• 25/05/2010 02:00

Retornemos al poder popular

En 1970 el general Torrijos tenía frescas en la mente las experiencias de la democracia que mantuvo Panamá hasta la revolución del 68. L...

En 1970 el general Torrijos tenía frescas en la mente las experiencias de la democracia que mantuvo Panamá hasta la revolución del 68. La Asamblea Nacional de Diputados había sido parte del deterioro de la democracia, los poderes económicos determinaban los candidatos y vencedores de los comicios, sesionaba solo tres meses al año y el resto una escuálida Comisión Legislativa Permanente se encargaba de legislar. Diputados electos en costosas campañas por provincia limitaban las opciones de la clase media.

Omar pidió a varios diseñar un nuevo sistema, el que eventualmente nace como Poder Popular. Se subió de nivel la figura del corregimiento y se crea un sistema con los 505 representantes de corregimiento como base. Se crean las Juntas Comunales y las Juntas Locales. Lo más innovador fue la forma de elegirlos, sin partidos políticos, simplemente se inscribían los interesados con firmas de apoyo y los cinco más respaldados iban a la elección con colores sorteados al azar para su campaña. El Poder Popular recogía así los líderes naturales del corregimiento.

De no haber muerto Torrijos, quizás el experimento hubiese podido seguirse y mejorarse, para garantizar un verdadero sistema democrático y popular. Pero la fuerza de la sociedad civil y el resurgimiento de los partidos políticos acabaron el experimento. La Asamblea de Legislación y luego la Asamblea Nacional de Diputados retornaron al pasado. Hoy, nuevamente, no legislan los líderes naturales ni siquiera los mejores hombres, hoy se da una combinación de figuras con apoyo económico mezclado con rellenos de papeletas, donde la capacidad, experiencia, integridad no son parte del perfil necesario. Se requiere una dosis de popularidad acompañada de recursos y la maquinaria partidista hace el resto. Los liderazgos que hoy vemos en la Asamblea son efímeros en su gran mayoría, los discursos distan de piezas de oratoria, los debates más producen penas que glorias.

Y, curiosamente, las comunidades cada vez más buscan al representante de corregimiento para resolver sus problemas. Hoy un gobierno que realmente desee apoyar al pueblo debería trabajar más cerca al representante que al diputado. Es con el representante que puede hacerse una verdadera evaluación de necesidades y proyectos que la comunidad quiere y necesita. Si yo fuese ministro de Planificación basaría todas mis proyecciones en sus requerimientos, entonces, ¿por qué no darle igualmente el poder de legislar mediante algunas fórmulas que reemplacen a los diputados?

El tiempo ha dado la razón a Omar, hoy tenemos que reconocerle la visión al crear el Poder Popular. Tenía razón, aún cuando nos fracasó en el primer intento, creo amerita volver a intentarlo. Dejemos la demagogia, si ahora le toca al pueblo, demos al pueblo el poder. No podemos seguir en la escalada de costos electorales que obligarán a invertir más de varios cientos de miles de dólares para ser diputado, lo que los obliga posteriormente a entrar en negociados para recuperar lo invertido. Retomemos el poder popular, volvamos ahora a los 505, aunque sean 565, y demos una lección al mundo en lo que es democracia popular participativa, agradecidos de la visión del general.

*Ingeniero y analista político.marognoni@cwpanama.net

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