José Mujica, el predicador de la felicidad

Actualizado
  • 26/11/2017 16:35
Creado
  • 26/11/2017 16:35
El expresidente uruguayo José Mujica se ha convertido casi en un fenómeno mediático y seguramente sin quererlo en un personaje más del consumismo contra el que predica.  Estuvo en Panamá a lleno completo.

La fórmula de la felicidad, dice Pepe Mujica, a sus 82 años de edad y a vuelta de todo, está en la necesaria solidaridad humana para superar el egoísmo animal y de supervivencia que alimenta la ley del más fuerte. Habla de la felicidad para todos, no la de unos pocos. Y ante esta rotunda defensa del sistema social, la tradicionalmente conservadora población panameña rompió en aplausos.

Cualquier espectador desapasionado podría pensar que a Mujica no le entendieron, pero es su entrañable campechanía lo que le permite espetar verdades como puños sin que nadie pueda ofenderse.

"Yo estoy aquí para hacerles pensar y no para que les guste lo que les digo", aclaró en un momento de la conferencia con la que se  despidió este viernes de Panamá, organizada por el Fórum de periodistas, después de que fuera condecorado en la Universidad de Panamá y orador inaugural de la Asamblea Ordinaria del Parlatino.

Su sabiduría, reconoció, la ha cultivado mirando hacia adentro y durante sus largos años de calabozo, en alusión a la prisión que le tocó vivir por defender políticamente las ideas más radicales de cambio y ruptura social en rescate de los más desfavorecidos hasta llegar a empuñar las armas en su intento.

"Soy un hombre zurdo",  declaró tranquilamente delante de todos en un país donde la izquierda, aún disfrazada, está casi proscrita, y aclaró que su lucha no es por la pobreza, ni los  pobres, sino por el derecho de todos a las mismas oportunidades, cada cual con su ambición y sus necesidades.

Las suyas, apuntó, son pocas, vive con sobriedad, lo que recomienda, porque "es más fácil" no tener apego a las cosas materiales, lección de su época de guerrillero tupamaro, movimiento  de izquierda revolucionaria con el que combatió desde la clandestinidad y por lo que cumplió cárcel de hasta quince años, trece en un mismo periodo.

No por eso menos entusiasta, recordó a su audiencia la necesaria una cuota de solidaridad, “que no es altruismo” para que la humanidad salga adelante ante los retos del futuro y la potencial supremacía de las máquinas.

Ahora, "más  predicador que político", con los buenos resultados de su etapa de gobierno, como ministro de Ganadería, Agricultura y pesca (2005-2008) y presidente (2010-2015), el todavía senador reconoce que "resolver las contradicciones de la vida"  con la pena de que, cómo ya está "de  salida", se va a perder "el maravilloso mundo que se viene".

La política, apuntó, es necesaria para “amortiguar las contradicciones de nuestra sociedad para que se desarrolle y exista”. Desde el altruismo, no por intereses personales. El poder político, recalcó, "no es para hacer dinero". A quienes quieran hacer dinero les recomendó otras actividades, también importantes.

“A los que les guste mucho la plata, hay que correrlos de la política”, insistió más contundente, en referencia a los “mercachifles”, mercaderes de los que había muchos en la sala. Su talento, indicó, no debe estar asociado a la política, por que corrompen, dijo, los intereses de la sociedad, e la población, del país, con los intereses del mercado y "nos hacen a todos consumistas".

La cultura reinante, se atrevió a señalar en un país de servicios y eminentemente mercader, nos impulsa a consumir para ser felices, cuando la obligación de comprar y generar dinero para hacerlo es lo que genera frustración.

Salpicadas de aplausos, sus aseveraciones contradecían el mismo espíritu del "Black Friday" convocado el mismo día como la mayor oportunidad de rebajas y ofertas comerciales en todo el país, con el auspicio de los más importantes grupos empresariales, con gran peso también en el desarrollo el pensamiento nacional.

Las grandes revoluciones son colectivas, reveló tras animar a su público a abandonar la cultura del consumismo, que ha provocado que la política se haya pervertido y convertido en un negocio.

Un poco más serio, a pesar de que su tono fue siempre amigable y condescendiente, Mujica apuntó elocuentemente que las contradicciones de la sociedad moderna son mente "una tragedia".

"Los hombres tenemos muchísima más capacidad de soñar que de poder concretar nuestros sueños", resaltó para incidir que en el libre albedrío y en la educación está el poder del cambio.

“Mi generación cometió un error grave, pensamos que si cambiaban las formas de producir y las relaciones de distribución tendríamos en consecuencia un hombre nuevo; grave error. Si no cambia la cultura no cambia nada, por más que haya cambios materiales”, concluyó ante una gran ovación que pareció tomarle por sorpresa.

Los políticos, recomendó, tienen que ganarse la confianza de su pueblo o el individuo se refugiará en la cultura del yo, donde solo gana el más fuerte, 'como en la selva, como entre los animales", repitió para abogar por un pacto colectivo salvador.
La democracia es el mejor de los sistemas de gobierno aún inventado, reconoció citando a Churchill, y hay que defenderla, porque la referencia son los absolutismos y las tiranías, y en relación, "es un progreso frantastico".
Mujica se fue de Panamá con un sombrero pintado y una guayabera, regalos por sus dos conferencias, y con el beso cariñoso de una linda niña empollerada a la que dijo: cuidado con los chinos que como copien tu lindo vestido lo fabrican en serie y estamos fregados...ante la nueva relación con el gigante asiático, parece la suya una futurista advertencia para cuidar lo que es preciado, lo que es propio, y nos da felicidad.

¡Salud presidente Mujica. Vuelva pronto!

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