniente’, lo vienen haciendo a viva voz y a punta de vulgaridades. Así como estos, las calles de Panamá ven pasar a decenas de alcohólicos.

Un informe reciente de la Organización Mundial de la Salud indica que el istmo es el país de Centroamérica donde más se consume alcohol, y el octavo en Latinoamérica, 8 litros anuales per cápita. Pero, como dice un reconocido economista, ‘la estadística y los promedios le quitan al que le sobra y le dan al que no tiene’. Y los dos que van en el viaje lo confirman: Pareciera que en una sola noche se hubiesen tomado su cuota anual.

El metrobús sigue su viaje. La avenida Justo Arosemena está húmeda, y no porque hubiese llovido, sino porque las aguas negras se desbordan de las tuberías. Aunque desde el 2013 se desarrolla el ‘Proyecto de Saneamiento de la Bahía de Panamá’ para mejorar la disposición de las aguas residuales de la ciudad de Panamá, y cuyo costo es de casi mil millones ($970 millones), todavía se puede observar cómo las alcantarillas colapsan ante las aguas excretas, creando cientos de los más desagradables estanques y lagos artificiales en nuestras calles capitalinas.

El metrobús continúa por la vía, la cual es conocida por ser espacio de decenas de pensiones y moteles, en donde parejas sacian sus pasiones por un par de horas. Y si las personas no tienen pareja, no importa, el área está invadida por prostitutas (en su mayoría colombianas, dominicanas y nicaragüenses) que trabajan de manera clandestina. La Fundación por el Bienestar y Dignidad de las Personas Afectadas por VIH/Sida (Probidsida) reveló apenas hace unos días que en Panamá hay entre 20 mil a 30 mil personas con VIH que no lo saben. En 2013, murieron 400 personas por situaciones de salud relacionadas con el sida, también destacó la fundación.

De repente, dos jóvenes comienzan a reírse. Están observando a un indigente que, acostado sobre un pedazo de cartón que usa como cama, se masturba. Estadísticas del Municipio de Panamá indican que la población de personas sin techo es de aproximadamente 300, por lo menos en el distrito capital. Según datos del propio Municipio, semanalmente se hacen operativos en los que se rescata a estas personas de las calles y son enviadas a centros de desintoxicación. No hay cifras de cuántos se recuperan ni cuántos vuelven a las calles.

El metrobús deja el corregimiento de Calidonia e ingresa en el de Bella Vista. Uno de los barrios más antiguos de la ciudad, aunque con menos problemas sociales, está viviendo la eliminación de su patrimonio cultural. Sus casas y edificios, con un estilo arquitectónico único y distintivo, están desapareciendo ante los edificios de decenas de pisos que crean una pared de cemento por sobre la bahía de Panamá.

Mientras el bus se acerca a la intersección entre las avenidas Federico Boyd y Nicolás A. de Obarrio (mejor conocida como Calle 50), el ambiente se va caldeando. Uno de los borrachos empieza a intercambiar golpes con otro pasajero. La razón: ‘puntear a su novia’. Al parecer, en medio del apretujamiento, que no ha disminuido, el pasajero que está ebrio se propasó con la pareja del pasajero con el que ahora se da de golpes en la cara.

El área central del camión se transforma en un campo de boxeo. Quienes están alrededor son jueces y espectadores del decadente espectáculo. Unos piden que bajen a los borrachos, otros incentivan la violencia. El conductor, como por arte de magia, recibe toda una tanda de insultos ante su falta de decisión. El metrobús se detiene, el chofer abre las puertas. Al fondo, a las puertas de la Defensoría del Pueblo, estaban un grupo de profesores encadenados, haciendo huelga de hambre en protesta por la solicitud del Ministerio de Educación de que las escuelas se autoevaluén para que a los docentes se les haga válido el aumento salarial de $300.

La parada está llena. Los pasajeros, al ver que ambas puertas se abren, intentan subirse, pero no se dan cuenta de que adentro se ha formado la turbamulta y la gente está empujando a los borrachos para tratar de sacarlos. Una mujer (tacones, traje ejecutivo, cartera) que quería ingresar al vehículo por la parte de atrás, de un empujón cayó sobre un montículo de bolsas de basura.

La recolección de basura ha sido un problema en los últimos años, no solo en el Municipio de Panamá; sino en gran parte de los distritos del país. En la alcaldía capitalina, el servicio pasó de la Dirección de Aseo Urbano y Domiciliario (DIMAUD) a la Autoridad de Aseo, la cual no se ha visto exenta de críticas y escándalos.

Al final, los pasajeros no pudieron sacar a los que estaban ebrios; sin embargo, sí lograron que los golpes terminaran. El conductor tomó la determinación de no detenerse en ninguna otra parada, aunque hubiese gente en ellas pidiendo el servicio.

Cuando el metrobús va por la vía Brasil, suena el timbre para pedir que se detenga. Se trata de la joven molestada y su novio. Al parecer no soportaron la incomodidad del momento.

‘Parada IDAAN’, dice la voz de Carmencita Sousa, que anuncia cada uno de los puntos de la ruta. No terminaban de abrirse las puertas, cuando ya la pareja estaba pisando la calle. Los ojos de todos los pasajeros se enfocaron en ellos. Ella le revisaba el rostro y le limpiaba el labio que estaba un poco hinchado.

El metrobús deja subir unos cuantos pasajeros más, que se quedan por detrás del torniquete de seguridad. Mientras suben, el borracho dice: ‘Si no quieres que se la pongan a tu mujer, colócate detrás de ella. Si la van a ‘puntear’, mejor que seas tú a que sea otro’.

El comentario arrancó las carcajadas hasta de los que más indignados se encontraban por el bochornoso incidente. Y como dice la propaganda... ‘las sonrisas son gratis’.

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