Violencia y desigualdad contra las mujeres, una pandemia que no se detiene

Actualizado
  • 12/03/2021 00:00
Creado
  • 12/03/2021 00:00
Una de cada tres mujeres en el mundo es víctima de algún tipo de agresión, un problema devastador y estructural, hoy exacerbado tras la covid-19

Unas 736 millones de mujeres en al menos 158 países se han enfrentado a violencia psicológica, física o sexual en algún momento de su vida, según reveló esta semana un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Una de cada cuatro mujeres es objeto de agresiones por su pareja u de otras personas antes de cumplir los 25 años, apunta el informe.

Una violencia que no ha hecho más que avanzar. El documento, elaborado en conjunto con ONU Mujeres, señala que los comportamientos violentos están teniendo lugar a edades más tempranas.

Una de cada cuatro mujeres es objeto de agresiones por su pareja u de otras personas antes de cumplir los 25 años, apunta el informe.

En el caso de las agresiones sexuales, la mayoría de los datos apuntan a que estos son perpetrados por personas dentro del círculo cercano de la víctima. Entre ataques físicos y sexuales se registran al menos 641 millones de afectadas en el mundo.

El organismo considera que la situación podría ser más grave, porque muchas no alcanzan a denunciar a sus agresores por la estigmatización, falta de información y problemas en los sistemas de justicia que termina revictimizándolas. “La violencia contra la mujer es endémica en todos los países y culturas. Es dañina para millones de mujeres y para sus familiares y se ha visto exacerbada por la pandemia de covid-19”, advirtió Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS.

Y es que la actual crisis sanitaria ha dejado en indefensión a millones mujeres; medidas clave para la mitigación del virus, como la cuarentena, han dejado encerradas a las víctimas junto con sus agresores. “(Con la pandemia) pudimos comprobar que las consecuencias para las mujeres han sido desproporcionadamente negativas”, alerta la directora regional para América Latina y el Caribe de ONU Mujeres, María-Noel Vaeza, viéndose en una mezcla de incremento dramático de la pobreza y la violencia de género.

Para conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, varios grupos feministas marcharon este lunes 25 de noviembre en la capital panameña.

En Panamá el escenario es igual de crítico. Según cifras del Ministerio Público, hubo 15,123 denuncias de violencia doméstica en 2020, aunque resulte una cifra ligeramente inferior a 2019 cuando registró 16,851; esa baja no necesariamente corresponde a la disminución de la incidencia, sino al problema que tienen las víctimas para denunciar. “Somos conscientes de que el año 2020 fue un año difícil (...) producto del aislamiento por la cuarentena, las víctimas de agresión o violencia en sus hogares no han podido presentar sus quejas”, advirtió en febrero pasado en Telemetro, Nancy Quintero Chanis, miembro del Consejo Consultivo de Género de la Defensoría del Pueblo, tras dispararse la cifra de feminicidios en lo que va del año.

Violencia sistémica y desigualdad

De la misma forma como la covid-19 hizo más evidentes las profundas desigualdades de todo tipo en la sociedad, hizo más claro que las mujeres no solo enfrentan más violencia, sino también están siendo doblemente castigadas por la crisis económica y sanitaria.

Tan solo en América Latina y el Caribe, el nuevo coronavirus hizo perder su empleo a 34 millones de personas según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), pero en el caso de las mujeres, la tasa de desocupación aumentó de 10,3% a 12,1% por encima del promedio general de desocupación, que ronda el 10,6%.

Esto al tiempo que las mujeres siguen ganando menos que los hombres y tiene menor representación en cargos de dirección. Lo anterior esconde a su vez un trabajo “invisible” y no remunerado, las labores de cuidados: lavar, cocinar, limpiar, atender a los hijos y abuelos.

La OIT indica que este tipo de trabajo, medular para el funcionamiento de la economía, es abrumadoramente realizado por mujeres. Ellas se encargan del 76,2% del trabajo de cuidado y le dedican 3,2 veces más tiempo que los hombres, restándoles margen para su vida profesional y que se traduce en mujeres más pobres y con menos posibilidades de acceder a trabajos dignos.

En el plano educativo, la brecha es igual de escandalosa. La Unesco estima que unos 11 millones de niñas no podrán volver a la escuela por la pandemia. En un informe titulado 'Una nueva generación: 25 años de esfuerzos por la igualdad de género en la educación', el organismo advierte que ese escenario no solo las dejará sin derecho a educarse, sino que también las empuja a los riesgos de embarazos adolescentes, matrimonios forzados y abusos. “Para muchas niñas, la escuela es más que una llave para un futuro mejor. Es un salvavidas”, advierte el organismo de la ONU.

Para la socióloga y docente universitaria Briseida Barrantes, la situación de violencia debe atenderse con urgencia para proteger a las mujeres, pero sin dejar de apuntar hacia las raíces del problema, la desigualdad estructural que existe en términos de género y clase.

Dos mujeres de la comarca ngäbe.

“Fundamentalmente tiene que ver con un sistema social basado en una jerarquización del poder, comportamientos socioculturales en el que hay una desventaja entre mujeres y hombres en términos de poder, es decir el sistema patriarcal. Es algo que se puede constatar con estudios y estadísticas nacionales e internacionales”, explica Barrantes.

La catedrática destaca que esa lógica de discriminación y desigualdad es la que genera la violencia, que se expresa de diferentes maneras, pueden ser agresiones de una pareja en su casa o la violencia ejercida por la acción u omisión de las instituciones del Estado.

“Hay que tener en cuenta que vivimos en una sociedad capitalista, que profundiza las desigualdades de clase. Aunque todas las mujeres puedan sufrir violencia por su condición de género, las mujeres pobres no tendrán ni las mismas oportunidades de defenderse ni de recibir ayuda, es allí donde el Estado debe intervenir con políticas a largo plazo que atiendan esos problemas”, sostiene Barrantes, y agrega que “en pandemia el gobierno pide lavarse las manos y quedarse en casa, pero las personas no tienen agua y el dinero no alcanza, salen a protestar y la Policía las reprime. La pobreza es violencia también”.

Comienza fase 2 de vacunación con adultos mayores de 60 años en San Miguelito

Barrantes destaca que, aunque se han dado avances importantes en materia de derechos para las mujeres, estas conquistas sociales solo fueron posibles por la larga lucha organizada de estas. “Nada se ha conseguido en este país, ni en el mundo, sin personas que exijan sus derechos. No podemos permitir más violencia ni muertes contra mujeres ni niñas”.

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