• 23/02/2009 01:00

Máscaras y mentiras

Cuando lean esta nota en el diario del lunes de Carnaval, estaré aprovechando las fiestas y los días de asueto para descansar.

Cuando lean esta nota en el diario del lunes de Carnaval, estaré aprovechando las fiestas y los días de asueto para descansar.

Voy a ponerme al día en la lectura o a distraerme con la familia e ir de paseo.

Como escribí hace ya algún tiempo en este espacio, en el 2007 fue la primera vez que salí de la ciudad hacia el interior del país en el marco de estas fiestas.

Decía en ese entonces que la seriedad con que se toman los tableños las fiestas de Carnaval es de admirar, cuando se trata del espectáculo en sí.

El entusiasmo, la entrega y el arte con que se organizan los paseos de las reinas y los desfiles, sus adornos e indumentarias exóticas, las murgas y los cantos, llaman la atención y merecen el aplauso de todos.

Esto se repite en otras áreas del país.

Decía también que los tableños se toman muy en serio la disputa entre las dos calles: la de arriba y la de abajo.

Es una disputa de décadas que ya nadie se acuerda cómo empezó.

Da risa y asombra que personas ajenas al asunto, perfectos extraños y visitantes temporales y que no tienen vela en ese entierro, tomen partido en un asunto meramente regional.

Conocen las tonadas y los insultos hacia la contraparte y “están dispuestos a fajarse con cualquiera por defender la calle en donde no viven ni ellos ni nadie que conozcan”.

Es harto conocido, pero a muchos poco les importa que las ganancias económicas de fiestas como estas son para las grandes empresas de entretenimiento, licor, hoteles, comida, etc.

Pero este año parece que las ganancias se multiplicarán considerablemente por el simple hecho de que estamos en un año electoral.

Las dos grandes campañas electorales gastarán altas sumas de dinero para tener una presencia muy notable y constante en todos los escenarios alrededor del país.

Para una campaña electorera que se inició hace más de tres años, es decir, antes de que el presidente actual llegara a la mitad de su mandato, pocos pensaríamos que aún hace falta que se promuevan y que nos vendan sus bondades e ideas para mejorar el país a solo dos meses de las elecciones.

¿Qué más les queda por decir que ya no hayamos escuchado?

¿Será posible que se quiten las máscaras y que sean serios en sus sugerencias sobre cómo resolverán los profundos problemas de salud, educación y seguridad?

¿Será que finalmente reconocerán que son problemas que deben atenderse como asunto de Estado con el concurso y la participación de todos (incluso de sus adversarios) y que tomarán más de sus cinco años en el poder? Lo más probable es que si lo hacen, nadie los escuchará. Los días no son para eso.

Ellos estarán presentes, como ya dije, en todas las fiestas, chocando mano, en la mojadera y los culecos, cantando en las tarimas y aprovechando cualquier escenario y algarabía para vender su imagen, conectados y como parte de la población.

Lo que les costará hacer es dejar la máscara después del entierro de la sardina, para hablarnos en estos últimos dos meses con su rostro verdadero y sin mentiras.

-El autor es comunicador social. ernestoholder@gmail.com

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