Amelia Denis de Icaza, la primera poetisa nacional

Actualizado
  • 03/02/2019 01:02
Creado
  • 03/02/2019 01:02
El valor de la poesía de la escritora panameña fue reconocido en su tiempo. Ya en 1875, el escritor colombiano José Domingo Cortés, incluía dos de sus temas en su antología ‘Poetisas americanas'. Dedicó sus versos a una temática variada

Varias generaciones de panameños han leído y disfrutado con gusto el poema ‘Al Cerro Ancón', uno de los más hermosos himnos de amor a la patria.

Dado a conocer en el año 1906, al ser publicado por primera vez en el semanario ‘El Heraldo del Istmo', fue escrito por Amelia Denis de Icaza, entristecida por la imposibilidad de que los panameños siguieran disfrutando de los espacios de esparcimiento familiar que ella tanto había gozado durante su niñez y que ahora estaban ubicados dentro de los límites de la Zona del Canal y eran vedados a los panameños.

Tenía entonces 70 años, pero, siendo una mujer ya curtida por las experiencias y la vida, no era inmune a los sentimientos más hondos hacia su patria.

No fue ella quien le diera mucha importancia a estos versos. Fue su hija Julia quien los descubrió entre los papeles de su madre y los mostró con orgullo a su esposo, que inmediatamente decidió llevarlo a su amigo Guillermo Andreve, director de El Heraldo del Istmo, para que los publicara.

No solo eran sus rimas y profundidad, resumen de los sentimientos colectivos de los panameños de la época, el poema calaría profundamente en la conciencia también por haber sido escrito por una mujer, la primera panameña que daba a conocer su obra poética, en un tiempo en que se esperaba que se limitaran a ser esposas y madres de familia.

NACIMIENTO

Amelia Denis de Icaza nació en el año 1836, hija de Saturnino Denis, distinguido periodista, de origen francés, y la panameña Carmen Durán. A diferencia de la mayoría de las familias de la época, en el hogar de los Denis se animaba a las niñas -Amelia (la mayor), Mercedes y Matilde- a estudiar, leer y formarse, no solo a través de las pobres lecciones que se les brindaba en la escuela elemental de niñas de Santa Ana, a la que acudían, sino también a través de la lectura de la biblioteca familiar.

Animadas por sus padres, las niñas solían pasar largas horas leyendo en la sala de la casa, desde donde se podía observar la majestuosa silueta del Cerro Ancón. De hecho, Amelia no fue la única autora sobresaliente de la familia. El insigne poeta Ricardo Miró Denis fue hijo de su hermana Mercedes, quien le transmitió a su vástago su amor por las letras y especial sensibilidad poética heredada de su padre Saturnino.

PÉRDIDA DE SU PADRE

En 1854, la vida de la familia dio un vuelco cuando murió el ‘pater familias', obligando a su viuda Carmen y a sus tres hijas a dedicarse a la modistería para sobrevivir.

Pronto, Amelia contrajo matrimonio con el panameño José Antonio Ramírez, con el que tuvo tres hijos: Ernesto, Julia y Florencio. Tristemente, en el año 1869, quedó viuda. Diez años después, en 1879, se casaría por segunda ocasión con José María Icaza, con quien tuvo una cuarta hija, Amelia de las Mercedes.

Con su segundo esposo se trasladaría a Guatemala, donde llevaría una vida plena, dedicada a criar a su familia y a la profesión de modistería. En sus ratos libres, seguía haciendo poesías y otros escritos que enviaba a los periódicos El Bien Público , El Trabajo y El Día , que abrieron sus puertas a su talento. En esta época fue nombrada ‘Socio Honorario' de la ‘Sociedad Literaria El Porvenir' (guatemalteca), un honor que aceptó humildemente.

TEMAS

Amelia, una mujer de gran cultura y sensibilidad humana, en muchas ocasiones se refugió en la poesía para aliviar el dolor provocado por las grandes pérdidas que sufrió a lo largo de los años.

Al cerro Ancón

Ya no guardas las huellas de mis pasos,

ya no eres mío, idolatrado Ancón.

Que ya el destino desató los lazos

que en tu falda formó mi corazón.

Cual centinela solitario y triste

un árbol en tu cima conocí:

allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,

¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,

de tu hermosura agreste que admiré

¿Del manto que con recia gentileza

en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo?

¿Su corriente al pisarla un extraño se secó?

Su cristalina, bienhechora fuente

en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,

mudo atalaya del tranquilo mar?

¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,

te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero

que mi frente de niña iluminó:

la lira que he pulsado, tú el primero

a mis vírgenes manos la entregó

Tus pájaros me dieron sus canciones,

con sus notas dulcísimas canté,

y mis sueños de amor, mis ilusiones,

a tu brisa y tus árboles confié.

Soñaba yo con mi regreso un día,

de rodillas mi tierra saludar:

contarle mi nostalgia, mi agonía,

y a su sombra tranquila descansar.

Más tarde, con mi lira enlutecida,

en mis pesares siempre te llamé;

buscaba en ti la fuente bendecida

que en mis años primeros encontré

¡Cuántos años de incógnitos pesares,

mi espíritu buscaba más allá

a mi hermosa sultana de dos mares,

la reina de dos mundos, Panamá!

