• 27/06/2014 02:00

Salud y humanismo

En estos días viví la experiencia en un nosocomio donde de a vaina había una ambulancia para una región

Me produce malestar el abandono con que las autoridades administran la protección de nuestra salud, al punto de que prevalece un pocoimporta con las quejas de los usuarios del sistema público de salud y seguridad social. Este último, blanco de quejas por la falta de especialistas, lo que obliga, al que puede, a buscar soluciones en el sector privado, donde le facturan hasta el palillo de dientes.

En estos días viví la experiencia en un nosocomio donde de a vaina había una ambulancia para una región, Panamá Este, que tiene más de medio millón de habitantes, lo que llevó a pedir asistencia al Cuerpo de Bomberos, quienes diligentemente la brindaron.

Creánmelo, en dicho hospital no había ni vaso para que el paciente tomara agua. Allí, lo mismo que otras regiones de salud, los panameños viven una tragedia. No hay especialistas, insumos, agravado por un trato inhumano de los funcionarios. La insensibilidad de los que trabajan en el sistema salud orilla con un desprecio por la integridad humana. A nosotros, los usuarios, nos consideran mendigos de salud.

¿Cómo explicar que la medicina y la salud se hayan vuelto un negocio que produce millones y qué decir de la venta de medicamentos, sino a cambio de entender las limitaciones del sector publico? Al esperar un cupo para una cirugía no es raro que nunca llegue, el paciente muere. Raras excepciones, en algunos centros hospitalarios el panorama no es tan escalofriante.

La irracionalidad elevada a la mil, cómo se derrochan recursos del Estado en cosas baladíes y no hay plata para cuestiones elementales, como prevenir y dar protección en materia de salud a los panameños.

Con qué osadía nos aventuramos a veces a decir que vamos para país de primer mundo. Tres componente de país desarrollado: 1. Salud puntual; 2. Educación; y, 3. Seguridad ciudadana, siguen constituyendo en nuestra realidad una rémora. No logramos salir de la improvisación.

Estas realidades deben concitar la atención de la sociedad civil, esta se ha vuelto muy superestructural y ha olvidado a la gente. Claro que es positivo su interés por los temas de democracia e institucionalidad, pero tiene que recomponer sus visiones y también atender lo humano.

Hace falta reconstruir el discurso hacia uno más antropocéntrico y humanista. Tenemos que humanizar el mundo de las relaciones y comunicaciones. Vivimos un mundo de arraigada desideologización, somos prisioneros de un pragmatismo utilitarista y de acentuado individualismo, que carcome la espiritualidad y dimensión humana. ¿Hasta cuándo? Pero, seguros estamos de que tarde o temprano, veremos la luz al final del túnel. A luchar por una auténtica revolución que dignifique al ser humano. No más cuento de asaltantes de camino. Despertemos.

ABOGADO

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