• 10/11/2010 01:00

Jilma

Había en Jilma dos aspectos que cambiaban por completo esa imagen que tenía de una consumada mujer pragmática, que hacía de la realidad ...

Había en Jilma dos aspectos que cambiaban por completo esa imagen que tenía de una consumada mujer pragmática, que hacía de la realidad cotidiana y la política su principal quehacer; eran el medio ambiente y la literatura. Eran pasiones a las que dedicaba un especial cuidado y tiempo específico.

Se atrevió a hacer una de las primeras observaciones metodológicas del ambiente y las alteraciones relacionadas con el cambio climático —al enfocar las modificaciones de la vida natural por las acciones del hombre—, mientras dejaba traslucir la nostalgia que le producía la vida política del país; expuesta en su Verdad y miseria de los partidos políticos.

Pero su sensibilidad literaria, que en ocasiones le ayudó a orientar a su esposo ‘Monchi’ Jurado, fue escondida a través de textos que casi no vieron la luz editorial.

Por fin se atrevió a plasmar esa vena creativa en Y cayó sobre nosotros el estruendo de la muerte, un texto epistolar que expone la cruenta invasión estadounidense y sus traumáticos efectos en la población panameña. Este libro fue ganador del concurso de literatura Ricardo Miró 2001 en la sección novela.

Jilma Noriega de Jurado era así. Capaz de analizar una cruda realidad y procesarla con aplomo para dar un veredicto, un juicio crítico y elevar —a veces— la voz para tratar de ser clara y directa.

Después de la muerte de su esposo ‘Monchi’, se hizo más notable su presencia en cargos públicos, que ejerció con esa doble dinámica de guantes de seda para combatir en ocasiones realidades de plomo.

En el Ministerio de Gobierno y Justicia, le correspondió atender asuntos complejos como el reordenamiento ético institucional, la naciente política indigenista del Estado y la muerte del general Torrijos.

Fue la primera mujer que ejerció ese cargo de viceministra en Gobierno y Justicia, donde debió trabajar con un joven ministro, Jorge Eduardo Ritter, hijo de otro escritor de la generación del desaparecido novelista Jurado.

En la política, le tocó de las verdes y de las maduras; pues se vio involucrada en un proceso que le llevó a estar privada de libertad por varios años. ‘Fui maltratada; creo que pocas personas han sido tan maltratadas —especialmente una mujer— como lo fui yo después de la invasión. Y, total, para que me dieran un sobreseimiento absoluto en todo’.

Al salir del recinto carcelario, se dedicó a redactar la novela, cuya historia es un monólogo desde una correspondencia que sostiene con un personaje ausente y narra los hechos que cerraron la época militar.

Ella contaba que este era un momento especial de su vida; había consolidado una literatura importante, tanto en su forma, como en su fondo. ‘Me senté a la computadora y empecé a escribir a ‘Monchi’, la expresión del llanto por la patria herida y mancillada. Pasó el tiempo y de repente, un día, la tomé, la leí y me dije que yo podría hacer un material literario y simularía una carta a alguien ausente’.

Había la motivación en ella de dejar constancia de algunos hechos históricos del país; ‘tenemos poquita memoria y ya la gente no recuerda’. Lo quería como un legado a sus nietos, pero sin entrar en consideraciones académicas. Más bien, hacer un enfoque coloquial; ‘como diría la gente del interior (del país) ‘entreverando’ recuerdos, con sucesos actuales; como iba ocurriendo la situación y buscando pretextos’.

Sobre su vida literaria, contó que preparaba algunos textos políticos, producto de sus reflexiones durante los últimos años y sobre todo a raíz de su propia situación. Su trabajo literario es poco conocido, porque no publicó mucho.

La vida tranquila, callada y casi invisible del periodo entre la publicación de esta novela premiada y su muerte hace unas semanas, debe haber sido un espacio para cavilar en torno al escenario que siempre fue su arena y donde las ideas adquirían concreción por la turbulencia de las contradicciones. Además, porque siempre criticó el trabajo de los colectivos políticos tradicionales del país.

Sería necesario indagar en el entorno familiar de Jilma sobre sus últimos escritos y trabajos, tanto los literarios como los dedicados a la vida pública nacional con la finalidad de darle forma editorial para que sus ideas y análisis ayuden a enriquecer nuestro laberinto social.

El enfoque de una esposa, madre y abuela, que tuvo la sensibilidad de intervenir y orientar el mundo creativo de su esposo escritor, de experimentar la vida pública y preocuparse por la belleza ambiental en modificación; es con toda seguridad, una enriquecedora mirada de la realidad, necesaria para el país en estos tiempos.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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