Bosco Vallarino: la gran payasada

Actualizado
  • 16/04/2009 02:00
Creado
  • 16/04/2009 02:00
Los magistrados del Tribunal Electoral han fallado de que no son competentes para determinar la nacionalidad y los derechos ciudadanos d...

Los magistrados del Tribunal Electoral han fallado de que no son competentes para determinar la nacionalidad y los derechos ciudadanos de Bosco Vallarino.

Más honestos hubieron sido en declarar que no son competentes para nada.

El mismo Bosco ha confesado que es ciudadano de los Estados Unidos. El Siglo lo reportó el día 2 de abril, y Bosco nunca lo ha negado.

Confesó además que “solicitó la nacionalidad por necesidad, en la época de la dictadura militar en Panamá cuando pidió exilio en Estados Unidos.” Durante dos semanas, sin parar, ha llorado una laguna de lágrimas para contar a quien escucha cómo sufrió a manos de Noriega y cómo la persecución política le obligó naturalizarse para poderse mantener en el extranjero.

Y si las mismas palabras del candidato no son prueba suficiente para los magistrados, está su récord de votar en Miami, que La Estrella obtuvo y publicó.

Bosco tiene ciudadanía estadounidense. No hay nada para determinar al respeto. En cuanto a sus derechos ciudadanos en Panamá, el artículo 13 de la Constitución es elocuente. Se suspende la ciudadanía “cuando se adquiere otra nacionalidad.”

Aquí también, Bosco fue testigo en su contra. Sacó del pasado la “Doctrina Suárez” que, supuestamente, permite a uno recuperar la ciudadanía perdida —o, mejor dicho, botada— por adquirir otra nacionalidad. Entonó que la doctrina le dio paso a tener de nuevo el derecho de participar en la política, reconociendo públicamente que ya no lo tiene.

Para Bosco estas cosas no son importantes. Para él, nacionalidad y ciudadanía son cosas livianas que se quitan y ponen al capricho de uno.

El ha descubierto el secreto de la eterna niñez. Creció físicamente, es cierto, pero no moralmente. Todavía es muchacho de ocho años, y sus necedades hasta inspiran algo de celos en nosotros los adultos. Del Tribunal, en cambio, uno espera más seriedad.

Al presentarse como candidato para la Alcaldía capitalina, Bosco omitió un detalle pequeño. Había adquirido otra nacionalidad y así perdido su ciudadanía panameña.

Al esconderlo, reveló su hondo desprecio para el mundo de los adultos, es decir, para el partido que lo postuló, para la alianza que le apoya, los votantes, y por supuesto para el Tribunal Electoral, obligado a asegurar una elección ordenada como Dios manda.

Ahora los magistrados, lejos de estar enojados, han abrazado la payasada. “La han hecho suya”. Ojala que fuera tan fácil para nosotros los adultos. Ojalá pudiéramos vivir en la Tierra de Nunca Jamás con Bosco, los magistrados y Peter Pan.

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