• 08/04/2010 02:00

Para gobernar en secreto

El presidente Ricardo Martinelli no ha renunciado a su vocación de comerciante. Por eso se lo vio inaugurando un nuevo supermercado de s...

El presidente Ricardo Martinelli no ha renunciado a su vocación de comerciante. Por eso se lo vio inaugurando un nuevo supermercado de su cadena en Coronado. Al fin de cuentas su tablero político es un tablero de negocios.

En su mentalidad no puede concebirse un proyecto de poder prescindiendo de su dimensión empresarial. Mezcla las actividades empresariales y de orden público mientras ejerce las funciones de Estado. Gobierna con sus familiares, amigos y socios —despreciando en forma absoluta a la ciudadanía— como si el Estado fuera únicamente una de sus nuevas empresas.

Lo público no es patrimonio de Martinelli. Esa desviación institucional parte de su conducta y su estructura mental.

Le es incomprensible que el alcance de lo público sobre lo privado tiene una dimensión colectiva, con el acceso a la información pública que posibilita el control ciudadano sobre las autoridades como frente a los actores privados.

En ese sentido hay que preguntarse, ¿quién cumple menos la ley en Panamá? Martinelli es, sin duda, el mayor transgresor de las normas legales y de lo que establece la Constitución Nacional. Además poco le importa. Y con su ejemplo propicia que el gobierno en su conjunto sea propenso a creer que puede disponer con absoluta discrecionalidad de la información y los bienes del Estado como si fueran propios. Se viola así el principio de que toda la información que posee el Estado es pública y el secreto es la excepción.

Se ha convertido en una práctica del gobierno lanzar campañas de propaganda sesgada, mientras impulsa en secreto acciones que comprometen los recursos del Estado. Se está volviendo una rutina los sobrecostos de proyectos. Solo en la anunciada compra de los corredores podría producirse un “atraco” de $253 millones contra el pueblo panameño.

Los “ladrones” del gobierno de Martinelli, como los denunció el líder opositor Mitchel Doens, también son responsables de los sobrecostos por $158 millones de los proyectos de prolongación de la Autopista Panamá-Colón, la continuación de la Cinta Costarera y la construcción de cinco hospitales en el interior del país.

El gobierno va quemando etapas con tal celeridad que es la opinión pública la que carece de previsibilidad, sometida al permanente acoso de la propaganda oficial que encubre las decisiones que se toman en secreto.

El método empleado va acompañado por la agudización de los conflictos institucionales para mantener a la ciudadanía entretenida en los casos de supuesta corrupción del gobierno pasado, mientras Martinelli hace y deshace a su antojo.

El manual básico del martinellismo, cuando no emplea el engaño en forma directa, echa mano de medias verdades, apoyadas en sofismas, como otra forma de mentir. La repetición sistemática de una mentira no la transforma en una verdad, pero mantiene a la opinión pública cautiva mientras se esquivan las soluciones a los problemas nacionales como son el crimen organizado, el alto costo de la vida, la pobreza y las desigualdades sociales.

El juego de máscaras, la astucia y la malicia, se han convertido en la nueva manera de hacer política. Es el modo brutal de Martinelli para ejecutar con sus excesos su propia realidad.

La prepotencia institucional, el manejo arbitrario de los fondos públicos, la discrecionalidad que abre la puerta a la corrupción y la justificación de los medios con el fin excluyente de mantener e incrementar el poder, son un claro mensaje de que la actual orientación del gobierno, a menos que haya un viraje radical, no promete nada bueno para el país.

*Periodista.d_olaciregui@hotmail.com

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