• 02/07/2009 02:00

Fiesta en Panamá, crisis en Honduras

Mientras en Honduras el reloj democrático sufrió un retraso con el golpe de Estado que derrocó al presidente Manuel Zelaya, en Panamá ac...

Mientras en Honduras el reloj democrático sufrió un retraso con el golpe de Estado que derrocó al presidente Manuel Zelaya, en Panamá acaba de darse una transmisión presidencial que abona a la consolidación de su joven democracia. La agresión contra el orden democrático en Honduras, que ha merecido una condena inequívoca y contundente por parte de la comunidad internacional, es una película en blanco y negro del pasado.

De resultar la acción colectiva internacional para restituir a Zelaya y restablecer el orden constitucional, se habrá reafirmado el principio de que los militares no deben ni pueden meterse en política y los políticos no deben ni pueden resolver sus conflictos con la ayuda de los militares.

Contrario a la condena mundial por el funesto episodio hondureño, la comunidad internacional asistió con regocijo al quinto cambio de gobierno constitucional desde el restablecimiento de la democracia panameña. El ahora presidente Ricardo Martinelli tiene que demostrar cómo concibe el poder y cómo lo ejercerá durante el próximo quinquenio. Llegó la hora de poner en marcha el buen gobierno, con los problemas técnicos y políticos que este plantea. En su ejercicio es importante contar con un aspecto científico, planeado y ejecutado a la luz de las ciencias sociales por encima de la oportunidad política del momento.

Es estimulante que el nuevo gobierno se haya propuesto entre sus primeras tareas mejorar la calidad de vida de la población. Ese objetivo no se logra con la medición del Producto Interno Bruto, sino mediante la distribución de la riqueza y con índices de desarrollo humano como ingresos, salud y educación. En sus políticas públicas, el presidente Martinelli debe darle un alcance integral a la democracia y ampliarla al entorno ambiental, natural, cultural, de igualdad de género, de oportunidades económicas y de participación popular en la gerencia de los bienes comunes.

La fiesta democrática vivida en las últimas horas en el país debe comprometer al nuevo gobierno en la protección de los derechos ciudadanos y en la administración del Estado como promotor del progreso y el bienestar de la población. Es el tiempo de las palabras moderadas y serenas. El país debe entrar en una etapa de reunión, de diálogo, en la que se establezcan puntos comunes que la comunidad reclama, sin perjuicio de mantener posiciones divergentes.

El nuevo gobierno comienza a proyectar sus promesas de cambio y la oposición no debe empeñarse en obstrucciones. El Partido Revolucionario Democrático (PRD) debe actuar de manera cooperativa y dialogante, apuntar a los consensos, respaldar políticas de Estado y fortalecer los poderes de la democracia representativa. Esta enseña que el poder que detentan los gobernantes es del pueblo y que les es prestado para que lo ejerzan con dedicación plena al bien colectivo.

El nuevo gobierno debe proyectar al país hacia un futuro mejor, con una teoría realista del conocimiento, una ética humanista y una visión del mundo acorde con los tiempos cada vez más cambiantes. En el inicio de su mandato, el presidente Martinelli haría bien en poner especial intereses en lograr un equilibrio entre derechos y responsabilidades sociales y demostrar si la justicia social es una meta alcanzable o un mero espejismo.

-El autor es periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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