• 15/10/2008 02:00

Traficantes de esperanzas

El sentimiento más desarrollado es la esperanza, que se manifiesta desde el punto de partida con niveles diferentes. Quien no tiene nada...

El sentimiento más desarrollado es la esperanza, que se manifiesta desde el punto de partida con niveles diferentes. Quien no tiene nada espera algo; quien tiene algo quiere más; el que tiene suficiente quiere más que bastante; el que tiene bastante quiere tener de sobra; el que tiene de sobra quiere ser millonario... y así cada quien tiene esperanzas por más, dependiendo de dónde arrancan sus esperanzas... es el mismo estadio, son diferentes las puntos de partidas y rivales, pero todos tratan de correr dentro de sus categorías y pasar a la siguiente.

En el entendimiento de la superación individual y asociadas estas reglas son aceptables, aunque los que están en un nivel superior por lo general pisotean o utilizan a los de nivel inferior para trepar el árbol de la codicia y el espejismo de la fama.

El “esperanzómetro” es un artilugio imaginario calibrado con la desgracia o fortuna de los que la requieren y es tan desconcertante oír que mientras algunos piden que no haya ruidos en sus buenas, limpias y custodiadas calles, donde se encuentran sus respetables residencias, otros sólo estén esperanzados por tener agua para sobrevivir. Muchos tienen la esperanza de cambiar su auto coreano por uno japonés y el que tiene uno japonés por uno europeo, mientras la esperanza del ciudadano de a pie es tener un bus que le permita ir sentado, que no le reviente los tímpanos con música que no pidió oír y que no le agraven su natural estrés cotidiano con las regatas asesinas.

Las esperanzas nunca perderán actualidad... son un círculo vicioso o virtuoso dependiendo de cada cual. Existen esperanzas soberbias, y codiciosas que se apoyan en las esperanzas de los más necesitados, porque aunque no son técnicamente pudientes, son muchos y estadísticamente determinantes una sola vez cada cinco años. Además sus esperanzas son tan insignificantes en forma individual con tan poca inclinación hacia la unidad.

Los traficantes de esperanzas son los políticos que dicen poder satisfacer las esperanzas de los inconformes, los que reclaman, los que son perfectos para montar una plataforma de promesas, los que representan el 90% de los votantes. La esperanza de estos prometedores “profesionales”, estimulados por distintas o parecidas ambiciones, es que sus promesas sean tan convincentes que les permitan con el voto esperanzado, realizar sus esperanzas de dominar el país.

Panameño, vota por las promesas más factibles, por el menos malo de los tres: uno es un multimillonario obsesionado con ser presidente, quien le metido mucho dinero a esta esperanza con un alto sentido del “costo-beneficio”. Otro es un hombre que parece noble, de excelente familia con riqueza propia, pero respaldado por un partido degradado con la muerte de su cacique y la rebatiña caníbal de sus dizque seguidores. La siguiente viene del pueblo con su precaria tendencia comunista, falsa en sus actuaciones y en sus palabras, pero con un partido que cuando quiere ser monolítico, no ve, no oye y no entiende.

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