• 04/06/2014 02:00

Divagaciones en torno al chayote

¿Quién define realmente lo que paga el público...?

Ana, la chinita del restaurante, tomó una medida rotunda. Dejó de ofrecer la ensalada de chayote en el menú ejecutivo. La razón, según decía ella, fue que ‘subielon el plecio; ahora está más calo (caro)’, refiriéndose a esta legumbre. Su decisión tuvo que ver con una encrucijada: o lo compraba y encarecía su plato, que tiene un costo determinado, o seguir su sentido común, dejar de comprar el acuoso vegetal.

La crucial acción de la dueña del pequeño local, donde acuden muchos clientes diariamente a almorzar, tuvo su causa en la intempestiva subida de los vegetales; coyuntura acelerada que tomaron los vendedores, una vez que se anunció que a partir de julio, la nueva administración adelantará acciones para bajar el importe de los principales productos de la canasta básica.

La pregunta es si esta política se puede impulsar y que tenga un real significado en los costes del grupo de alimentos que se tipifican como los más necesarios para la dieta cotidiana. Hay que considerar en principio que estos rubros han subido desde 267.02 en 2010 hasta 333.42, según apunta la página PMA507PTY-PanamáBlog.

Otro indicador, el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), plantea que este último precio se parece al que tienen esas mercaderías en los minisúper, que es de 333.82 para febrero de 2014, un poco más alto que el de las grandes cadenas de supermercados, donde este valor oscila alrededor de 298.22.

La mencionada canasta tiene unos diez componentes genéricos que tradicionalmente han mostrado variaciones y una tendencia hacia el alza. Algunos con cambios muy bajos en sus promedios, como las leguminosas, 0.49; mientras que otros como las carnes, 21.20 y los cereales, 13.50, pero en general con tendencias que marcan un incremento de 24.9 % en promedio.

Se debe al escenario en que se mueven estas unidades, el mercado, un subsistema económico conformado por los productores, compradores-vendedores a gran escala, intermediarios (vendedores minoritarios), el público consumidor y el Estado (regulador). Todos ellos interactúan y definen bajo el concepto de libre oferta y demanda, la valía de los elementos del consumo.

Quizás el último eslabón en esta cadena es el precio; lo más débil, pero lo crucial para determinar quién domina el mercado que tiende a funcionar igual que las relaciones sociales, donde aquel que más fuerza tiene, es el que manda y todos los demás siguen por el camino trazado por éste.

¿Quién define realmente lo que paga el público por aquello que adquiere con sus suplidores? Es algo difícil de precisar. Un ejemplo, el jamón, que según el MEF ‘Su precio promedio por libra pasó de B/.2.78 en diciembre a B/.3.04 a inicio de 2014. En enero, uno de los insumos de producción —carne de cerdo—, redujo su oferta. El sacrificio de ganado porcino, descendió en 12,482 cabezas’.

Puede deberse también al costo del combustible, de la energía eléctrica, la subida o bajada de la producción y hasta por condiciones ambientales. A escala internacional, cuando el café o la naranja se congelan y se daña la cosecha, su existencia disminuye y se encarecen, con ecos en el mercado local. El MEF estima que bajará el precio del arroz, entre otras causas por el aumento de las exportaciones que ‘se deberá a Tailandia’.

Si la institucionalidad, la infraestructura normativa y la calidad de gestión no son adecuadamente incluidas en una política de protección al consumo y defensa de la competencia, el esquema del mercado se moverá sobre un océano con oleajes. Asombrosamente, el chayote bajó en estos días y la chinita Ana volverá a ofrecer ensalada.

PERIODISTA

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