Panamá, importador de promesas

Actualizado
  • 09/06/2018 02:00
Creado
  • 09/06/2018 02:00
Carlos Iván Zúñiga Guardia ‘El Patriota' fundamentó en la incidencia foránea una crítica rigurosa sobre la identidad de la sociedad panameña

Es difícil encontrar en América un país tan acosado por las conspiraciones como Panamá. Son conspiraciones mercantiles y morales que han tenido y tienen por meta sustancial aletargar o disminuir la personalidad del hombre panameño.

Estos actos, organizados en otras latitudes, persiguen hacer de cada panameño un ser acomplejado ante la existencia y realidad de su nación, de su República.

En virtud de esas actitudes Panamá ha sido centro de todos los escándalos, y todos sus gestos profundos y perdurables, han llegado a ser desvirtuados sistemáticamente. Un panameño desprevenido, por tanto, al indagar sobre sus mejores episodios patrios, encuentra junto al informe serio y noble que nos enaltece, la literatura y el rumor que nos deprime. Tal vez en el escándalo del canal francés encontramos el punto de apoyo de esta histórica conspiración.

A partir de entonces, Panamá no prestó su nombre al interés universal por las virtudes de sus hijos, sino por los escándalos financieros aquí ejecutados. Aún, y hasta en propias tierras de América, el término Panamá guarda insolente sinonimia con el concepto de estafa o de apropiación indebida.

Ese mismo fenómeno, que responde a toda una trama de los traficantes de honras y mercancías, lo vemos victorioso en la emancipación de Colombia. La leyenda negra que rodea las causas y circunstancias de nuestra independencia constituye para muchos una verdadera tortura mental y patriótica. Y nadie puede negar que esa leyenda y otros actos humanos, como el Tratado General de 1903, dieron el remate definitivo al interés de acomplejar al panameño.

En muchos años de República el panameño no quiso discutir su personalidad. Había timidez en el intento. Se llenó al país de slogans fatales, y a todos los pueblos se decía que éramos tan sólo pueblo de tránsito o país para el Canal. Esa actitud, de recortamiento de personalidad y de espíritu, tornó el brazo del panameño fatigoso, y el espíritu naufragó, sin alas, en el mar de las desesperanzas. El panameño prolongó su vida republicana, por lo mismo, al margen de sus propias capacidades y adoptó en su economía la conducta elemental de quien no come en casa: abandona su propia cocina y se dedica al arreglo inorgánico de la sala.

Esta realidad republicana se hizo acompañar muy pronto de un funesto plan psicológico. Sus predicadores anunciaron que las reivindicaciones panameñas dependían del capital foráneo, de la empresa foránea, o de las iniciativas foráneas. La primera reivindicación nacional fue anunciada en el año de 1914, al iniciar el Canal su funcionamiento. En virtud de ese canal, Panamá alcanzaría su felicidad. Esa promesa se ha repetido cien veces, y en cada ocasión en que hombres o sociedades extranjeras han tenido la curiosidad de probar fortuna en el Istmo. El hombre panameño se fue acostumbrando a importar promesas, y siguió arreglando su sala con descuido absoluto a su economía interna, propia.

Sin embargo, a partir de la década del cuarenta, gracias al optimismo engendrado en la transguerra y a los planteamientos surgidos en la Universidad, el hombre panameño fue adoptando una conducta más consciente con su ser y su destino, empezó a valorar, hasta con acento polémico, el significado de su patria, y volvió sus esfuerzos y empeños a la propia tierra sin sello de importación, a fin de crear y estabilizar una República con economía propia.

El mismo Estado panameño, generalmente presidido por instrumentos de los grandes importadores, cedió consciente o inconscientemente a la transformación nacional y fue dando paso a organismos económicos, de aliento a las nuevas actitudes. La producción nacional en muchos renglones ha tenido un desarrollo plausible, y nadie duda que la personalidad del hombre panameño se ha acentuado en su vigor, en su normalidad psicológica.

Es natural, en consecuencia, que la auténtica política gubernamental, de hoy y mañana, debe responder al incremento de la producción nacional. A la seguridad de los mercados, al cese de la vieja práctica de importar promesas para no menguar nuestras propias capacidades.

Debemos enfrentar, por lo mismo, la aparente desidia gubernamental frente a los problemas de los hombres del agro en sus días de cosecha sin mercados seguros, y que pueda ser posible el retorno de la esperanza y la consolidación de una recia personalidad nacional.

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‘Esa actitud, de recortamiento de personalidad y de espíritu, tornó el brazo del panameño fatigoso, y el espíritu naufragó, sin alas, en el mar de las desesperanzas. El panameño prolongó su vida republicana, por lo mismo, al margen de sus propias capacidades y adoptó en su economía la conducta elemental de quien no come en casa: abandona su propia cocina y se dedica al arreglo inorgánico de la sala'.

FICHA

Un vencedor en el campo de los ideales de libertad

Nombre completo: Carlos Iván Zúñiga Guardia.

Nacimiento: 1 de enero de 1926 Penonomé, Coclé.

Fallecimiento: 14 de noviembre de 2008, Ciudad de Panamá.

Ocupación: Abogado, periodista, docente y político

Creencias religiosas: Católico

Viuda: Sydia Candanedo de Zúñiga

Resumen de su carrera: En 1947 inició su vida política como un líder estudiantil que rechazó el Acuerdo de bases Filós-Hines. Ocupó los cargos de ministro, diputado, presidente del Partido Acción Popular en 1981 y dirigente de la Cruzada Civilista Nacional. Fue reconocido por sus múltiples defensas penales y por su excelente oratoria. De 1991 a 1994 fue rector de la Universidad de Panamá. Ha recibido la Orden de Manuel Amador Guerrero, la Justo Arosemena y la Orden del Sol de Perú.

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