Un ‘gringo’ extraordinario

Actualizado
  • 25/01/2013 01:00
Creado
  • 25/01/2013 01:00
PANAMÁ. Hace poco falleció el ex Embajador Jack H. Vaughn en su residencia de Arizona, EEUU, en donde vivía su retiro. Los panameños de ...

PANAMÁ. Hace poco falleció el ex Embajador Jack H. Vaughn en su residencia de Arizona, EEUU, en donde vivía su retiro. Los panameños de esta generación poco o nada les habrá significado este nombre de un ciudadano norteamericano que por afecto y cariño a Panamá y a los panameños semi-adoptó nuestro país como su segunda patria, y quien fuera designado embajador de Estados Unidos en Panamá a raíz de los disturbios ocurridos en 1964 entre los zonians y los panameños que dejaron más de un par de decenas de muertos.

Conocí al embajador como, tal vez, ningún otro panameño, entre los cuales había muchos que lo apreciaban por su personalidad, su sencillez y forma de hablar directa y franca, que le ganaba muchísimas simpatías. Hoy, en su memoria, me escribo algunas anécdotas de este ‘gringo’ que fue no solo embajador de los Estados Unidos en Panamá, y en Colombia, sino también subsecretario de Estado y Director de los Cuerpos de Paz para América Latina.

Recuerdo cuando lo conocí, muchos años antes de ser designado embajador. Había llegado yo de los Estados Unidos al terminar mis estudios universitarios e ingresado al Instituto de Asuntos Interamericanos, Agencia del Departamento de Estado Norteamericano precursora del AID, que se encargaba de los programas de asistencia técnica y económica para América Latina y en cuyo organismo igualmente había ingresado él.

Durante su estadía en Panamá, unos ocho años, fungió como director de Programas del Instituto Interamericano en donde supo granjearse las simpatías de panameños de todas las clases por su don de gente. Creó programas que en esa época necesitaba nuestro país. Fue el organizador del programa de becas a panameños para que se formaran en Universidades Norteamericanas y contribuyeran al Nuevo Panamá que él visionaba. ‘Solo necesitan educación’ me decía. Igualmente, contribuyó a que se creara la Carrera Administrativa en el Gobierno para que el país se beneficiara de los jóvenes que regresarían de universidades del exterior y quisiesen ingresar al sector público. Se iniciaron los servicios Cooperativos de Agricultura, de Salud y de Educación para tales efectos. Su contribución a los programas de asistencia de esa época fue real, directa y efectiva.

UN NEGOCIADOR DE LOS HECHOS DE 1964

Al ser electo el Presidente John F. Kennedy en 1960, se le designó como director de los Cuerpos de Paz para América Latina que había creado el nuevo Presidente. En 1964, estallaron los disturbios en Panamá con motivo de la negación de los zonians a izar la bandera panameña en el área canalera, disturbios que dejaron numerosos muertos panameños y que motivó que el presidente Roberto F. Chiari rompiera relaciones con los Estados Unidos.

En esos días hablamos por teléfono y a él no había necesidad de explicarle las razones de los disturbios, ya que conocía el fondo del problema existente entre las dos naciones.

Su presencia en la Casa Blanca se hizo sentir inmediatamente. Jack tenía una amistad muy íntima con Bill Moyer, quien fuera la figura más influyente en el gobierno del presidente Johnson, no solo por ser su protegido, sino por ser su secretario de prensa y era, a su vez, el filtro para llegar al Presidente Johnson.

Este Presidente con escasamente un año en la Casa Blanca solicitó a Jack, por haber residido aquí, que le ofreciera una orientación sobre el problema, lo cual hizo con una sinceridad sin paralelo. Al agravarse la situación, tanto Bill Moyer como otros en la Casa Blanca, entre ellos el Director de los Cuerpos de Paz, Sargent Shriver, cuñado del fallecido Presidente Kennedy, sugirieron su nombramiento al nuevo Presidente.

Recuerdo que al designarlo embajador en Panamá, Jack me llamó esa noche por teléfono y me habló de su nombramiento y me agregó: ‘te agradecería me hicieras una relación objetiva de los acontecimientos que están sucediendo en Panamá desde el punto de vista panameño‘. ¿Cuándo vienes?, le pregunté, y me dijo ‘tan pronto pueda y me confirmen’.

Sentía la tensión en su voz, otrora un hombre calmado, y me contestó: ‘quiero resolver este asunto lo más pronto posible, no hay razón para que esto suceda entre dos naciones amigas’.

A su arribo a Panamá lo recibió el diario La Hora, el de mayor circulación en esa época, con una caricatura del nuevo embajador vestido de vaquero tejano. Llegaba, según esta caricatura, como un vaquero del oeste norteamericano con sombrero tejano, botas de cowboy y pistolas a cada lado de la cintura, a resolver el problema.

Cuando se la enseñé, le hizo mucha gracia y me pidió que le consiguiera el original para enmarcarlo. La caricatura la había diseñado Eudoro Silvera, el prestigioso pintor panameño y el primero en usar la caricatura como crítica política en el país.

‘Lolo’ me dijo que no podía dármela, pues era propiedad de La Hora y no creía que la iban a ceder. Jack se quedó sin la simpática caricatura. Después, él y ‘Lolo’ se divirtieron en varias ocasiones comentándola.

