• 07/05/2014 02:00

La muerte del buey ‘cansao’

‘La semana pasada, se conoció el fallecimiento del director Juan Formell, a los 71 años’.

La primera vez que escuché en vivo a la orquesta cubana Van Van fue en un carnaval en Veracruz, México. Amenizaba la fiesta popular y cuando el público sintió el ímpetu de los violines, los instrumentos de viento y los tambores con un ritmo pegajoso, convirtió la plaza del zócalo en un escenario festivo para dejar de ser audiencia y pasar a intérprete de tal rumba con acento caribeño.

El espectáculo se repitió en la vía España en la ciudad de Panamá, también en carnavales, cuando la singular agrupación hizo un concierto y los bailadores, dieron rienda suelta al son y la salsa en esta extraña combinación cadenciosa con la coreografía de su cantante ataviado con un gran sombrero y bigotes poblados, mientras interpretaban ‘El buey cansao’, ‘Por encima del nivel’ y un repertorio diferente.

Fue una historia meteórica, los Van Van fundados en 1969, por el joven Juan Formell, prácticamente transformaron el quehacer interpretativo y sin negar las fuentes clásicas, dieron un nuevo aliento a la concepción popular de la melodía, apoyada con versos extraídos de la realidad del país y el rejuego creativo de los acontecimientos cotidianos de Cuba en su contexto sociopolítico.

Formell había surgido en un ambiente musical que estaba en su apogeo y en fases de transformación. Heredero de la influencia de maestros como Pacho Alonso, Jorrín, se integró y adquirió experiencia en las orquestas de Guillermo Rubalcaba, de Carlos Faxas y la Revé en 1967, donde fortaleció la charanga con sus destrezas.

Simultáneamente, Chucho Valdés descubría con su piano, senderos en el jazz y la salsa, mientras Leo Brouwer estructuraba el Grupo de Experimentación Sonora en el Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) y Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y otros, daban consistencia juglaresca a la Nueva Trova.

Tanto los Van Van como los Irakere en 1973 (dirigidos por Valdés), Son 14 en 1978 y otros grupos como Paulito FG, NG la Banda, Charanga Habanera, modificaron el universo sonoro de la isla caribeña y, al igual que sus ancestros, salieron a exponer estos acoplamientos con una incansable producción lírica. Formell dio al bajo, los teclados, la composición y la dirección del colectivo, un enfoque más creativo sin perder lo festivo del jolgorio.

Los Van Van se llenaron de títulos con dimensión de hitos. Además del éxito del buey, que tiene que verse suplantado por la inseminación artificial, La titimanía, La Habana no aguanta más, Te traigo, Chirrín chirrán, Llegué, llegué, Que no, que no, Anda ven y muévete, Artesanos del espacio, El negro no tiene ná, todos son productos del ingenio de una fábrica mental que se basa en ese inmenso jardín de lo real maravilloso.

Formell y el investigador Manuel Acosta explican el proceso en que se basan tales composiciones sobresalientes: ‘Las orquestaciones han ido vertebrando un discurso revolucionario dentro de la tradición sonera, a partir de la síntesis de elementos de la cultura musical cubana y sus afinidades caribeñas, del desplazamiento de la acentuación rítmica y el seguimiento de las nuevas necesidades expresivas de los bailadores’.

La semana pasada, se conoció el fallecimiento del director Formell, a los 71 años. Su carrera está avalada con varios laureles Grammy; el último, a la excelencia y distinción en 2003 como Premio Nacional de Música.

El trabajo del grupo Van Van, que se mantiene en el proscenio y las tarimas por más de cuarenta años, demuestra que aquella visión de Formell, por cambiar las expresiones musicales, tiene una trascendencia que ha enriquecido para la posteridad el patrimonio cultural de los pueblos cubano, caribeño y latinoamericano.

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