• 18/09/2009 02:00

Historia patria: así, ¿quién no?

La paz y la tranquilidad de una ciudad tan acogedora como Washington me ha hecho volcar mis energías a la investigación histórica y al e...

La paz y la tranquilidad de una ciudad tan acogedora como Washington me ha hecho volcar mis energías a la investigación histórica y al estudio de un país que tiene mucho que contarnos sobre nuestro pasado.

Los políticos norteamericanos son dados a escribir sus memorias y por eso existe tanta bibliografía del tema; no me imagino lo que algunos políticos criollos podrían decir de sus trayectorias.

Uno de ellos ha sido Theodore “ Ted ” Sorensen, considerado el alter ego del presidente John F. Kennedy y su principal abogado y asesor, como también su principal redactor de discursos.

Hoy de 81 años, Kennedy lo llamó “ mi banco de sangre intelectual ”.

Luego de la muerte de Kennedy, tras brevemente ayudar a Lyndon B. Johnson, Sorensen se destacó como un gran abogado en asuntos internacionales, aprovechando de las conexiones por sus cercanía a la Casa Blanca.

Su último libro, “ Counselor. A Life at the Edge of the History ” (“ Consejero, Una vida al filo de la historia ”), “ bestseller ” de New York Times en 2008, (en Amazon.com por B/12.95), cuenta muchas anécdotas de su vida política y profesional. Relata sus experiencias con el difunto Torrijos y con prominentes personajes de la plaza, muchas veces tras bambalinas y alérgicos al escrutinio público, pero con absoluto acceso a las fuentes de poder directo, tanto económicas como políticas.

Cuenta Sorensen cómo conoció personalmente al dictador.

Al prohibirse el uso del Oleoducto de Alaska, el petróleo de esa región tendría que ser transportado por barcos.

La forma de hacerlo llegar a la Costa Este de Estados Unidos, sin transitar el Canal de Panamá, fue la del trasiego de grandes tanqueros a pequeños. Era necesario encontrar un lugar: Panamá. Había varias empresas interesadas, pero Sorensen llevaba la delantera: conocía al General desde antes.

Cuenta Sorensen que al presentarle el proyecto al entonces jefe de Estado: “ Me preocupé cuando el General me dio el nombre del abogado que teníamos que contratar en Panama: Jaime Arias Calderón ”, a la fecha de los dignatarios de Northville, una de los dueños de Petroterminales de Panamá.

Según Sorensen, “ el General tenía la reputación de tener un insaciable apetito por las mujeres bellas y el alcohol ”.

Con ese apoyo, y por su relación tan estrecha con el Viejo “ pudimos sacar del negocio a las compañías petroleras grandes, estableciendo lo que todavía es la principal facilidad para trasegar petróleos de Alaska en la costa atlántica de Estados Unidos ”.

Esas historias explican cosas inexplicables para algunos, como por ejemplo, el porqué Jimmy Arias fue tan cercano consultor económico de Martín Torrijos Espino. Simplemente lo heredó de su padre. Como diríamos los panameños ¡Así!, ¿quién no?

Cuenta Sorensen que treinta años después fue a cenar con el presidente Martín Torrijos y su canciller Samuel Lewis Navarro; debo imaginarme que entre los otros comensales no pudo faltar el intrépido abogado.

Como vemos, la historia enseña muchas cosas. Quién sabe si ahora, donde se revisan tantas concesiones del pasado, llega un nuevo caso para Fernando Núñez Fábrega.

*Embajador de Panamá ante la OEA.gcochez@covad.net

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