La biblioteca pública y su establecimiento en las ciudades y poblados de Panamá

Actualizado
  • 23/04/2022 00:00
Creado
  • 23/04/2022 00:00
La primera era de las bibliotecas públicas en Panamá fue una iniciativa de los municipios de las ciudades de Panamá y Colón. Edmund Green, en el Panamá Herald de 1851, resalta la creación de una biblioteca pública, junto con los hospitales, como uno de los esquemas propuestos para mejorar la condición de la vida social en el país

La biblioteca pública es un espacio físico de encuentro, reflexión, interacción, creatividad y curiosidad intelectual, gratuita, no comercial.

La Biblioteca Nacional de Panamá fue fundada en 1942 en un edificio propiedad de la Caja de Seguro Social donde hoy opera la biblioteca Eusebio A. Morales, administrada por el Ministerio de Educación. La Biblioteca Nacional mudó sus instalaciones en 1987 a la ubicación actual en el parque Omar.

También es una institución que permite medir la calidad del servicio que ofrecen las ciudades y poblados a sus habitantes.

Funciona algunas veces a través de una red para poder alcanzar pueblos, barrios y suburbios fuera de los centros urbanos, aprovechando también las ventajas de la tecnología con el internet.

Son también centros comunitarios con una multiplicidad de servicios que van más allá del conocimiento y entran en el rol de lo social, para incorporar a grupos de menor representación con las herramientas necesarias para su integración en el mundo actual: adultos mayores, niños, migrantes, adolescentes, etc.

La biblioteca pública de Colón, inaugurada en 1892, funcionó en la planta baja del edificio del Consejo Municipal hasta su cierre en 1941.

¿Cómo fue su establecimiento hace 130 años en Panamá? Hacia 1893, las bibliotecas públicas ya habían sido fundadas en América Latina, siendo las más grandes, en cantidad de volúmenes, las de Rio de Janeiro, México, Buenos Aires, Santiago de Chile, Lima, Caracas, Montevideo y Nicaragua.

New York Public Library en EE.UU. se había consolidado en 1895 tras la fusión de bibliotecas populares y sociales de bibliófilos con la ayuda de las familias más acaudaladas de la época. El plan fue aclamado como un ejemplo de filantropía privada para el bien público.

La primera era de las bibliotecas públicas en Panamá fue una iniciativa de los municipios de las ciudades de Panamá y Colón. Edmund Green, en el Panamá Herald de 1851, resalta la creación de una biblioteca pública, junto con los hospitales, como uno de los esquemas propuestos para mejorar la condición de la vida social en Panamá. En el editorial “un paso en la dirección correcta” de 1853, Jhon Power en el mismo diario opina sobre la propuesta de José Arosemena para el establecimiento en Panamá: el frecuente y fácil acceso a buenos libros, y el fomento del gusto por la lectura y la información entre las personas es una de las ayudas más poderosas para elevar su carácter moral, así como mejorar su condición social. Lamentaba que Panamá era deficiente en cualquier tipo de distracción intelectual.

El teatro, las galleras y las cantinas eran los lugares donde locales y foráneos conducen su esparcimiento e incluso cuando buscan un cambio de panorama.

En el antiguo edificio de la Biblioteca Nacional, adquirido por la CSS, funcionaba la casa club del Century Club, fundado en 1914 en las inmediaciones del hotel Tívoli.

Una biblioteca pública, en gran medida, remediaría este mal, brindaría a muchos no solo los medios de pasar su tiempo libre de manera provechosa y placentera, sino que también les daría la oportunidad de mejorar sus mentes, expandir sus ideas y aumentar sus conocimientos.

Años más tarde, como una acción institucional, Manuel José Hurtado recibe en 1877 una donación de libros, periódicos, papeles y documentos pertenecientes a Justo Arosemena, para la conformación de la biblioteca del Estado Soberano de Panamá. Como reacción, emite una resolución donde se establece una biblioteca pública, bajo la custodia de la Dirección General de Instrucción Pública, empresa que no prosperó.

La biblioteca Colón fue inaugurada el 12 de octubre de 1892 por el Consejo Municipal de la ciudad de Panamá, en conmemoración del 400 aniversario del descubrimiento del Nuevo Mundo.

