• 22/08/2014 02:01

Un canal para la educación y el conocimiento

Es un patrimonio de la humanidad al servicio de la paz y la convivencia entre los pueblos, pero es esencialmente un bien público panameño

La comunidad panameña ha conmemorado, durante agosto de 2014, el centenario de fundación del Canal de Panamá. Un acontecimiento que expresa un sentimiento de admiración por una de las obras de la ingeniería más sobresalientes del ingenio humano, que cumple con eficiencia la función estratégica de unir mares, hemisferios y rutas del mundo para el intercambio comercial, cultural y científico.

Es un patrimonio de la humanidad al servicio de la paz y la convivencia entre los pueblos, pero es esencialmente un bien público panameño, construido en las entrañas de su cintura ístmica con sudor, lágrimas y pérdidas humanas de centenares de sus trabajadores originarios de diversas partes del planeta. Muchos asiáticos, afrocaribeños, europeos y norteamericanos, que dejaron sus hogares en otros territorios, para abrazar la aventura de conquistar la naturaleza y erigir esta imponente vía de aguas capaz de desafiar las distancias y los tiempos.

Un Canal en cuyo entorno fue creada una quinta frontera, que impedía la integración y soberanía total de la nación panameña. Fuente de conflicto en el pasado, y que hoy gracias a las luchas históricas de generaciones de panameños y panameñas y de los Tratados Torrijos-Carter, es parte inherente de la estructura política y económica del país. También significa un ejemplo de gestión eficiente y transparente de profesionales y técnicos istmeños, una herramienta robusta para construir progreso económico y social, y un símbolo de unidad y emblema de la nacionalidad.

La estructura económica singular del país, en buena cuenta está articulada al Canal, al servir como eje de un sistema logístico y de servicios, con puertos, ferrocarril, telecomunicaciones, banca, negocios, comercio, transporte naval y aéreo, y turismo, que sirve a la región y el mundo, con un saldo de ingresos importantes que representan cerca del 75 % de la riqueza nacional.

Durante la última década, Panamá ha sido un país admirado por el alto crecimiento económico, por sus elevadas torres y vías de cemento, así como por el impulso a la ampliación del Canal, uno de los proyectos de inversión más grandes del mundo, y de grandes proyecciones en ingresos, empleo y mejoramiento de la calidad de vida de los panameños.

En el marco de esta celebración de los Cien Años, también conviene interrogarse: ¿Hacia dónde se dirigen Panamá y su Canal en el futuro?, ¿cuáles son las nuevas metas de desarrollo que debemos conquistar como país? Esas metas de desarrollo humano que los panameños y panameñas debemos trazarnos para pasar del país desigual, con amplios sectores de pobreza y marginalidad, con altas tasas de desnutrición infantil y de analfabetismo recurrente en mujeres indígenas y rurales, con violencia y discriminación de la mujer, al país más igualitario, socialmente justo, con políticas públicas integrales, sostenidas y eficaces para todos los grupos de todas las edades de población.

Al reconocer que el mundo y la sociedad en este nuevo siglo se orientan hacia una valoración creciente del conocimiento como factor de producción y de progreso cultural y humano de las naciones, nuestro país no puede mantenerse como observador pasivo de los cambios a su alrededor, sin asumir un compromiso constructivo con ese cambio.

De allí que debe hacer su mejor apuesta a la educación y el conocimiento como las herramientas más fuertes para transformar las personas, las familias y la sociedad. Un cambio estructural del sistema educativo actual por uno más moderno, inclusivo, eficaz e innovador, es una de las tareas trascendentales que debe mover la voluntad del Estado y la sociedad para crear el capital humano y la vocación ciudadana para servir, vivir y trabajar en la nueva sociedad.

Una educación que parta desde el nacimiento de la persona hasta su adultez mayor, que utilice a fondo la cultura digital como herramientas de enseñanza y de aprendizaje, y que desarrolle en la niñez y la juventud competencias y destrezas sólidas para comunicarse en su lengua materna y en lenguas extranjeras, en Matemática, Ciencia y Tecnología; para trabajar colaborativamente, resolver problemas complejos, interactuar respetuosamente con otras personas y culturas, asumir una actitud emprendedora e interés por las expresiones culturales, dentro de un sentido ético y humano.

Una educación que infunda el espíritu científico y humanístico desde sus raíces, que incluya a todos los grupos humanos excluidos de los beneficios del sistema, con calidad y relevancia en sus aprendizajes y que contribuya a desarticular el círculo perverso de la pobreza. Una educación que atienda con especial dedicación el desarrollo infantil temprano en todas sus dimensiones, durante sus primeros treinta y seis meses de vida, que son los decisivos para estimular y potenciar integralmente los rasgos esenciales de la personalidad, el éxito escolar, los valores y las inteligencias.

Este cambio debe incluir, con altísima prioridad, el Sistema de Ciencia, Tecnología e Innovación del país, incluyendo las universidades, laboratorios, institutos y centros de investigación. Redimensionar este sistema para articularlo mejor, asegurándole un financiamiento creciente, estimulando la formación y movilidad internacional de investigadores y aprovechando sus aportes para impactar la producción de bienes y servicios con alto valor agregado, y velar por al bienestar social común, sería una de estas metas fundamentales.

El Canal de Panamá, tendría vigencia y sentido colectivo nacional en su futuro, si una parte fundamental de sus ingresos pueda revertir para transformar las mentes y desarrollar las inteligencias y el talento creativo de la población panameña, condición indispensable para construir prosperidad y paz en la Nación. Un Canal para la educación y el conocimiento, es el ideal del porvenir de Panamá.

*DOCENTE UNIVERSITARIO.

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