• 10/05/2014 02:00

La estación seca, una calamidad

Cada año, es frecuente escuchar el tema de ‘la sequía en Azuero’

Cada año, es frecuente escuchar el tema de ‘la sequía en Azuero’. La estación seca o ‘verano’, como la llama el campesino de la Región del Canajagua; al período de tiempo comprendido entre el 15 de ‘Tosanto’ (Mes de Todos Los Santos) o noviembre del año que fenece, hasta el 15 de abril del año siguiente. Es un asunto que lleva siglos, debido a que es un tema climatológico en el que influyen factores como las corrientes marinas del Océano Pacífico en este caso. Las más conocidas: la Del Niño y la de La Niña; que influyen en el calentamiento del mar, que a su vez afecta la situación en tierra; produciendo mucho calor, alejando las posibilidades de lluvias en estas tierras.

Debo reconocer como campesino que soy, que el despale o tala de los escasos montes a través de los tiempos, ha contribuido a que este período de estación seca se acentué en la mayoría de los casos y las lluvias que esperamos de forma definitiva el 3 de mayo, día de La Santa Cruz (como era la tradición), se postergue hasta las primeras semanas de junio o un poco más allá. No existe evidencia de que en estas llanuras peninsulares hubiesen existido selvas o bosques espesos, mucho menos que las estaciones secas y lluviosas fueran menores de seis meses; aunque han variado siempre las fechas de inicio de cada período.

Según mi opinión, el problema nacional en que se convierte este asunto de la ‘sequía’, que, como insisto, se repite cada año, es un problema de saber o aprender a entenderla y a enfrentarla. Mi padre, por ejemplo, que tenía un pequeño rebaño de ganado, enrazado con cebú que se adaptaba muy bien a esta terrible situación; cada año se apertrechaba de un pequeño pedazo de tierra en la que sembraba caña de azúcar (caña cubana), que no le echaba mano sino en el ‘verano’, únicamente para las vacas, como decía. Si bien la caña no contiene la suficiente proteína y otros nutrientes, también es cierto que solo por intuición mi padre, complementaba esta deficiencia con maíz, capullo de maíz o afrecho de arroz; más el poco pasto seco que las vacas lograban en el potrero, les proveía la fibra necesaria. De esa forma mantenía su rebaño en muy buen estado. Eso sí, contaba siempre con abundante agua que obtenía de un pozo brocal, la depositaba en lo que él llamaba el ‘charco’ a la sombra de un ‘Jarino’, que solo presentaba problemas cuando las lluvias demoraban más de lo esperado y las vacas se atacaban en el lodo, que poco a poco se solidificaba.

Otra de las alternativas que utilizaba era comprar anticipadamente un rastrojo de maíz, que consiste en pagar por un maizal al cual se le había cosechado el producto. De la ‘caña’, o sea, de la mata de maíz y de sus hojas, el ganado obtiene mucha fibra y otros nutrientes importantes. Alquilar terrenos o potreros en áreas más frescas, como en los cerros adyacentes al Canajagua, en donde los efectos de la altura mantenían durante más tiempos los pastos verdes, hasta que lloviera bien en la tierra pareja y el pasto estuviera a punto, era buena alternativa.

La mayoría de los campesino de la Región del Canajagua, mantienen aquella dualidad heredada de los andaluces, de combinar la crianza de ganado caballar o vacuno, con la agricultura.

Es frecuente que el ganadero siembre maíz, hoy día de forma mecanizada, en grandes extensiones, no solo con el propósito comercial que es de gran importancia en su economía, sino con el de utilizar el ‘rastrojo’ como alimento para su rebaño. Es cierto que en muchas oportunidades son grandes las pérdidas, debido a la inestabilidad de las lluvias, aún cuando la siembra se hace en el ‘mejor’ período de la estación lluviosa o invierno.

La siembra de arroz y otros granos padece de las mismas dolencias en la agricultura mecanizada, en donde la inversión es tan grande, que muchas veces pone en riesgo la propiedad del campesino que se atreve a comprometerla con los bancos, que tibia y sutilmente, apoyan a estos arriesgados inversionistas. Me atrevo a mencionar los altos costos de los insumos y la falta de vigilancia de los mismos por parte de las autoridades, que actualmente también afectan al productor.

Queda claro que nuestro campesino sabe enfrentar con valentía esta situación adversa, pero le falta mucho apoyo estatal. Un arduo trabajo le espera al futuro gobierno. Su inversión en el campo agropecuario debe ser prioritaria, millonaria y de urgente ejecución, porque tiene que ver con la alimentación del panameño. Esto solo será posible echando mano a los que conocen el tema, que puedan regular, controlar los precios de los insumos; de que los técnicos estén dispuestos a brindar sus conocimientos, sin banderías políticas.

Este aporte, de conocimientos tiene que ser a través de la educación continua; del apoyo inmediato a los productores con programas sencillos que los incentive a confiar para continuar en la actividad productiva; garantizándoles, por lo tanto, que su producto llegará al mercado, al panameño a precios razonables; sin importaciones extrañas en las épocas de cosecha, que tanto los afecta.

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