• 23/06/2010 02:00

¡Aouch! Sr. Presidente

Este es el grito de dolor cuando se nos lastima el alma y duele. Ese es el dolor que siente Panamá, esa Panamá que promovió a nivel cult...

Este es el grito de dolor cuando se nos lastima el alma y duele. Ese es el dolor que siente Panamá, esa Panamá que promovió a nivel cultural, empresarial y turístico ante la ONU el 24 de septiembre de 2009. Le confieso que en las pocas veces que he compartido con Usted, lo he observado alegre, optimista y preocupado por los asuntos sociales de nuestro país. Y no quisiera que nada empañara esa apreciación. No obstante, he notado que su manera de darle respuesta a los intereses del pueblo, no ha de ser la adecuada.

Tomo de ejemplo la ley llamada 9 en 1. Puede que tenga razón cuando expresa que ‘es de beneficio para nuestra nación’. Pero, hay quienes se oponen de forma lapidaria, y por lo que veo no son unos cuantos; el rechazo concentra sindicatos, movimientos y grupos cívicos del país. Dígame, Sr. Presidente, ¿qué le cuesta sentarse a dialogar —mil veces si es posible— con los que se oponen a dicha ley? Con una actitud de confrontación e imposición no se gobierna un país, y mucho menos se construye la paz. No entiendo por qué tanto apuro en estas cosas tan delicadas en un ambiente tenso y crispado.

Debe saber que el alma de un pueblo se le lastima, se le golpea cuando no se le escucha y, se promueve en la ciudadanía división y enemistad. Estas divisiones lo que hacen es profundizar cada vez más la herida aún abierta al corazón de nuestro país.

Me parece que como mandatario debe poner orden, y esto se ha de lograr cuando verdaderamente se conecte afectivamente con su pueblo. No podemos vivir de sobresaltos en sobresaltos. Esto es motivo de inseguridad; y, la inseguridad que sentimos y que hemos vivido en sangre propia no se mide solamente con la violencia en las calles. También ha de medirse cuando nos sentimos desprotegidos por Usted.

Desprotegidos nos sentimos cuando les entregó a los diputados un proyecto que —según los afectados— pone fin al derecho de huelga, elimina los sindicatos, acaba con nuestra riqueza natural y avala los excesos de la Policía Nacional. Sobre este último renglón le puedo decir con conocimiento propio que un porcentaje pequeño de policías son abusivos. Y, ese porcentaje, aunque pequeño, hace un daño irreparable. Laboré en la Policía Nacional como Psicóloga Clínica y me bastó sólo un segundo para darme cuenta, y lo confirmé a través de un estudio que realicé, la maldad que existe en algunos al usar el uniforme como sinónimo de poder.

Fíjese, el presidente de la Asamblea Nacional de Diputados ordenó el cierre de las puertas del Palacio Justo Arosemena, impidiendo el ingreso de dirigentes ambientalistas y obreros. Aduce que por motivos de seguridad, bienestar e integridad de los diputados. Y, me preguntó: ¿y qué del bienestar e integridad de los ciudadanos de este país cuando se ven lastimados por una ley que los desampara? También, el Presidente del hemiciclo señaló: ‘a los policías se les está dando con esta Ley el reconocimiento y valor que merecen, porque son ellos quienes cuidan y protegen nuestras vidas. Les estamos dando dignidad a los policías…’. Sí, cómo no, acérquese Sr. Varela a la Dirección de Responsabilidad Policial para que vea la cantidad de quejas en contra de policías deshonestos y perversos y, que no hay una respuesta a nuestros reclamos, como me sucedió a mí y en dos ocasiones. Insisto en que es necesario que se haga un estudio de la personalidad de ‘cada uniformado periódicamente’ como se hace en otros países utilizando la tecnología pertinente y existente. Situación que no se está realizando en la Fuerza Pública. Igualmente no se está efectuando una selección como debe ser del que ingresa a esa Institución. Se están utilizando pruebas psicológicas arcaicas y no apropiadas. La dignidad no se compra, se construye a través de los valores humanos. Flaco favor hace la Ministra de Trabajo en no buscar un consenso con los trabajadores. Y, mucho menos, cuando pretendía eliminar el domingo como día de descanso y para defender su descabellada idea, buscó confrontar a la Iglesia Católica con las Iglesias Evangélicas. No entiendo cómo algunos de los ministros de su gabinete y diputados de la alianza de su gobierno no piensan antes de hablar, porque así mismo como se disparan con ideas tan descabelladas, han de hacerlo con informaciones muy delicadas que afectan la gobernabilidad del país. ¿Esto le conviene a Usted? Claro que no. Por tanto, Usted es el llamado a demandarles a que ‘piensen antes de decir alguna barrabasada; y, si no han de pensar correctamente, que se abstengan de hablar’. Sr. Presidente, hay tiempo para recapacitar. Inténtelo y verá… que el primer favorecido será Usted y, en consecuencia, Panamá.

ESPECIALISTA DE LA CONDUCTA HUMANA

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