SU INFLUENCIA

En 1965, el canciller Fernando Eleta me designó miembro de la Delegación Diplomática Panameña a la Reunión de Cancilleres que se celebraría en octubre y noviembre en Río de Janeiro para reformar la carta de la OEA. La delegación de Panamá estuvo integrada por el embajador Eduardo Ritter Aislán, el profesor Renato Ozores, el economista Herman Rodríguez, fallecido prematuramente a nuestro regreso; Miguel Corro, secretario de la Embajada de Panamá en Washington, D.C., el Embajador de Panamá en Brasil, Gustavo Méndez, y el suscrito.

Para ese entonces el Presidente Johnson había trasladado al Embajador Vaughn de Colombia y lo había designado como Subsecretario de Estado para América Latina, por lo cual sería uno de los personajes más importantes de la Conferencia. El canciller Eleta y yo teníamos una buena amistad y confianza, así que le sugerí que como Jack tendría gran influencia en la reunión, deberíamos tener una reunión con él tan pronto llegásemos a Río y que, además, en las visitas protocolares deberíamos tratar que el Secretario de Estado Dean Rusk, quien también asistiría, hiciese su primera visita a nuestro canciller para evitar comentarios entre los diplomáticos que podrían creer que habría resentimientos por los sucesos de 1964.

El canciller Eleta asintió, así que procedí a plantearle a Jack nuestra solicitud sin comprometer al canciller. A Jack le agradó la idea y me contestó que trataría de programarlo. Jack cumplió su palabra y el Secretario Dean Rusk, al primer canciller que visitó al llegar a la conferencia de Río, fue al canciller panameño en su suite del Hotel Gloria, en donde se llevó a cabo la conferencia de la OEA.

Esta acción, debido a la cortesía del subsecretario Jack Vaughn, fue muy comentada por las delegaciones y contribuyó a que nuestra delegación fuera admirada y de paso nació así una gran amistad entre el canciller Eleta y Jack Vaughn. En su última visita a Panamá, acompañado de su esposa Leftie, se hospedó en la residencia de Fernando y Graciela de Eleta.

AMANTE DE NUESTRA AMÉRICA

Antes de dejar su posición de Secretario de Estado para América Latina, tuve que ir a Washington y lo llamé para cerciorarme si iba a estar en la ciudad y me aseguró que sí, por lo cual acordamos vernos para almorzar y me dijo que al día siguiente me pasaría a buscar al hotel a eso de la 1:00 de la tarde. Al recogerme me informó que iríamos a almorzar a Blair House con dos funcionarios que deseaba que los conociese. El almuerzo fue realmente interesante hasta que uno de sus invitados se refirió a América Latina como un gran continente pero que producía poco, ‘solo retórica’, algo que me incendió y me encontraba presto a contestarle en forma, tal vez, no muy cordial, cuando Jack intervino y le contestó. ‘No creo que sea así. América Latina tiene de todo y su potencial es inimaginable. Por razones económicas y de educación no tiene los premios Nobel que tiene Estados Unidos o algunos de los países industrializados, pero tiene, sin embargo, media docena de premios Nobel en literatura, que es algo muy apreciado por ellos’.

Me reafirmó la visión que tenía Jack de nuestros países. El almuerzo terminó en forma muy cordial y me agradó que la defensa de América Latina la había hecho nada menos que el Subsecretario de Estado de los Estados Unidos.

LA ÚLTIMA REUNIÓN

Antes de enfermarse, su esposa Leftie me informó que sus amigos y compañeros del Departamento de Estado le harían un homenaje y Jack deseaba que algunos de sus amigos panameños participaran. Asentí y le contesté que yo hablaría y que estaba seguro de que otros también, a quienes yo contactaría. Llamé a Fernando y Graciela Eleta y les informé que habían dispuesto una línea telefónica especial para que nosotros le enviáramos mensajes de felicitación y asimismo lo hice con ‘Chinchorro’ Carles, pero este último no pudo participar pues se encontraba indispuesto, pero sí autografió uno de sus libros con una dedicatoria muy bonita que le envié por correo aéreo y Fernando y yo hablamos resaltando su labor en Panamá y su personalidad tan especial que le granjeó el afecto de tantos panameños. La última vez que lo vi fue cuando presentó el libro de Fernando Eleta sobre los tratados.

La noche anterior me llamó a la casa y me dijo que había venido a Panamá con su esposa Leftie y que me invitaba a la presentación del libro. Asistí a la ceremonia. Conversé largo con él y con su esposa, a quien tenía varios años de no ver. Posteriormente fui a la casa de Fernando y allí conversamos largo sobre muchos de nuestros problemas y de América Latina, que todavía le preocupaban.

El día que falleció recibí un correo electrónico de su esposa en donde me informaba que Jack acababa de morir.

Me sorprendió. No esperaba que la enfermedad que lo aquejaba lo acabaría tan pronto.

Me ha dolido su fallecimiento ya que ha sido uno de los pocos norteamericanos que he conocido, que ha vivido en Panamá y que sintió siempre que vivir entre nosotros era como estar en su propia tierra.

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