• 10/08/2010 02:00

De política, pinchazos, separaciones y arrestos

Panamá no parece haber alcanzado aún su madurez política. Todavía los presidentes al llegar al poder maniobran y manipulan para lograr c...

Panamá no parece haber alcanzado aún su madurez política. Todavía los presidentes al llegar al poder maniobran y manipulan para lograr colocar a todas sus fichas en todos los puestos públicos y, con cierto grado de habilidad, controlar la Contraloría General, la Procuraduría General y los otros dos órganos del Estado, Judicial y Legislativo. Ricardo Martinelli no ha sido la excepción. Si bien prometió gobernar con los mejores panameños, estos no incluían panameños nombrados por el gobierno anterior.

Lo correcto, creo yo, sería acordar que mientras no tengamos políticos capaces de aceptar la continuidad de funcionarios, salvo como hemos visto en la ACP, lo mejor sería que con el cambio de presidente todos los cargos queden a órdenes del nuevo presidente. ¿De qué sirvió crear instituciones con nombramientos que pasaban de un período presidencial, si los nuevos presidentes pierden luego tiempo y esfuerzos para botarlos? Con este gobierno, los cargos del INADEH, ASEP, el fiscal electoral y otros se les convenció de que renunciaran, mientras que la procuradora general está separada en medio de un desgaste innecesario. No hay duda de que los presidentes desean tener contralores, procuradores y fiscales ‘amigos’ y no se acepta profesionalismo ni experiencia, si no son afines políticamente al mandatario.

Un año después de instalado el nuevo gobierno, solo resta por eliminar los nombramientos de procurador de la Administración y defensor del Pueblo. El primero ya ve el escrito en la pared, el segundo ha tenido la suerte de que nadie le da importancia a su cargo. El tema no es fácil de denunciar a la oposición, el mal lo ha tenido ella cuando ha gobernado. La diferencia es el estilo y el precio político que se ha pagado al hacer las destituciones.

Por otro lado, los gobiernos todos buscan mostrar su compromiso en la lucha contra la corrupción. Si fuese una lucha objetiva y en justicia, nadie la criticaría, todos aplaudiríamos. Pero cuando la justicia es selectiva y discriminatoria, no se logra la subida esperada en la popularidad. Una justicia que ha visto un caso contra Ernesto Pérez Balladares que no ha mostrado al ciudadano razones para acusarlo de blanqueo de capitales, quizás algunos critiquen su influencia en otorgar algunos contratos, pero hasta allí. Que ha visto a un Teófilo Gateño en la cárcel por haber financiado los impuestos del dietilenglicol, pero los que prepararon la medicina libres. Un Jan Figali preso por supuestos delitos de 1993 y 96. ¿Por qué no tienen ni fianza, ni casa por cárcel estos dos, si ambos esperan su día de juicio? ¿Presos en cárcel para subir en las encuestas?

Por último, la justicia en el mundo político. En un país donde no se conjuga el verbo renunciar, donde no se conoce lo que son conflictos de intereses, donde la palabra imparcial la hemos borrado del léxico de políticos y jueces, ¿qué podemos esperar? Hoy el procurador de la Administración no logra explicar por qué una supuesta extorsión la denuncia en el Consejo de Seguridad y no en el Ministerio Público y luego espera tres años para hacerlo público.

Como tampoco entiende el panameño cómo el magistrado Moncada no se declara impedido como fiscal en un caso en el que tendrá que indagar a Martín Torrijos, cuando fue pública su carta de renuncia al partido con fuertes críticas al entonces secretario general del PRD y presidente de la República. ¿Qué puede esperar el panameño si las compras denunciadas del MIDES ahora fueron culpa de Panamá Compras, y no del control fiscal ni del jefe de compras del Ministerio?

Martinelli prometió un cambio. Lo que está pasando es que no lo veremos en el tema de la corrupción, porque el panameño le ha cogido miedo a denunciar lo que detecta del actual gobierno, percibe que si denuncia lo pagará caro, teme la ira del presidente y prefiere esperar, guardar evidencias para, en el próximo gobierno, presentarlas.

Omar nos decía: ‘Díganme lo malo, que lo bueno ya lo sé’. Hoy el gobierno parece pedir a todos: ‘Díganme lo bueno, que lo malo no lo creo’. Siendo PRD, hoy extraño los gobiernos de Endara y Moscoso, abiertos a la crítica y al aplauso.

*INGENIERO INDUSTRIAL Y ANALISTA POLÍTICO.

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