• 11/11/2010 01:00

Envilecer el país

El repertorio de fábulas, ficciones y engaños del que diariamente echa mano el presidente Ricardo Martinelli, es fecundo. El relato de L...

El repertorio de fábulas, ficciones y engaños del que diariamente echa mano el presidente Ricardo Martinelli, es fecundo. El relato de Las mil y una noches, incluido Alí Babá y sus 40 ladrones, palidece ante su inventiva. Pretende llevar al ciudadano al terreno de la teatralización y la comedia para que esté más ávido de sus diarios exabruptos que de enterarse de lo que hace desde el poder. El criterio de ‘lo hice, ¿y qué?’, ha tomado cuerpo en el gobierno de Martinelli. Cualquier falta de transparencia es solo anecdótica frente al objetivo final de saquear al Estado.

Su concepción del gobierno, está clara. ‘No hay que detenerse tanto en lo que piensa la gente’, dijo a la revista América Economía. Resulta una ofensa para sus delirios de omnipotencia, verse obligado a rendir cuentas al colectivo social, los verdaderos accionistas del país. Su posición hegemónica en el poder no deja espacio para la transparencia y una democracia institucional. Al interés universal del Estado, Martinelli le impone el interés faccioso de su gobierno caracterizado por el exclusivismo y las transgresiones.

A los cuestionamientos de los medios de comunicación locales, que no han doblado sus rodillas ante el poder del dinero o el terror, se ha sumado la reciente crítica de The Wall Street Journal, que acusó a Martinelli de poseer ‘un estilo autocrático’ y ‘un engreimiento fatal’. El país está retornando a su historia de ‘mandamases’ por el ‘proceder autoritario y arbitrario’ de Martinelli, dijo la revista Time, que lo describió como un individuo ‘despiadado’ con ‘un ego inverosímil que cree que puede salirse con las suyas en cualquier campo’.

En la entrevista con América Economía —más bien un fiel autorretrato— se definió como un ‘mercader por tradición’, y se jactó de recibir como salario solo un dólar al mes. Con poco rubor y mucha avaricia dijo estar deslumbrado, porque descubrió que ‘aquí hay mucha plata’. Reveló que los viajes al exterior son para promover sus negocios desde el poder ‘con todos los presidentes de América Latina’. Además entregó, indirectamente, un manual para hacerse con el botín del Estado. ‘Aquí hacían las leyes para ayudar a un grupo. Para ayudar a un sector. Para ayudar a un segmento. Si te contara cómo se daban las concesiones’, comentó.

En medio del ambiente de fiestas patrias, Martinelli promulgó una ley que premia con impunidad a los policías que en el ejercicio de sus funciones utilicen la fuerza, como sucedió en los sangrientos episodios de Changuinola que dejaron siete muertos y 716 heridos.

También entre cornetas y tambores, demostrando quién manda en esa institución, Martinelli anunció que acabará con el control fiscal que debe aplicar la Controlaría General de la República a todo gasto del Estado. Tres ex contralores repudiaron la medida como ‘dañina’, demandaron que la norma sea ‘mantenida y reforzada a toda costa’, porque sin ese control ‘galopará la corrupción en el país’. En una pantomima política, el ministro Federico Suárez, parte de la ‘mafiocracia’ descrita por Paco Nadal y del clan de complicidades que gobierna el país, trató de hacer creer que aplicará el control previo a gran parte de los B/.13600 millones en inversiones públicas que pasarán por sus manos de aquí al 2014.

‘Cada ladrón juzga por su condición’, bramó Martinelli, porque el suyo es un gobierno dispendioso, que ha envilecido la política al pisotear los principios y etiquetarle a todo individuo un precio con el cual pueda ser comprado. Por eso Martinelli se burla de la oposición política, pues la cree capaz de mover sus fronteras ideológicas en nombre del pragmatismo. Pretende hacer girar la política alrededor de dirigentes corruptos y sobornables y no alrededor de ideologías y partidos.

También en medio de las fiestas patrias un día se mostró magnánimo y habló de deponer actitudes, de ‘trabajar unidos’ y ‘no buscar la pelea’. Pero al siguiente amenazó con aplastar con el mazo a los estudiantes de los colegios privados que actualmente no desfilan porque son ‘yeyés’.

Martinelli es como un dios injusto que condena y castiga según sus propios intereses. Su retórica estridente y el desprecio por las formas de la democracia, su interpretación del gobierno, como una polarización entre amigos y enemigos, es el reverso de lo que necesita actualmente la Nación.

Cuando desde el gobierno se convierte en práctica política exacerbar la vileza humana, se asfixia la construcción histórica de la democracia por la falta de decencia pública. Con Martinelli en el poder, como lo caricaturizó Vic hace unos días, la moral, la ética y la vergüenza descansan en paz.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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