• 24/08/2010 02:00

El ocio no es lo que era antes

En 1899, el economista norteamericano Thorstein Veblen publicó su primer libro, Teoría de la clase ociosa. Hijo de un carpintero inmigra...

En 1899, el economista norteamericano Thorstein Veblen publicó su primer libro, Teoría de la clase ociosa. Hijo de un carpintero inmigrante noruego, Veblen nació en Wisconsin y recibió una educación maravillosa. Posteriormente estudió artes y filosofía en la Johns Hopkins y siguió un doctorado en economía en Yale. Veblen estaba por ende bien equipado para escribir sobre grandes temas, lo que hizo por el resto de su vida. De todos modos, Teoría de la clase ociosa es su obra más conocida, por el uso que hizo del término ‘consumo suntuario’ y por su sarcástica impugnación de la obstinación de la clase ociosa de hacer ostentación del status y riqueza personales, así como de demostrar la prescindencia respecto del trabajo duro.

Recientemente recordé a Veblen mientras viajaba a El Valle; la escasa distancia me permite a veces ir y venir desde allí el mismo día. El viaje se tolera los días de semana, pero los fines de semana puede llegar a convertirse en algo atroz. La vía está atestada de autos que marchan ‘bumper to bumber’ de personas que se dirigen hacia las casas de fin de semana. Los techos de los autos están llenos de bicicletas y tablas de surf, además de la promesa de una actividad aún más frenética durante el fin de semana. Los conductores hablan invariablemente por celulares, cerrando negocios sin duda o explicando a sus esposas e hijos por qué llegan tarde. Los viernes a la tarde, esta inmensa caravana se traslada en dirección Oeste; para la media tarde del domingo, ese movimiento sigue la dirección contraria.

Aquí hay consumo suntuario, sí. Pero ¿son realmente éstas las personas que Veblen imaginaba como integrantes de la creciente clase ociosa? En absoluto. Estas personas fueron liberadas del duro trabajo manual, pero no del trabajo en sí. Se volvieron esclavas de otros monstruos: Del exceso de trabajo, del exceso de metas por cumplir y del exceso de actividad. El ocio como rito está moribundo en Panamá. Por eso, escapar a veces del país, en dirección al Norte o a Europa es un gran alivio. Cuando visito Londres, por ejemplo, puedo pasear en bicicleta, navegar o caminar el Hyde Park, y observar a la gente del lugar a las tres de la tarde mientras toma su espesa cerveza y mira pasar a los cisnes. Y lo mismo en Toscana y en todos los lugares civilizados del mundo, en donde la gente es consciente de que hay algo más en la vida además del trabajo.

Según la Oficina Internacional del Trabajo, Panamá es uno de los pocos países del mundo en donde la gente trabaja más horas que en 1975. Todo esto me parece inherentemente insalubre y con posibilidades de generar una sociedad aún más estresada. Dando por sentado que cada país opta por su propio estilo de vida —inclinado al trabajo o al ocio— ¿hay algo de qué preocuparse? En realidad, sí. En las aulas de clase, los maestros les dicen a los estudiantes secundarios que si desean ser aceptados en las mejores universidades de Estados Unidos deben pasar sus vacaciones de verano haciendo cursos adicionales, pasantías en estudios avanzados o construyendo casas para los pobres.

La idea de juntarse simplemente con los amigos en los campos de fútbol o canchas de golf —que era, debo admitir, mi actividad durante el verano hace 40 años— ya no existe. Y a medida que los negocios se vuelvan más internacionales, las empresas van a tomar conciencia de que tendrán que amoldarse al modelo globalizado de nunca descansar.

Buena parte del mundo está acabando con el maravilloso tiempo ocioso. Hiperactivos y consumistas, cada vez trabajan más y disfrutan menos. Hace varios años, luego de la firma del Tratado de Libre Comercio con los Estados Unidos, el gobierno mexicano anunció que iba a eliminarles a los empleados de gobierno la siesta del mediodía para que el país pudiera adaptarse mejor al ‘modelo del NAFTA’. ¿Cómo puede uno mantener ese tranquilo almuerzo cuando hay una reunión prevista para las 13.30 del mediodía? Aprendan de los italianos, a quienes no les preocupa aún este tema de trabajar el mediodía. Según ellos, tres mil años de vida tranquila no pueden tirarse por la borda a costa del fax, el teléfono celular, el Internet, los apuros de Wall Street ni por el temor de que el euro pierda fuerza.

Háblennos después de los bárbaros. Los vándalos eran una cosa. Pero los panameños de ‘la clase no ociosa’ son algo distinto.

*EMPRESARIO.

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