Con la asignación de los fondos para su instalación, mantenimiento y un local en la planta baja del edificio, abre sus puertas con un largo y aplaudido discurso por Francisco de la Espriella sobre la aventura del genovés, así como la lectura de cables enviados por María Cristina de Habsburgo –reina de España– y del Ducado de Veraguas.

La celebración continuó con música en el parque Bolívar y algunos edificios fueron iluminados para la ocasión, como la sede de la Sociedad Italiana de Beneficencia en la plaza de Santa Ana.

El Concejo Municipal capitalino estaba regocijado por ese pequeño comienzo y fervorosamente confiaba en que se convertiría en una fuente inagotable de placeres y utilidades del más alto orden para las generaciones venideras. Lamentablemente llegó a tener su final en 1941 cuando cerró los servicios por asuntos presupuestarios.

La biblioteca Mateo Iturralde, en la ciudad de Colón, fue inaugurada en 1908 y se atribuye la iniciativa a los cónsules de Estados Unidos en Colón con el apoyo del municipio. James C. Kellog recaudó contribuciones tanto en la ciudad como de personas provenientes de EE.UU., mientras que Alban G. Snyder había entregado una colección de libros.

La biblioteca funcionó inicialmente en el primer piso del edificio municipal y contenía un acervo en inglés, español, francés y alemán que llegó a ser una bendición para los cosmopolitas habitantes de aquella ciudad.

En esos nacientes años como república, también hubo el interés de llevar la instrucción pública a todos los rincones del país, particularmente a los millares de personas de los distritos rurales, que sabían leer pero no tenían a su alcance la compra de libros y periódicos.

La pérdida del hábito de la lectura era vista como una esterilización de la labor educativa, ¿Cómo proveer de alimento intelectual a las clases pobres del campo, que conforman la gran mayoría de la población? La respuesta fue proveer cada provincia de una “biblioteca popular” como complemento a la escuela. En 1924 se llevó el modelo de biblioteca escolar popular en Aguadulce, David, La Palma, Penonomé, Soná y Taboga como complemento de la escuela normal rural. También se consolidaron las bibliotecas en las escuelas y universidades hacia 1940, como el Instituto Nacional, la escuela Profesional, el centro escolar Manuel Amador Guerrero, colegio La Salle, colegio Normal de Institutoras, la escuela Normal de Santiago y la Universidad de Panamá. En la Zona del Canal estaba Panamá Canal Library (Balboa Heights), Canal Zone Junior College Library (Balboa Heights) y Post Library (fuerte Davis).

Clubes y sociedades organizaron algunas bibliotecas para sus afiliados, como la Academia Panameña de la Lengua, Academia Panameña de la Historia, Club Unión y la Sociedad Bolivariana. Cabe resaltar la formación de las colecciones en las bibliotecas de aquellos años, como repositorio de las ideas y publicaciones de autores, escritores, académicos, personajes de la época; una tarea de archivo de la memoria colectiva en las localidades donde fueron creadas.

¿Son las bibliotecas una facilidad del pasado?, ¿han perdido vigencia con el cambio tecnológico? Recientemente el concepto básico de la biblioteca ha sido también reinventado a nivel privado como un modelo de negocios como lugar colaborativo de encuentro, trabajo y estudio.

Las primeras bibliotecas en Panamá, producto de la gestión municipal, tuvieron unos resultados modestos en su funcionamiento: operando en espacios anexos, a diferencia de otros establecimientos públicos que ocuparon edificios independientes, que acrecentaron y modernizaron tanto sus instalaciones como sus servicios.

La biblioteca escolar popular logró la descentralización del conocimiento para llegar a regiones desfavorecidas del interior del país, pero su diseminación y alcance tuvo un impacto limitado, circunscrito más bien hacia una función escolar.

Tradicionalmente los recursos financieros asignados por el Estado o las alcaldías y municipios para la sostenibilidad han sido bajos, pero también han sido apoyadas por organizaciones cívicas e individuos.

A pesar de esta condición, las bibliotecas públicas en Panamá esperan por un renacimiento como puerta de acceso a oportunidades dentro del conocimiento y fortalecimiento social al servicio de las comunidades.

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