Omayra, la lideresa indígena que en lo más duro de la pandemia encarnó la fuerza del Ancoré

Actualizado
  • 06/06/2023 00:00
Creado
  • 06/06/2023 00:00
La covid-19 puso a prueba a Omayra Casamá, una trabajadora social emberá de 52 años que mantuvo en alto el legado familiar de la botánica y logró que su comunidad adoptara las medidas de protección y las vacunas
Omayra Casamá en su comunidad.

Ataviada con una paruma emberá, Omayra Casamá, una lideresa indígena que cumplió un rol clave en su comunidad de Ipetí Emberá durante la pandemia, inicia su día junto al fogón. Cocina, con su hija y su madre, el desayuno para las casi 30 personas que integran su familia. Tras bañarse en el río que atraviesa la comunidad, sube las escaleras al segundo piso de la gran choza. En medio de parumas para la venta y un altar tradicional emberá, se sienta a pelar los plátanos que comerán para comenzar el día.

Esa escena revela parte de lo que es Omayra, una licenciada en trabajo social que es lideresa primero en su familia y luego en su comunidad. Con voz firme y un talante de acero recuerda, mientras fríe los patacones sentada en el piso, cómo “rompió barreras” hace dos décadas al convertirse en la primera mujer cacica de la etnia Emberá. “Todo es lucha”, dice.

Esa comunidad, donde viven unas 700 personas, se encuentra a unas dos horas y media al este de la ciudad de Panamá en la provincia de Darién. Omayra llegó allí en la década de 1970. Cuando tenía seis años, su familia fue desplazada del área de Bayano por la construcción de una hidroeléctrica. Por ese desplazamiento, el Estado panameño fue condenado por la Corte Interamericana de Derechos Humanos en 2014.

Omayra logró convertir el dolor por la pérdida de sus tierras ancestrales en lucha. Hoy es una lideresa comunitaria que destila constancia, trabajo y comunidad: todo al mismo tiempo, todos los días.

Ipetí Emberá también sufrió las consecuencias de la covid-19. Y esa actitud de lucha que acumula décadas en ella, volvió a ver la luz en la época más difícil de la cuarentena. Ante el cierre de la atención primaria en los centros de salud, Omayra, su hija y el cacique de ese entonces impulsaron el diálogo con el Ministerio de Salud para que retomaran las actividades en su comunidad haciendo pruebas y brindando atención primaria y medicamentos. “Nos sentíamos en una isla”, dice Omayra. Su rol fue trasladar las necesidades de la comunidad al gobierno, para que la ayuda que repartían las autoridades llegara a los habitantes de Ipetí.

También fue pieza central para la adaptación en lenguas indígenas de los mensajes y recomendaciones que dieron las autoridades de Salud durante la pandemia, a través de un proyecto que gestionó con la ayuda de la Embajada Británica, en el cual Omayra prestó su voz para explicar a la comunidad en lengua emberá sobre los riesgos que implicaba el virus de la covid-19, cómo debían cuidarse y qué debían hacer en caso de contagiarse.

La figura paterna y un legado familiar

Omayra baja las escaleras y va al vivero. Su mirada se renueva mientras camina por las plantas y señala las especies que utilizaba su padre para la medicina botánica durante la pandemia. Con el dedo índice marca el sendero que recorría su padre, Reinedio Casamá, para recoger el orégano y la hierba que denominan “desbaratadora”, que luego convertía en un té para aliviar los síntomas de la covid entre los pobladores. Él era el botánico de la comunidad: “En ese momento era la única atención disponible y salvó muchas vidas”, expresa Omayra. Mientras recorre el vivero y señala otras especies de plantas: espavé, amarillo, roble, almendro de montaña, cocobolo, cedro y borojó, a la que identifica como la fruta típica emberá.

La madre y la hija dicen que Omayra heredó lo trabajadora, lo cuidadora y lo fuerte de su padre Reinedio, quien falleció con covid-19 por falta de oxígeno. Él era uno de los primeros en la fila cuando llegaban a hacer las pruebas y quería ser de los primeros en ponerse la vacuna cuando esta saliera, un episodio que Omayra recuerda entre lágrimas. El botánico de la comunidad también sabía de la importancia de mantener los cuidados y respaldar el trabajo de la medicina occidental. “Me acuerdo de mi papá que decía: 'No dejes de tomar lo que el doctor te dio, pero a la misma vez, también vas a seguir tomando el tratamiento que te estamos dando'. No importa quién te salvó, lo importante es que tengas salud y que te puedas recuperar”, recordó Omayra.

Para la lideresa emberá, la pandemia demostró que los saberes ancestrales deben trabajar junto al conocimiento científico. “No nos vamos a sanar si la medicina natural de los emberá no se da la mano con la medicina occidental”, agregó. Su sueño es un centro de salud donde las parteras del pueblo y los botánicos coexistan con la medicina en un sistema de salud integral que “sane y salve vidas en la práctica”.

La muerte de su padre la impulsó a tomar su legado y ponerse a cargo de las tareas de salud de la comunidad. “Me sentí responsable de mi familia, me siento responsable. Su legado me hace recurrir a mi propia fuerza, a la fuerza del Ancoré para poder seguir desafiando el proceso de construcción que buscamos precisamente las mujeres, como guardianas, como traductoras, como sabedoras”, dijo. Por eso también, a través de su liderazgo en los distintos frentes, Omayra alentó a la comunidad a vacunarse una vez el Ministerio de Salud de Panamá empezó a distribuir las primeras dosis para grupos vulnerables.

El rol de los líderes comunitarios para reforzar la vacunación en la niñez

Panamá es un país con buena cobertura de vacunación –alrededor del 90% de la población se vacunó con el cuadro completo en 2018, según la última información oficial– y cuenta con uno de los mejores programas.

La pandemia, sin embargo, trajo algunos riesgos, según explicó Karina Núñez, especialista de cambio social y comportamiento de Unicef. “Muchas personas dejaron de vacunarse por distintas razones, entre ellas, las restricciones de movilidad o la difusión de rumores respecto a la vacunación contra la covid-19, que también terminó arrastrando la vacunación pediátrica y colocando a la niñez panameña en alto riesgo”, dijo Núñez.

Para dar vuelta a esa situación, el trabajo de líderes como Omayra es “súper clave y fundamental”, agregó Núñez, porque hacen “el puente intercultural” en la promoción de la salud y de la vacunación. “Parten desde sus saberes ancestrales, desde su experiencia en las comunidades y pueden dialogar con la gente y llevar mejor los mensajes que son tan necesarios para que los operadores de salud puedan salvar vidas”, dijo.

Omayra continúa trabajando en la promoción de la confianza en la vacunación. Con el apoyo de Unicef, el Ministerio de Salud de Panamá y la Fundación Casa Taller, las mujeres de la comunidad Ipetí Emberá han fortalecido sus capacidades para monitorear la desinformación respecto a la vacunación.

Vacunación en el país

En Panamá, 80% de la población recibió al menos dos dosis de la vacuna anticoronavirus

Entre marzo y septiembre de 2022 el Ministerio de Salud de Panamá aplicó 135.004 dosis de Pfizer pediátrica en el programa de vacunación escolar. El total de vacunas aplicadas para el virus de covid-19 en todo el país hasta septiembre fue de 8.577.497 dosis. Eso implica que 88,1% de los panameños se vacunó con la primera dosis, 79,2% con la segunda dosis y 43,1% con la tercera dosis, según las últimas cifras difundidas. Las autoridades no divulgaron cifras de vacunación por región, comunidad u otros factores demográficos.

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