• 19/08/2009 02:00

El tesoro de las letras

No sé de dónde salió. En la oscuridad del amanecer cruzó la avenida y se encaminó a la parada donde yo estaba. La noté un poco atribulad...

No sé de dónde salió. En la oscuridad del amanecer cruzó la avenida y se encaminó a la parada donde yo estaba. La noté un poco atribulada y me sorprendí de que se me acercara para preguntarme si por allí pasaban los buses de Calle 12. Le respondí que sí y que en cualquier momento aparecería uno. Ella, nerviosa, me confesó que no sabía leer y me pidió que le dijera cuál bus podía tomar para ir a Calidonia.

Esto me causó una profunda impresión. Creo que es la primera vez que conozco a una persona adulta, analfabeta. Aproveché y le pregunté por qué de su situación y me contestó que era interiorana, se había hecho mujer muy joven y no pudo terminar la escuela. Se fue a vivir con su esposo, tuvo seis hijos y que ahora vivía en Gonzalillo. Pero, que aspiraba a aprender a leer para poder conocer mejor la Biblia.

No tuvimos tiempo para profundizar en la conversación. Me quedé sin saber cómo se llamaba y conocer por qué una persona en Panamá, puede estar en ese segmento de una población (150 mil 263 panameños) que no llegó a la escuela y por tanto, nunca conoció las letras y los libros. ¿Se puede vivir sin haber leído La cabaña del Tío Tom, Robinson Crusoe, La Ilíada, Pedro Páramo, El Cid o La isla mágica de Sinán?

Hace poco se estrenó una extraordinaria película (The reader), sobre el impacto del analfabetismo en la vida de una mujer y cómo aprendió a leer durante su internamiento en una cárcel. No conocer las letras fue fundamental para determinar el destino que tuvo y le dio una perspectiva de la cruda realidad que debió vivir; quizás, su único recuerdo dulce fueron las novelas que le leyó un joven en la cama.

Pienso en la vida que debió pasar esta mujer campesina que conocí en una parada de buses y que desde muy joven se encargó de atender peripecias desde la pobreza, como ama de casa, madre, trabajadora y sin tener capacidad siquiera para leer un precio, una receta, unas instrucciones de aplicación de las medicinas que aplicó a sus hijos o sentarse a leer un periódico sobre los acontecimientos cotidianos que le rodearon.

Conocí a un párvulo que demandaba aprender a interpretar los signos, cansado de que sus hermanos mayores le leyeran las instrucciones en la pantalla de la computadora para accionar los videojuegos. Ahora, una vez que ha conocido las primeras letras, el infante se dedica a leer cuanto letrero, anuncio y mensaje observa en las vitrinas callejeras.

La Feria del Libro en Panamá es una de las actividades culturales que más tiempo tiene en la cultura panameña. Recuerdo cuando niño cómo se celebraba en septiembre en la Semana del Libro y los puestos se ubicaban en el parque de Santa Ana o plaza Porras para que la gente fuera a comprar ejemplares hasta por 25 centavos de dólares.

Panamá supo superar pronto las condiciones socioculturales en que se inició la vida republicana. En las primeras décadas, nuestros hombres de letras interpretaron la filosofía del panameño para crear un imaginario y lo dejaron plasmado en las páginas de los libros.

Este acervo se unió al de la literatura mundial y gracias a la posición estratégica que nos correspondió, pronto estuvimos en capacidad de integrarnos al conocimiento y a adquirir la memoria del pensamiento universal.

Luego de un inexplicable y extraño receso, vamos por la cuarta versión de la Feria Internacional del Libro, que tiene como característica la participación de un país anfitrión cada año y la posibilidad de intercambiar con distinguidos escritores y conocer sus experiencias en la producción de sus obras.

Hay un remanente de los panameños que no puede llegar a estas fiestas de la lectura, precisamente por su condición de iletrados. En los últimos años se han hecho múltiples esfuerzos para reducir al mínimo ese renglón de población y es digno de reconocimiento tanto los esfuerzos de los ministerios de Educación y de Desarrollo Social, así como el trabajo de la Iglesia con el proyecto de la Escuela en Casa.

Leer es ampliar el horizonte, abrirse al mundo. Este es el mensaje que tiene la Feria Internacional del Libro que se inaugura en esta fecha. Quizás si esa hubiera sido la perspectiva de ese rostro anónimo de aquella mujer en la madrugada, con toda probabilidad su historia tal vez hubiera sido otra..

*Periodista, escritor y docente universitario.modestun@yahoo.es

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