• 15/10/2010 02:00

¿Por qué la libertad de expresión?

Siempre será un tema que generará debates, polémicas; por lo mismo, distintas serán las posiciones a adoptar con respecto a tan relevant...

Siempre será un tema que generará debates, polémicas; por lo mismo, distintas serán las posiciones a adoptar con respecto a tan relevante derecho fundamental, lo que no se podrá es ser indiferente ante el mismo. Ello porque hablar de democracia es hablar de libertad de expresión. No existe una democracia del silencio, la que hay y existe, es una democracia del debate, del cuestionamiento, de exigir rendición de cuentas, de la participación ciudadana. Se pudiera decir, incluso, que es preferible una democracia de la inconformidad a una democracia, si así se le puede llamar, del aplauso, de la complacencia hacia todo lo que se haga desde el poder político.

Es y resulta todo un contrasentido sostener que el poder público emana del pueblo o que el titular del poder público es el pueblo, pero que éste a su vez no puede o no le va a estar permitido cuestionar a quienes gobiernan en su nombre o que cuando éstos cuestionan, se diga que lo que hacen es molestar o entorpecer la gestión gubernamental, cuando no conspirar o desestabilizar el orden público.

¿Por qué la libertad de expresión? Porque ésta nos permite hacer democracia, hace posible recordarle a los que ejercen el poder político, que se les observa lo que hacen y cómo actúan al administrar lo que no es suyo; en fin, que siempre será posible recriminarles, cuestionarles o exigirles cuentas de su gestión. Por eso la libertad de expresión conlleva hacer público lo que quienes gobiernan pretenden ocultar, hacer desaparecer o mantener en silencio.

Es más que probable, y de hecho así ocurre con mucha frecuencia, que se produzca una confrontación entre la libertad de expresión y el poder político. Cuando tal circunstancia se da, es el poder político el que debe ceder, el que debe ser limitado, si se quiere, restringido y no al revés. Las reglas de la democracia así lo exigen, en la medida en que en ésta el poder debe estar al servicio de los derechos fundamentales y no éstos sometidos al poder político. Eso es lo que explica, entre otras cosas, el porqué la libertad de expresión no está sometida a censura previa, y ésta va a quedar sometida, cuando desde el poder se utiliza, como medio de intimidación, la persecución penal contra quienes, al ejercer dicho derecho fundamental, se les somete a un régimen o a un entorno político en el que se convierte al sistema penal en el campo en el cual dirimir los cuestionamientos que se hacen a las actuaciones de quienes administran el Estado.

Cuando para quienes gobiernan la libertad de expresión se hace molesta, comienzan desacreditando a los que la ejercen, después los descalifican, y cuando esto no es suficiente, los intimidan y se les termina persiguiendo, como si de delincuentes se tratara. Es por eso por lo que se requiere una democracia fuerte, consolidada, con una cultura para la libertad y no para el sometimiento. Y no cabe duda de que ello pase por fortalecer y consolidar los espacios de libertad que permite la libertad de expresión.

¿Por qué la libertad de expresión? Porque es siempre preferible una crítica fuerte, un cuestionamiento duro, quizás a veces injusto, a una libertad de expresión mediatizada, intimidada, censurada, manipulada o, peor aún, controlada y sometida a los intereses de quienes detentan el poder político.

*EX SECRETARIO GENERAL DE LA PROCURADURÍA GENERAL DE LA NACIÓN.

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