• 17/11/2010 01:00

San Juan, el río fronterizo

Nicaragua posee una de las cuencas más importante de Centroamérica, formada por el conjunto de ríos que drenan hacia el gran lago de Nic...

Nicaragua posee una de las cuencas más importante de Centroamérica, formada por el conjunto de ríos que drenan hacia el gran lago de Nicaragua o Cocibolca, mar interior que concentra costas, islas, archipiélagos, humedales, volcanes, islas volcánicas y que maravilla a quien ose navegar, recorrer o explorar sus aguas.

Parte del lago corre paralelo a la carretera Interamericana, sobre todo en el área cercana al paso fronterizo con Costa Rica. Allí continúa y se convierte en el río San Juan que desemboca en el Caribe, para abrirse a una rica zona de manglares y ecosistemas marinos, donde ambos países comparten sin que se perciban las divisiones políticas de los vecinos ístmicos.

Incidentes recientes en las riberas de la ruta fluvial, han abierto nuevamente disputas limítrofes en el puerto de salida hacia el mar que se comparte, pero lejano a las metrópolis capitalinas San José y Managua.

Se reabrió la herida que se creía sanada por la acción de la diplomacia internacional y el diferendo que se percibía como superado. El secretario general de la OEA se ha visto obligado a viajar a ambas capitales, escuchar a sus funcionarios y autoridades y hasta, recorrer la Región.

La historia del río San Juan, llamado ‘El desaguadero’ por los colonizadores y conquistadores cuando lo descubrieron en 1525, ha constituido un punto de diferencia entre los dos países y generado tratados como el Cañas—Juárez en 1858, que definió los puntos fronterizos (la costa norte Nicaragua y la sur Costa Rica); además, acuerdos y las relaciones, tanto comerciales como bilaterales, históricas y hasta ambientales.

La Corte de La Haya ha reconocido, luego de siglos de diferencias, el derecho de Costa Rica de ‘navegar libremente’ para ‘fines comerciales’ por el río, pero no que lo hagan policías armados. La soberanía es de Nicaragua y esto le permite inspeccionar las embarcaciones y solicitar documentación a los navegantes. Hay otro factor, UNESCO ha considerado dicho ecosistema como Reserva de la Biósfera.

Pero hay otro tipo de impacto en esas contradictorias posiciones con respecto a dudas por territorios, que por lo general exacerban los nacionalismos, que en ocasiones son medidas de distracción de la población para tomar decisiones políticas desagradables o ganar tiempo para la adopción de determinadas líneas estratégicas. Es la idiosincrasia contrapuesta de sus poblaciones.

En el caso de diferencias entre Nicaragua y Costa Rica, hay una vieja historia sobre vecindad que se debate en el subconsciente de los ciudadanos de ambas naciones. Es como un pálpito en el ánimo de cualquier ‘tico’ o ‘nica’, cuando se menciona a la otra tierra.

Para los nicaragüenses, el país vecino es un destino prometedor. Las condiciones socioeconómicas se reflejan en los indicadores que esa nación ostenta en casi todas las materias. Pero la forma como es tolerado el migrante nica es motivo de frustración. Él es como un ‘chicano’ o ‘espalda mojada’ centroamericano.

La atracción de viajeros nicaragüenses se inició desde el siglo XIX y comienzos del XX con la construcción del ferrocarril al Atlántico y la actividad bananera. Hacia el final del siglo XIX la población extranjera pasó del 2.5% al 5.9% en el año 2000; es decir, 226 mil 374. Los vecinos de Nicaragua constituyen el 76.4% del total de los migrantes en el país, según Carlos Castro en La inmigración nicaragüense en Costa Rica.

Hay una serie de mitos muy generalizados que tipifican esta reciprocidad centroamericana. Para algunos, o quizás el ciudadano común costarricense, el nica es un visitante desagradable. Se le asocia con la pérdida de empleos y causante del incremento de la delincuencia. Además, se le mira en forma despectiva por su expresión, el alto volumen y lenguaje grosero. Acá, los empleos que demandan poca calificación, son desempeñados por oriundos de la tierra de volcanes.

Costa Rica jugó un papel en el conflicto del gobierno sandinista con Estados Unidos. Se aprovecharon las diferencias para establecer en ese territorio, una logística hostil hacia el gobierno de Managua y apretar la presión del país norteño.

Los nuevos incidentes en la desembocadura del río San Juan y que la diplomacia internacional ahora analiza, deben ser la coyuntura para una visión más amplia de las diferencias que implica tomar en cuenta aspectos socioeconómicos y políticos involucrados.

Los resultados deben llevar a una mayor consolidación de procesos de integración, que generen cambios estructurales en esos países, donde el área en disputa —por su riqueza de ecosistemas, posibilidades comerciales y turísticas— debe convertirse en un modelo de desarrollo transfronterizo con beneficio para dos pueblos vecinos de tantas similitudes.

*PERIODISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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