Sé que no eres el mismo; quiero verte

y de lejos tu cima contemplar;

me queda el corazón para quererte,

ya que no puedo junto a ti llorar

Centinela avanzado, por tu duelo

lleva mi lira un lazo de crespón;

tu ángel custodio remontose al cielo...

¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!

La tristeza por la muerte de su padre, la de su primer esposo José Antonio Ramirez, la de su madre, la de su hijo Ernesto, su hijo Florencio, su segundo esposo José María Icaza, su nietas Amelia, y Hortencia, todas serían plasmados en respectivas poesías.

Por más fuerte que fuera su dolor, nunca se desentendió del mundo que la rodeaba y muchos de sus versos son un reconocimiento y homenaje a la gente humilde y luchadora a la que consideraba ejemplo. En Guatemala exaltó al indígena local, a sus telares y tejidos. A ellos dedicó los poemas ‘El trabajo', ‘El tejedor y su esposa', ‘Los tejedores', ‘Fábula' , ‘El tejedor y su esposa' (Anais Ileana Morán Rovi, Protagonistas del siglo XX panameño).

Tambien utilizó su arte para hacer denuncias de los vicios sociales de la época. Por ejemplo, en ‘La joven madre. A los pies de María' (1878), critica al hombre que deja en cinta a una mujer joven y la abandona. En ‘El Crimen Social' y ‘Por fin fui rico', critica el afán de riqueza, el desprecio de los más pobres.

En Bienaventurados los que lloran' denuncia el trato que se le da a la mujer. Lo mismo hace en ‘Altivo memorial en verso', de 1885, en el que emite una fuerte denuncia contra el gobernador Ramón Santodomingo Vila, autor de un decreto que prohibía a las ‘mesalinas' vivir en el barrio de San Felipe, donde residían las familias adineradas, pero se les autorizaba permanecer en el arrabal de Santa Ana, el viejo barrio de Amelia, señala Morán Rovi.

En ‘Noche de Bodas', describe sobre los insospechados placeres de la mujer virgen que se entrega a su amado.

El desarrollo económico y político del país también fueron motivo de inspiración. En 1885 escribió ‘Al inteligente ingeniero Fernando de Leseps', cuando iniciaban los trabajos de construcción del canal francés. Pero años más tarde, también recogió el fracaso de su esfuerzo en ‘En el Moribundo Canal'. En ‘Patria' hizo un canto a los horrores de la Guerra de los Mil Días. En ‘Ecce Homo', se queja de los tratados Hay Bunau Varilla.

‘Fue una de las primeras en reaccionar y exaltar la figura de Victoriano Lorenzo, en un verso en el que defiende al primer guerrillero de América y exalta su intrepidez, su valor, y su ética, el darse a sus ideales de liberar a sectores indígenas y campesinos históricamente marginados', dice Morán Rovi en la obra citada.

POESÍAS MÁS FAMOSAS

El valor de la poesía de la escritora panameña fue reconocido en su tiempo. Ya en 1875, el escritor colombiano José Domingo Cortés, incluía dos de sus temas en su antología Poetisas americanas. Ramillete poético del sexo bello: ‘A un caracol vacío' (1856) y ‘En las montañas de mi Patria".

Gran parte de su obra fue recogida póstumamente por su nieta Hortencia en el tomo Hojas Secas, publicado en León, Nicaragua, en 1927.

Fue en este país donde pasó sus últimos años, desde 1894, hasta su muerte en 1911. Al igual que en Guatemala, tuvo allí una vida social activa y fue aceptada por la sociedad nicaraguense. En León conoció a Rubén Darío, con quien llegó a dialogar en varias ocasiones. (Morán Rovi, Protagonistas del siglo XX panameño).

Sus restos fueron sepultados en el Cementerio Central de Managua, pero posteriormente fueron exhumados y repatriados a Panamá, en 1936, con motivo del centenario de su natalicio.

Al respecto dice Rosa, su nieta: Los restos llegaron por barco a Balboa. Venían en una caja que iban a depositar en el cementerio Amador. Y entonces surgió el dilema. Si ella no había querido poner el pie más allá de la línea demarcadora, ¿cómo iban a desembarcar sus restos en la Zona? Algo verdaderamente emotivo y romántico. Resolvieron envolverlos en la bandera panameña y trasladarlos a la ciudad de Panamá.

En El Heraldo del Istmo 76, revista literaria editada por Guillermo Andreve, en 1905, Amelia Denis de Icaza define su poética:

La Poesía es en mí cosa ingénita: produzco mis versos con una facilidad increíble. Basta solamente con que algún suceso me toque al corazón y despierte mis sentimientos, para que ellos fluyan como el agua de una fuente. Eso sí, no me pidan versos pensados, versos en que todo lo haya puesto el cerebro y nada el corazón, porque no podría complacer. Yo soy poetisa por el sentimiento.

Con motivo de su centenario, el gobierno erigió un monumento en su honor en el parque de Santa Ana, en la ciudad de Panamá.

(Como muestran las citas, gran parte de este texto ha sido extraído de la biografía de Amelia Denis de Icaza, escrita por Anais Ileana Morán Rovi y publicada en la colección Protagonistas del siglo XX Panameño )

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