• 21/11/2008 01:00

‘Fiebre del sábado en la noche’, en Tocumen

Pensándonos ya curados de espanto al darse en enero la largada de este “Año de Hidalgo” con los $61 millones que faltan por justificar e...

Pensándonos ya curados de espanto al darse en enero la largada de este “Año de Hidalgo” con los $61 millones que faltan por justificar en el contrato “regalado” a Odebrecht sin licitación (tras una “donación” de $800 mil a un programa de la primera dama), en febrero de 2007 le ataja el caso del embajador beliceño Moisés Cal. Nuestro gobierno guarda silencio sobre tan descarado tráfico de influencias, corroborando que aquí no hay ley y que Panamá es sinónimo de corrupción. “Plus change”. Porque el caso Cal dejó la duda de si importó efectivo en una valija diplomática — y si realmente tenemos controles sobre el contrabando de sustancias ilícitas en tránsito por el nodo aeroportuario Copa — Continental en Tocumen.

Con $45 mil diarios para promover lo que solo la Secretaría de Comunicación del Estado entiende como “transparencia”, no es de sorprenderse que medios locales callarán al respecto. Ni que tampoco informó si en su reunión se aprovechó la presencia del canciller beliceño para desenmarañar el caso Cal, que nos afecta más directamente que cualquier programa lírico de la OEA, puesto que compromete la seriedad de nuestro compromiso internacional de combatir el lavado de dinero. Ni si lo recordará nuestro canciller.

Aún para Panamá el manejo de la información sobre este caso resulta curioso. Los hechos son sencillos. Tras renunciar en diciembre de 2006, Cal mantuvo su pasaporte oficial (y su canciller no se lo retiró). Con él nos visitaba semanalmente, atrayendo lo que nuestra Aduana da por llamar un “seguimiento”, y a medianoche del sábado 10 de febrero de 2007 se le pilló con $1 millón en efectivo — por un soplo anónimo. Cal alega ser víctima de aduaneros corruptos, cuatro de los cuales están presos hoy por coimearle “más de $100 mil” (por permitirle declarar menos; Aduanas le confiscó otros $130 mil, haciendo ver que sí hizo su trabajo). Se le pidió permanecer hasta aclarar los hechos, pero partió al día siguiente, sin conocerse si realmente logró aclaró algo, ni quién le dio salida — ni con cuánto de los $800 mil restantes logró “escapar” de Panamá. Belice divulgó oficialmente que Cal era “objeto de investigaciones en Panamá” y que (a 19 días de los hechos) aún esperaba solicitudes judiciales “de Panamá o de terceros países”, pese a la corrupción tan patente perpetrada en suelo patrio.

El resto de las autoridades panameñas también se lucieron similarmente. Pese a que se entendía que quien controla el acceso a Panamá es Migración, no se acaba de comprender que sea el director de Aduanas quien dice a La Prensa (22 de febrero) que “lo que sí está seguro es que no hay registros de su salida”. Pese a que aquí mucho se dice solo entrelíneas, se supondría que la Presidencia designó a Aduanas para coordinar este caso — posiblemente porque Daniel Delgado Diamante se destacó durante la dictadura cuando, Omar Torrijos fortaleció sus lazos con Belice y que anteriormente fungió como secretario general de la Cancillería, tendría conocimientos especiales de lo diplomático en estos casos.

La Prensa cesó súbitamente una excelente cobertura el 5 de marzo 2007, tras divulgar que “(el fiscal Segundo de Drogas) Almengor se quejó, porque las reformas al Código Penal eliminan el carácter delictivo de la transportación de dinero delictivo, que en el Código vigente establece penas de entre 1 y 3 años de prisión...”. (Continuará)

-El autor es traductor oficial.

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