Hay que desclasificar lo olvidado

Actualizado
  • 15/04/2023 00:00
Creado
  • 15/04/2023 00:00
En los momentos en que las generaciones mansas desdeñan el relevo creador se impone la desclasificación de aquellos episodios ignorados y la vigencia de la más oportuna pedagogía del recuerdo. Es una pedagogía integral porque explica todos los logros, las conquistas y los posteriores cuadros evolutivos o involutivos que la historia ha registrado
Hay que desclasificar lo olvidado

Algunos países guardan documentos calificados de secretos por un tiempo determinado. Luego los desclasifican y se exponen al conocimiento público. Es una buena medida porque no todos los problemas del Estado, por razones de seguridad, deben ventilarse coetáneamente a su fecha de origen. Además, el tiempo que todo lo mitiga permite mayor objetividad al examinar lo que en un momento dado fue un secreto.

En cierto modo recordar episodios idos, como lo viene haciendo Omega Stereo en uno de sus programas, pareciera una desclasificación de lo que permanece en el olvido. Esa remembranza es todo un ejercicio cívico si lo que viene a la memoria guarda relación con el nacimiento, desarrollo y éxitos de la nacionalidad. También es una tarea docente para quienes sufren de amnesia y para las nuevas generaciones que, por razones escolares, no tienen elementos de juicio para apreciar los sucesos dignos de tenerlos presentes.

Yo siempre he pensado que los pueblos son como los ríos. De nombre existe un solo río, pero sus aguas viven en permanente renuevo y pasan. Lo que da sentido geográfico al río es su cauce. Las aguas se enriquecen, tienen sus mutaciones en el lecho materno y dentro de él algunas veces son mansas y otras se sublevan con ímpetu, pero siempre, normalmente, dentro de su espacio natural. Y si ocurre algún desbordamiento es porque la furia de las aguas busca nuevos caminos y horizontes. Así ocurre con los pueblos. Es único como el río, es uno como pueblo, pero su contenido particular se encuentra en el incesante pasar de generaciones. Y cada generación tiene sus propios ríos, sus propios sueños y sus propias anemias. El pueblo panameño es uno como identidad, pero en su renovación incesante, generacional, cabe la fractura y existen generaciones mansas y generaciones que rompen todos los cauces porque saltan todos los obstáculos que impiden su marcha ascendente hacia las regiones del querube, de la gloria.

En los momentos en que las generaciones mansas desdeñan el relevo creador se impone la desclasificación de aquellos episodios ignorados y la vigencia de la más oportuna pedagogía del recuerdo. Es una pedagogía integral porque explica todos los logros, las conquistas y los posteriores cuadros evolutivos o involutivos que la historia ha registrado.

Traigo varios recuerdos desclasificados para bien de la actual generación embebida en otros temas, tal vez improductivos espiritualmente. El próximo 12 de diciembre, por ejemplo, se conmemora el aniversario número 60 de la gesta patriótica que dio al traste con el convenio Filós-Hines. Fue el primer gran fogonazo de dignidad y de patria de la generación que venía fraguando su espíritu soberano, inmerso en la dura realidad colonial de una época. En la época esperanzada de la posguerra, por los tratados o acuerdos canaleros vigentes, por la práctica del imperio, en el año de 1947 el país era asiento de 114 bases militares extranjeras diseminadas a lo largo y ancho de la República.

Los jóvenes del 47 no querían pasar a la historia como una generación de aguas mansas. Tenían plena conciencia de su realidad íntima como individuos, como grupo y como integrantes de una nación. De país ocupado aquel movimiento generacional puso una corona de gloria y de dignidad a la patria. El 22 de diciembre de 1947 la Asamblea Nacional, presionada por todo el pueblo teniendo en su vanguardia a la Federación de Estudiantes, rechazó el convenio para evitar la continuación de las bases militares y de inmediato el presidente Truman ordenó la evacuación de las 114 bases militares.

Esta desclasificación es oportuna porque aquel impulso de sagitarios tuvo su encerrona involutiva. Al aprobarse en 1955 el tratado Remón-Eisenhower, denominado en su momento como el tratado de la Cámara de Comercio, se introdujo, como clandestinamente, una cláusula que otorgaba a Estados Unidos el derecho a ocupar la base militar de Río Hato. Aquello fue un acto de traición a la gesta del 12 de diciembre. El pueblo en su oleada generacional de 1955 dio un triste tributo de mansedumbre y fue consumado un atentado al espíritu patriótico de 1947.

Se debe desclasificar, igualmente en las aulas escolares, los deprimentes momentos que vivía la República antes de 1936. Por el tratado de 1903 Estados Unidos garantizaba la independencia de Panamá. Por ese mismo tratado, Estados Unidos podía tomar unilateralmente nuevas tierras y aguas, a más de las expresamente otorgadas, para el mantenimiento, defensa, etc. del Canal. Era la interpretación que daba a los textos Estados Unidos, interpretación que no compartía Panamá.

El tratado general de 1936, que negoció el gobierno de Harmodio Arias, eliminó la cláusula que obligaba a Estados Unidos a garantizar la independencia. La independencia, decía Harmodio Arias, la garantizan los panameños exclusivamente. Asimismo Estados Unidos no podía tomar nuevas tierras y aguas para la defensa del Canal, sin el consentimiento expreso de Panamá, condicionado tal consentimiento a la existencia de una guerra o al peligro de una conflagración universal.

Fue un salto enorme para la época por la vía del revisionismo. Era la aceptación de Estados Unidos de que Panamá era un país soberano y nada podía hacerse sin su consentimiento.

Pero en el año de 1939 se abrió un portillo para violar la conquista adquirida. Se presentó el habitual cuadro involutivo. Por un acuerdo diplomático, Estados Unidos podía tomar medidas unilaterales para la defensa del Canal si súbitamente dicho Canal era objeto de una agresión.

He aquí la ventaja de tener en la mesa del conocimiento aquellos documentos que merecen la permanente desclasificación. Porque la política del dar sin dar o de evolucionar e involucionar es de perpetua raigambre en la diplomacia de Estados Unidos. Su última flor, aún en el recuerdo, la encontramos en la famosa y “potable” enmienda de De Concine.

Los pueblos tienen sus generaciones mansas como los ríos tienen sus aguas sublevadas. Si se desclasifica el olvido no habrá en el futuro generaciones sin pulso, anémicas o mansas. Siempre tendrán viva una fuente de inspiración.

Publicado originalmente el 22 de septiembre de 2007.

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