• 17/10/2015 02:00

De migraciones, abejas y bomberos

‘... si usted tiene finca, casa de campo o de playa, le sugiero comprar trajes de asbesto para cada uno de los miembros de su familia...'

Hace 60 años productores de miel de Brasil importaron desde Tanzania 47 abejas reinas de la subespecie ‘scutellata ', con el objetivo de desarrollar un programa de mejora genética y de esa forma incrementar la producción de miel. Por desgracia, algunas de ellas, que a lo mejor venían sin documentos, se escaparon y, para no ser deportadas, se aparearon con zánganos originarios. Como resultado de este aparejamiento se formaron familias que dieron inicio a una migración por todo el continente americano; asentándose un considerable número de estas últimas en Panamá.

Parece ser que el temor a ser expatriadas las ha llevado a proteger a tal extremo la colmena que, de sentirse amenazadas, la colonia entera sale en su defensa.

Se alteran con facilidad, activando su sistema natural de alarma y cuando esto sucede, su presa se ve envuelta en cuestiones de segundos, por miles de estos insectos. Atacan, por lo general, los ojos y la cara sin obviar el cuerpo y las partes oscuras de éste.

El veneno de estas abejas no es más tóxico que el de las que producen miel. Lo que las hace más peligrosas es la cantidad de especímenes que se agrupan para atacar llevando, hasta la muerte, a la víctima en menos de un minuto. Esto es lo que las convierte en ‘asesinas '.

Ahora bien, ¿cómo actuar al advertir una colmena de estos insectos himenópteros?

No llame al 103 de inmediato. Avíseles a todos los vecinos que guarden a sus niños, ancianos y mascotas en lugar seguro; comprobada esta operación, tírele una piedra a la colmena, para ver si las abejas se enfadan y atacan a algún inadvertido transeúnte. Si este cae fulminado por los aguijonazos, entonces llame a los bomberos.

Llénese de paciencia. Llame por el término de una hora y si no le contestan, acérquese a la estación de policía más cercana para solicitar le comuniquen a ese benemérito cuerpo de la existencia de la colmena.

Regrese a su casa y continúe llamando por una hora más al número de urgencias de los bomberos. No llame al Sinaproc para que le sirva de intermediario y avise a las camisas rojas, porque le dirán, después de haberle preguntado innumerables veces todas sus generales, que esas emergencias no son de su incumbencia. No insista. No pierda su tiempo.

Regrese a la policía para que lo aconsejen llamar al 911 y solicite apoyo, ya que ha sido imposible comunicarse con el 103.

Cuando logre informarle a los beneméritos, mantenga su estoicismo y satisfaga todas las preguntas de rigor: el nombre de cada uno de sus progenitores, las fechas de nacimiento de ellos y la suya, el color de su piel y si tiene cabello, la fecha de bautismo (de usted), el cura que lo bautizó y en qué parroquia. Si no es cristiano, diga que sí, porque de lo contrario no atenderán su angustia (aunque tenga por abogado al papa Francisco) y no le sugerirán comprar dos bolsas de un detergente de una marca determinada que solo venden en un supermercado en especial.

Vaya y compre ese jabón en polvo y regrese a casa a esperar el carro bomba que tiene escaleras tan largas que llegan hasta el último piso del edificio del promexicano Trump. Tenga listo un tanque para cinco galones de agua y asegúrese que en su vivienda haya agua. Ruegue que no le sermoneen por ser insistente; ya que usted ha estado, durante cuatro horas, intentando comunicarse con ellos.

Amigo lector, si usted tiene finca, casa de campo o de playa, le sugiero comprar trajes de asbesto para cada uno de los miembros de su familia; no vaya a ser que se enfrente a una situación desafortunada.

ECONOMISTA Y DOCENTE UNIVERSITARIO.

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